Carta de amor, por Marcial Fonseca
Agradecido a Alcides Escalona por la asistencia musical
En verdad que la vida en Duaca en los años 50 era muy tranquila. Cuando se oía un vehículo en la calle, casi seguro que era una unidad de la Línea Duaca, o un camión de transporte de caña de azúcar. Los adultos pasaban sus días, muy reservadamente, burlándose de los personeros de las dictaduras que entristecía a Venezuela; claro, siempre dentro de las paredes de la casa y en familia para evitar caer en manos de los esbirros. En lo que respecta a los jóvenes, si había algún ruido en el día, eran los muchachos jugando beisbol de bocacalle, y si de noche, estaban jugando librao; y los ya adolescentes, pensando en las chicas.
Desde que a sus catorce años empezó a interesarse por las muchachas, siempre le llamó la atención la vecina, de la misma edad que él y también en segundo año de bachillerato; ella en el colegio y él en el liceo. Sin embargo, sus conversaciones eran escuetas y muy frías. Luego, las charlas fueron creciendo; ahora ya hablaban de las materias que más les gustaban; y él sentía que se estaba enamorando. Las palabras fueron naciendo, pero aun así seguían siendo insulsas; y era porque no sabía cómo expresar lo que sentía por ella.
Un amigo del vecindario notó su desazón y le preguntó qué le pasaba. La respuesta fue directa: no sabía cómo decirle a su vecina que le gustaba.
–Eso se llama declararse. Y es muy fácil hacerlo, en eso puedo ayudarte. Mira, y como estás muy nervioso, no tiene sentido que te le declares en persona; para eso hay una buena alternativa.
–Entonces, ¿cómo sería?
–Simple, para eso es la lengua y lo que tenemos que hacer es vaciar las palabras en un papel; esto es, le harás una carta.
–No tengo ni idea de cómo hacer una.
–No te preocupes. Fíjate, hay libros sobre cartas para todas las ocasiones: declaración, rupturas, cuanto se estará ausente por algunos días, de cumpleaños, lo que quieras. Aunque es mejor no usarlos; conozco a uno que envió una misiva extraída de una de esas publicaciones a su prometida, y esta le contestó: Leer la respuesta en la página 40. Te ayudaré a redactar una declaración de amor, búscate una hoja de papel en blanco.
La consiguió y el otro empezó a dictar.
–Amada… pones el nombre de ella, si tienes un… si tienes…
El futuro novio estaba muy contento, lo dictado sonaba muy bien; buscó una oportunidad y se la entregó en sus manos a ella. Al día siguiente, el pretendiente estuvo muy alerta para ver si le daba alguna respuesta visual, oral o escrita.
La vio en el solar de su casa; ella le contestó con una sonrisa que luego cambió a risa. Estaba contenta; la carta funcionó, era un sí. Dos días después, la vio paseando con sus amigas por la calle Comercio del pueblo. Las acompañantes lo divisaron y empezaron a reírse entre ellas, aunque era claro de que se reían de él. Cuando estuvieron cerca, empezaron a cantar una canción cuya letra era idéntica al texto que le había enviado.
–¿Cómo te atreviste a mostrarle lo que te escribí a tus amigas?, y de paso se burlan cantando mi carta? –le increpó a ella.
–¿Tú no sabías que ese era un éxito musical de Pedo Vargas y que se llama Piensa en mí?
Se le salieron las lágrimas al pensar en su amigo, que ya no lo sería más por la trastada que le hizo, o que le estaba haciendo: aún sentía las pullas.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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