Carraplana, por Teodoro Petkoff
Dicen que Jorge Giordani está furioso con Chávez porque lo sacó de Cordiplan y, sobre todo, porque colocó allí a su feroz crítico, Felipe Pérez. Sin embargo, debería, más bien, estar avergonzado: la herencia que le ha dejado a sus sucesores es el propio regalo envenenado. Los grandes indicadores económicos hablan de un país en la inopia (ver página 11). La economía decreció, en el primer trimestre de este año con respecto al mismo lapso del año pasado, en 4,2%, pero con respecto al último trimestre de 2001, la caída fue de 6,5%. En los dos primeros meses de este año el desempleo, según cifras oficiales, alcanzó al 16% de la población laboral. La inflación, desde abril de 2001 a abril de este año, llega a 18%, lo cual nos anuncia para el cierre del 2002 una cifra en el entorno del 30%. En resumen, la vida real, la de quienes viven de su trabajo, al cabo de tres años de «revolución», es bastante peor que en 1999. Hay más gente sin trabajo y la mitad de la población vive de matar tigres o en la buhonería. La comida se ha encarecido y los ingresos familiares se encogen. La pobreza en general afecta al 60% de los hogares venezolanos y la mitad de ellos reciben ingresos inferiores a dos salarios mínimos, de manera que escasamente cubren el costo de la canasta alimentaria.
Este panorama aterrador se hace peor con la crisis del fisco, porque al gobierno no le alcanza el dinero para cumplir con sus compromisos. En tres años despalilló unos 70 mil millones de dólares, incrementó la deuda pública interna de 2 a 12 mil millones de dólares, de modo que ahora el Estado adeuda, entre la interna y la externa, más de 30 mil millones de dólares y, adicionalmente, se gastó, sin explicación alguna, y utilizando la ley como papel higiénico, unos 4 mil millones de dólares que han debido ser ahorrados en el FIEM. ¿Hay obras de gran aliento que puedan ser exhibidas como contrapartida de ese gasto descomunal? Nada. El más ambicioso de los proyectos gubernamentales, el de viviendas, vegeta hoy, melancólicamente, materializado en un cementerio de casas a medio terminar y cumplido apenas en un tercio de la meta establecida. A pesar de estos ingresos gigantescos, hoy el gobierno se encuentra con un hueco fiscal de unos 8 mil millones de dólares. ¿De dónde los va a sacar? De nuestros bolsillos, por supuesto, y, si consigue quien le preste, pidiéndolos a la banca internacional. La inefable década de plata, que antecede, en los delirios de Chávez, a la próxima, que será de oro, por ahora va siendo una década de plomo.
Esta semana conoceremos el plan económico del gobierno para hacer frente a este desastre. Lo esencial de éste será el programa de ajuste. El presidente se meterá cucharadas soperas de sus filípicas contra el neoliberalismo salvaje. Lo hará, qué duda cabe. Chávez es de los que se tragan un burro con todo y enjalma y ni siquiera eructan. Pero el gran problema económico del país es político. ¿Cómo lograr que funcione un plan económico que requeriría de un gran acuerdo nacional, con un gobierno que ni siquiera sabe cómo dialogar?