Chavismo adentro, por Teodoro Petkoff
En la medida en que la incompetencia y la corrupción del gobierno mantienen vivitas y coleando las distintas crisis que agobian a la población, desde la económica hasta la de la seguridad ciudadana, se acentúa el distanciamiento de la base popular respecto del «comandante-presidente» y se remueve más el mar de fondo que agita al PSUV. Ya el propio Chacumbele siente que los encontronazos internos le están chamuscando los pies.
En estos días se quejó, no sin cierta amargura: «A veces veo compañeros como desesperados, a veces quieren picar adelante con agendas propias». ¿Quiénes son esos «desesperados» a los cuales en otra ocasión reciente calificó de «quintacolumnistas»? Pocas acusaciones más graves que ésta existen en el contexto de un régimen que se pretende revolucionario.
Es una manera de disimular lo que verdaderamente quiere decir: «traidores», anatema supremo en el mundo asfixiante donde se mueven los que dicen querer cambiarlo. Es lógico que en el PSUV haya gente «como desesperada». La hay también en la FAN. De hecho, el país todo, partidarios y adversarios del gobierno, ha llegado al punto del más absoluto desconcierto e incertidumbre, de la más cruda preocupación por el rumbo que lleva este desastre hecho gobierno. Chacumbele pareciera percibir sólo los síntomas, pero no logra diagnosticar la enfermedad. Siente los vientos de fronda, pero la única explicación que se le ocurre es la de atribuir a la deslealtad, a la traición, al quintacolumnismo de sus propios compañeros, la incómoda percepción que tiene de que gente que le es cercana pudiera estarle serruchando el piso. Es que el Presidente no ve el barranco al cual está llevando el país, pero muchos de los suyos han comenzado a preguntarse cómo quedarían ellos ante lo que luce como una derrota inevitable en 2012. Más aún, no falta quien cavile en torno a una eventual pateadura de la mesa por parte de Chacumbele y cómo comportarse frente a esa perspectiva.
El PSUV está viviendo la inevitable crisis de ese modelo de partido, cerrado, vertical, girando en torno a su líder, carente de todo debate interno realmente democrático. Allí no se discute sino se cumplen órdenes del Jefe. Freddy Bernal, quien parece ser uno de los pocos que no le temen a Chacumbele, planteaba que si en el partido no hay una discusión sobre la política del gobierno (implicando la necesidad de una rectificación), la derrota en 2012 es inexorable. Pero un verdadero debate político requiere de un escenario democrático, que no existe en el PSUV. Carlos Escarrá plantea que un «debate ideológico» sería bienvenido en el PSUV. Identifica corrientes internas «ideológicas»: «maoísta», «marxista», «bolivariana», «gramsciana».
Da risa. ¿A cuál de ellas pertenecen, digamos, Diosdado Cabello o Nicolás Maduro? El debate que mucha gente querría no es ideológico sino político. ¿Para dónde va esto? Pero como Chacumbele no acepta que se le discuta, la presión interna toma el camino de las «agendas propias» y de la conspiración interna. Es un sino. Sólo faltan las «trompadas estatutarias».