Cerca del fin de año, Leonardo Regnault
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Nos acercamos con rapidez al final de un dos mil veintidós no tan duro como los dos años previos, pero no exento de situaciones difíciles tanto individuales como sociales. Según Encovi 2022, La actividad económica se deterioró con respecto al año anterior en un 7,2 por ciento y se prevé que la situación empeore para el próximo año.
Desde el año 2015 la población se ha reducido a veintiocho millones trecientos mil habitantes; gran parte de ello es producto de los cinco millones de venezolanos que han abandonado el país intentando buscar un mejor destino y refugio allende las fronteras, lo que nos hace perder un importante porcentaje de población en edad de trabajar y que es necesarias para el desarrollo de cualquier país.
Desde el dos mil veinte, la población estudiantil entre los tres y veinticuatro años, se ha reducido en seiscientos cuarenta y cinco mil setecientos cuarenta y dos, y un millón quinientos mil niños y jóvenes entre los tres y diecisiete años se encuentran fuera del sistema educativo. Estas bochornosas cifras son apenas una muestra de cómo el país avanza hacia su deterioro.
Mientras esto sigue ocurriendo, vemos a Maduro y compañía pregonando las bondades y gallardía de sus planes para desarrollar al país. Vociferan que, a pesar de los «ataques despiadados» de los «imperialista», han logrado mejorar la situación y muestran cifras económicas alentadoras para vender la supuesta recuperación. Aunque debe admitirse que hubo un cierto repunte de la actividad económica, no tiene que ver con mejoras estructurales.
Una de sus mayores banderas de desarrollo es el arco minero, de una voracidad capitalistas sin precedentes, causante del mayor desastre ecológico en nuestras tierras y de intoxicación por mercurio al menos del treinta y cinco por ciento de la población indígena de la zona.
A pesar de ello, vimos a Maduro en la cumbre del clima celebrada en Sharm el Sheij, pontificando acerca de la necesaria salvación del planeta de la depredación del capitalismo, con su habitual desfachatez y socarronería.
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Esta situación tan indignante debe no sólo servir para que sintamos una profunda rabia, sino para entender que debemos buscar la manera de salir de ella e inexorablemente impulsarnos a trabajar en ese objetivo. Está a punto de concluir el dos mil veintidós y con él debe irse la apatía, indiferencia y frustración para abrirle paso al ánimo que ayude al éxito de quienes pensamos en una Venezuela en la que todos podamos tener alimentación, salud, educación y trabajo para vivir una vida plena.
El próximo año debe ser el de la consolidación de esa esperanza de cambio en un fuerte y robusto movimiento que abra las puertas del país que necesitamos. Debemos construir ese país, y para hacerlo debemos entender que esto no es una caimanera realizada en el estadio del pueblo, que vemos expectantes e incluso con emoción desbordada. Lo que está ocurriendo en nuestra nación es de vida o muerte. El dramatismo de esta frase es real.
Que estos últimos días del año sirvan para hacer reflexión profunda de lo que está en juego y que debemos salir de la pesadilla que ha significado la separación de familias, amistades y causado el extrañamiento de su patria de muchos compatriotas.
Los problemas de fondo seguirán hasta que no cambiemos este gobierno y esa posibilidad está en las elecciones del 2024. Previamente, debemos escoger en las elecciones primarias a esa mujer u hombre que lidere el esfuerzo.
Depende de todos darnos un destino mejor.
Leonardo Regnault es político e ingeniero civil
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