Chavismo, CNE y las elecciones de laboratorio, por Reinaldo J. Aguilera
Twitter: @raguilera68 |@AnalisisPE
Finalmente llegó el día del anunciado segundo simulacro electoral y no ocurrió nada que ya no supiéramos muchos. Debido al papelón del anterior, con el gentío apiñado y trasladado casi a la fuerza, en este los actores gobierneros trataron de hacer ver algo de mayor control, pero igualmente se les vieron las costuras.
De esta manera, el Consejo Nacional Electoral proclive al régimen venezolano celebró un segundo intento de cara a las legislativas del 6 de diciembre. En ellas no participará el grueso de la oposición por considerarlas fraudulentas y, además, será desde ya un proceso no reconocido por diversos actores, como la Unión Europea (UE) y por la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otros.
Según la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Indira Alfonzo, al dirigirse a periodistas, dijo estar «complacida» por la movilización de ciudadanos. Lo que no aclaró fue lo perdidos que se encontraban los electores que ni idea tenían de quiénes son los candidatos y, en algunos casos, cómo emitir el voto. Indicó que este segundo intento fue «exigido por los electores» luego de un primer ensayo en octubre, en el que se logró una «participación histórica», aunque las autoridades electorales nunca han precisado el número de votos registrado, como cosa rara en ellos.
En paralelo, muchos “candidatos” tratan de hacer magia para que alguien los reconozca o los escuche. Es el caso de Menfri París, quien fue expulsado a principios de año de la organización Primero Justicia, uno de los principales partidos de oposición del país; luego, estuvo entre quienes buscaron apoyo del Tribunal Supremo del régimen para arrebatarle el partido a sus líderes originales y, ahora, integra uno nuevo con los mismos colores y casi el mismo nombre.
El “candidato” planificó un encuentro en Petare donde lo recibieron con escepticismo, apenas unas 30 personas lo rodearon para escucharlo. Esa es la verdad que se vive. Mientras, muchos seguían de largo o se mantenían en lo suyo, ya fuera en las largas filas para los buses, ingeniándoselas para rendir el poco dinero que tenían para llevar a casa algo de comer o buscando desesperadamente vender algo para sobrevivir en Caracas, la otrora sucursal del cielo.
*Lea también: Olímpico dictador, por Jesús Elorza
Volviendo al simulacro. Tenemos que para esta oportunidad el CNE dispuso 381 centros de votación a nivel nacional, constituidos por 945 mesas electorales. Se llevó a cabo para probar los llamados elementos técnicos del Sistema Automatizado de Votación y realizar las pruebas de transmisión de resultados para monitorear su comportamiento y evaluar la eficiencia del mismo. Hasta allí todo muy bien, pero lo que no manejaron en el CNE es el actor participación que es el que tendrán que inventar en sus laboratorios para darle cierta legitimidad a un proceso amañado.
Con todo lo que viene sucediendo, vemos pues que lo que se está configurando en la Venezuela actual no es más que un quiebre acelerado y descontrolado del contrato social, con el agravante de que quienes se ven ya descubiertos en el ejercicio de sus funciones, sea CNE o quien sea, no quieren admitir los fracasos de dicho esquema. En segundo lugar, no están dispuestos a dejar el poder por los mecanismos constitucionales vigentes, lo que es muy grave.
Para entender un poco el contexto de lo que analizamos en nuestra presente columna tenemos, como muchas veces lo hemos hecho, que partir de la idea general e histórica. En este caso hay que referirse obligatoriamente al Contrato Social, la obra máxima de Jean-Jacques Rousseau escrita en 1762, donde habla de la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos dentro de un Estado, formado por medio de ese contrato entre los que lo componen.
Por lo importante de los temas tratados, el autor compiló la obra en cuatro libros, pero el tercer libro es el más extenso. En él habla de todas las formas de gobierno que pueden existir y Rousseau acaba concluyendo que el gobierno no es otra cosa que “el ejercicio legítimo del poder ejecutivo” y esa legitimidad debería existir a todo nivel. En nuestro país en este instante muy pocos gozan de tal legitimidad.
También es muy crítico respecto a la extensión y poderes que puede alcanzar el ejecutivo, ya que para él: “Cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad”. Igualmente, establece cuáles son las características básicas de un buen gobierno. Nada — léase bien—, nada de eso está presente en nuestro país, muy triste por demás.
El día del famoso proceso del 6D llegará y sin lugar a dudas se dará cuenta más de uno que, desde el momento de instalación de las mesas de votación hasta el final, se notará la magnitud del fraude, del engaño que se está configurando desde hace rato y cuyos resultados tendrán que ser manipulados para dar algo de veracidad al mamotreto electoral montado.
Una vez más, se podrá muy probablemente evidenciar que el régimen tiene los pies de barro, la ciudadanía rechazará, con algunas excepciones, el parapeto electoral montado por el CNE desprestigiado que se arrodilla ante un régimen que destruye y no piensa dejar el poder por una vía normal. Así de simple y sencillo.
Reinaldo Aguilera es Abogado. Master en Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública de George Washington University/UCAB.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo