Chile, a 50 años del golpe militar, por Mariana Aylwin
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El presidente Gabriel Boric inició su mandato evocando al presidente Salvador Allende. Los jóvenes de su generación, que hoy gobiernan en Chile, nacieron a la vida política proponiendo cambios radicales para terminar con el neoliberalismo.
Inspirados en una épica revolucionaria de reminiscencias setenteras, recogieron el malestar del proceso de modernización cuestionando las políticas impulsadas por los gobiernos desde el retorno a la democracia. Desdeñaron los acuerdos de la transición y vieron con simpatía (cuando no se sumaron) el estallido social del año 2019 y la aceptación de la violencia.
No acarreaban los traumas del quiebre democrático, porque nacieron en democracia. Sus ideales refundacionales y propuestas populistas encontraron eco en los partidos que habían hecho una transición exitosa a la democracia que, despreciando sus propios logros, se sumaron a las críticas respecto del modelo que habían impulsado. De este modo, tuvieron poco contrapeso para llegar al poder en pocos años, en un contexto de creciente polarización.
Espíritu refundacional
En el año y medio recorrido por la administración Boric, el espíritu refundacional tuvo su máxima expresión en la Convención Constitucional, cuyo proyecto de nueva Constitución fue rechazado por el 62% de los chilenos en el plebiscito de septiembre de 2022. De ahí en adelante, el gobierno ha sufrido varias derrotas. Ocho meses después, en la elección de un Consejo Constitucional para continuar el proceso constituyente, la derecha, esta vez liderada por su sector más extremo, logró los consejeros suficientes para proponer un nuevo texto sin necesidad de más apoyos.
Los problemas de inseguridad, terrorismo en la Araucanía, casos de corrupción y una economía estancada, entre otros factores, han contribuido a que la agenda de la conmemoración de los 50 años del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 haya tenido muchos tropiezos.
A pocos meses del nuevo gobierno, el presidente Boric anunció la conmemoración y organización de los eventos enfocados en la memoria respecto del golpe de Estado y las víctimas de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura para, desde allí, valorar la democracia y mirar al futuro.
Los conceptos inspiradores fueron memoria, democracia y futuro. La discusión política, desde un comienzo, demostró un quiebre profundo respecto del significado histórico de esta fecha.
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Memoria y controversia en Chile
Para el mundo de la izquierda, el golpe es evaluado en sus devastadoras consecuencias en violaciones a los derechos humanos. Para los sectores de derecha y moderados, el golpe y las violaciones a los derechos humanos no se explican sin entender lo que sucedió antes.
Desde los extremos, unos rechazan toda referencia crítica al gobierno del presidente Allende, como si fuera sinónimo de defender a Pinochet. Ello le costó la salida del cargo al coordinador de la conmemoración, por decir que la historia podría seguir discutiendo las causas del golpe de Estado. Fue acusado por el Partido Comunista y organizaciones de derechos humanos de justificar el golpe.
Desde la vereda opuesta, hay quienes mantienen una justificación del golpe y de la dictadura por salvar a Chile de una dictadura marxista.
Contra todo pronóstico, el debate derivó, por primera vez en varias décadas, hacia las causas del quiebre de la democracia. Los intentos de establecer una verdad oficial no prosperaron. Los debates, crónicas, columnas, seminarios, documentales y numerosas publicaciones referidas a la historia anterior al golpe militar han visto la luz o se han reeditado. Entre ellas, el libro póstumo del expresidente Patricio Aylwin, La experiencia política de la Unidad Popular, presentado en la Universidad de Chile por la expresidenta Michelle Bachelet y ante la presencia del presidente Boric. La obra hace un documentado recuento de los hechos que fueron deteriorando la democracia hasta su quiebre en 1973. Aylwin fue protagonista de ese momento trágico de nuestra historia.
Descuido de las formas
Chile tuvo una estabilidad institucional durante cuarenta años. Sin los cuartelazos ni rupturas tan frecuentes en América Latina, ¿cómo fue posible que llegara a perder su democracia? Esa pregunta busca respuestas recurriendo a la historia y este es un debate que la izquierda actual (a diferencia de la generación anterior) no había querido tener.
De allí que la conmemoración de los cincuenta años ha tenido un resultado distinto al esperado por el gobierno. Los últimos estudios de opinión muestran una percepción muy dividida acerca de las responsabilidades en el golpe de Estado, en que el presidente Allende aparece en primer lugar.
El presidente y el gobierno han tenido una conducta errática, alternando convocatorias a la unidad con intervenciones que han añadido a las divisiones actuales las del pasado. Han actuado con improvisación, descuidando las formas y la gestión política.
Llegaron al final del camino con una propuesta a los partidos políticos y a los expresidentes de una declaración inconsulta previamente, que los partidos de oposición anunciaron que no suscribirán. Y parte de la derecha ha suscrito otra. Aunque ambas declaraciones tienen puntos en común, el clima político ha hecho inviable un encuentro de unidad.
Acuerdos fundamentales
No obstante, pese a la polarización y al desencuentro actual, hay acuerdos fundamentales. La condena a las violaciones a los derechos humanos es unánime. Un golpe militar como forma de resolver los conflictos no está en el horizonte de nadie. Es de consenso la valoración de la democracia como el único sistema que permite una convivencia civilizada, y su necesario cuidado ha sido proclamado por todos los sectores. El anuncio de un plan para la búsqueda de detenidos desaparecidos ha concitado un apoyo mayoritario. Es (hasta ahora) el mayor aporte de esta conmemoración a la construcción de un futuro sin las heridas que aún permanecen abiertas.
En todo caso, esta conmemoración nos muestra que tenemos un gran desafío: mejorar la calidad de la política. Fue esta la que falló en 1973 y es esta la que está fallando actualmente.
Es también la que nos ha impedido tener una conmemoración que nos permita reencontrarnos en nuestra memoria y nuestra historia para que, desde allí, con sus sombras y sus luces, podamos construir un futuro compartido.
*Texto publicado originalmente en Diálogo Político
Mariana Aylwin es Profesora y dirigente política chilena. Ex ministra de educación y ex diputada nacional. Presidenta de la junta directiva de la Universidad Gabriela Mistral y miembro del partido Amarillos por Chile.
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