¡Chamo, estoy enredao!, por Beltrán Vallejo

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Pasé tres semanas sin escribir por este medio, y ahora reaparezco más enredado con el panorama político de mi país.
Durante mi ausencia, el «bochinche» que nos endilgó Francisco de Miranda, capturado por un inmaduro Bolívar y entregado al enemigo realista, hoy en día se ha profundizado. Es que ha pasado de todo: la renuncia a empujones de todos los rectores principales y suplentes del Consejo Nacional Electoral; se agregó una candidatura inhabilitada a las primarias opositoras, la de María Corina Machado (eso le dio una dimensión de mayor relieve a ese tema, a pesar de que ya estaban inscritos otros «inhabilitados»); y el régimen continúa su robadera de tarjetas y siglas de partidos políticos con la apertura de un proceso tribunalicio al histórico Partido Comunista de Venezuela (el mismo camino del PPT, Podemos, Copei, AD, PJ,VP y pare de contar). Todo este panorama enreda cualquier perspectiva por su condición de juego de ajedrez endemoniado por un constante movimiento de piezas de un régimen muy intoxicado de maquiavelismo.
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Donde no tengo enredos ni incertidumbres es en la percepción de que poco a poco el país que quiere cambio está saliendo de esa patética etapa de «reflujo» que nos dejó como resultado la derrota política e internacional de una táctica que tuvo como estandartes el denominado «gobierno interino» y la «máxima presión», desarrolladas desde el año 2019 y cuyo punto final fue la triste imagen de un solitario Juan Guaidó caminando con un morral en el aeropuerto de Miami.
Pero aquí están los enredos, entre ellos el enredo de siempre: ¿cómo y para qué participar en unos procesos electorales bajo la sombra de un régimen que sigue el guion del ruso y del nicaragüense, donde se hacen elecciones que más se asemejan a un matadero de candidatos opositores? A pesar de eso, parece que hay una determinación unificada, hay una decisión única de que, a pesar de todos los obstáculos, la oposición venezolana no abandonará de nuevo las convocatorias electorales, y vean que en verdad cómo han cambiado las cosas porque en el 2018, existiendo más o menos los obstáculos similares, la oposición decidió no participar y se dejó a Henry Falcón en su aventura solitaria (¿ingenua o vivaracha?) de enfrentar a Maduro en un proceso electoral catalogado como corrompido hasta los tuétanos y no reconocido por buena parte de occidente. Y se ha cambiado tanto el panorama que aquella María Corina que pasó más de una década diciéndole al país que «dictadura no sale con voto», y que a través de la fundación Súmate promovió la tesis del fraude de las máquinas del CNE, alimentando una abstención quietista y apantuflada, ahora nos convoca a «ir hasta el final, y el final es el final», en su candidatura perdigonada por una inhabilitación de 15 años.
El otro enredo, porque creo que ha habido enredos, ¿cómo llevar a cabo unas primarias opositoras en un contexto como este donde una dictadura electorera plantea a cada rato escenarios para promover el fracaso de la misma y en última instancia la abstención? ¿En verdad estaba esta Comisión de Primarias preparada para estimular la participación de la diáspora (quizás no lleguemos a 300 mil inscritos de todos esos millones que están por fuera y que están en condiciones de votar)? Yo creo que no. ¿En verdad está preparada la Comisión de Primarias para realizar un evento electoral nacional con todas las precariedades que ahora están aflorando a raíz de la no participación del CNE, lo que implica un enorme reto logístico y de dinero? Ojalá que sí, pero ese es un «ojalá» casi que desesperado porque el fracaso logístico, participacional y político de las mismas serán un duro golpe para la lucha democrática.
Y sobre el tema de las inhabilitaciones, Capriles está llamando a gritos que se abra una discusión sobre la estrategia a seguir en torno a ese tema, que yo no comprendo por qué ese escenario no se ha tocado antes, ni en el reglamento de primarias, al tener pendiente la situación de que se estaban inscribiendo candidatos inhabilitados (solo había una declaración de principios de no considerar esa condición por su naturaleza pérfida, ilegal e inconstitucional que atenta contra los derechos políticos). Ahora bien, ese tema coge otra dimensión cuando se inhabilita a la que va de primera en las encuestas; y además, considerando los argumentos de la Contraloría General de la República para inhabilitarla por 15 años, pues una Delsa Solorzano o un Carlos Prosperi, y no se quien más, están propensos a ser inhabilitados en cualquier momento porque ellos apoyaron al “gobierno interino de Juan Guaidó (bajo esa tesis habrá una parranda de inhabilitados para las elecciones de gobernadores y alcaldes en el 2025).
En fin, mi último enredo: si las primarias están apuntando a no elegir un candidato «formal» de la oposición para participar en las elecciones presidenciales pautadas para el año que viene, sino que vamos a elegir al líder o líderesa máxima de la oposición que nos va a encaminar «hacia una nueva etapa de lucha», entonces ¿cuándo y cómo vamos a elegir o designar a ese candidato presidencial «formal»?
Y, sobre todo, ¿de dónde vamos a sacar a ese nuevo «Garrido» (el que se aupó como candidato opositor en Barinas, sorteando la fiesta de inhabilitaciones por allá, y que al final le ganó al madurismo)?
Vean, yo no soy el único enredao en eso de participar en elecciones en un país gobernado por tiranos.
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