Chile: ¿tragedia anunciada o evitable?, por Fabricio Pereira y Alexis Cortés
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Con mayor o menor grado de perplejidad, en las últimas semanas hemos seguido el avance de la candidatura de extrema derecha de José Antonio Kast a la presidencia de Chile. Su acelerado ascenso culminó con su paso al primer puesto (aunque por un pequeño margen de 2 puntos porcentuales) en la segunda vuelta, acompañado por el candidato de izquierdas y antiguo líder del movimiento estudiantil de 2011, Gabriel Boric.
¿Por qué una sociedad que hace sólo dos años lideró el estallido social, una de las mayores movilizaciones sociales de su historia, cuestionando el gobierno del derechista Sebastián Piñera, se inclina ahora por un candidato de extrema derecha como primera opción? El principal resultado del estallido fue la aprobación por parte del 80% del electorado de un proceso constituyente paritario sin precedentes que deja atrás el último enclave institucional de la dictadura: la Constitución de Pinochet. ¿Por qué entonces la primera opción para el triunfo presidencial está en un candidato que encabezó el rechazo contra la Nueva Constitución?
Aparentemente, el cansancio por saturación de las incertidumbres acumuladas por la crisis política, económica, migratoria (en el norte del país) y sanitaria creó un escenario favorable para una candidatura que ofreció orden y mano firme.
Además, Kast consiguió movilizar a un electorado de derechas que cada vez se abstenía más, ya que estaba desconcertado y falto de confianza por los resultados negativos del sector en las tres últimas elecciones.
Diversos análisis coinciden en señalar que Chile está viviendo una bolsonarización política que, aunque sorprendente, sitúa al país andino en una tendencia cada vez más global. ¿Qué tan cercanos son Kast y Jair Bolsonaro? ¿Y qué debería pasar para que no se repita el escenario que permitió el triunfo del excapitán en Brasil?
Bolsonaro y Kast: ¿hermanos siameses?
Kast representaría un elemento más de una ola derechista en la región, de la que Bolsonaro es el principal representante. De hecho, muchas de sus posiciones son similares. Para empezar, ambos son defensores del legado dictatorial de la región, en particular del legado de Pinochet. Defienden posiciones religiosas moralistas, la «mano dura contra la delincuencia» y el punitivismo. En la política interior, hacen hincapié en un vago «anticomunismo» combinado con recetas neoliberales. Externamente, simpatizan con Donald Trump y el neoconservadurismo, y agitan los mismos espantajos: Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Sin embargo, hay pequeñas diferencias. Bolsonaro se asocia más abiertamente con sectores criminales milicianos. Kast hace hincapié en el «inmigrante ilegal» respecto a la crisis migratoria y humanitaria que vive Chile en su frontera norte. Personalmente, Kast parece más articulado y equilibrado que Bolsonaro, tanto que parte de su ascenso se explica por sus buenas actuaciones en los debates con otros candidatos, espacios en los que Bolsonaro no podía estar presente o directamente evitaba.
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La gran diferencia es el momento que vive cada país. Son dos «reacciones», pero se produjeron de forma diferente. Bolsonaro es el resultado de una ola conservadora iniciada en 2013, del agotamiento de los gobiernos de centroizquierda, de intensas campañas mediáticas y de lawfare, de un golpe institucional en 2016 (que derrocó a Dilma Rousseff) y de la detención del principal favorito en las elecciones de 2018 (Luiz Inácio Lula da Silva).
Kast parece ser la reacción rápida y estructurada de una parte considerable de la sociedad chilena que ha guardado silencio desde 2019, que se ha aterrorizado con el estallido o que al menos considera que ya es hora de poner la casa en orden.
Otra gran diferencia es que mientras Bolsonaro siempre transitó en el bajo clero y se presentó como un outsider político, Kast proviene de un clan político-empresarial con fuertes redes en los partidos de derecha. Tanto el ala estrechamente asociada a la dictadura (es el hermano menor de una de las figuras claves de las reformas estructurales de Pinochet) como la nueva derecha liberal (encabezada por su primo, el senador Felipe Kast), expresaron rápidamente su apoyo en la segunda vuelta.
¿Es posible un déjà vu? Claves del segundo turno
¿Hasta qué punto podría repetirse en Chile un escenario como el que llevó al triunfo de Bolsonaro? La trama de las elecciones brasileñas estuvo marcada por el eje corrupción/anticorrupción, reproducido en la identificación PT/anti-PT. En este marco, las claves antifascistas, antiautoritarias y antipatriarcales tuvieron muy poca capacidad para movilizar a los votantes en disputa en Brasil. En el caso de Chile, Kast apuesta por enmarcar la elección como la disputa libertad versus comunismo, algo que se hace eco parcialmente de la estrategia bolsonarista.
Sin embargo, es más probable que se imponga el eje dictadura/democracia, ya que este fue el clivaje que guió la democratización chilena y la derecha sólo logró romperlo con la figura de Sebastián Piñera, quien, a diferencia de los partidos conservadores que lo apoyan, nunca se identificó con la dictadura.
La memoria chilena de los crímenes de Pinochet contra una parte importante de la población está más fresca que en Brasil, más aún después de las graves violaciones de los derechos humanos cometidas durante el estallido social.
Si bien el crecimiento del sector político de Boric se ha basado en la crítica a los gobiernos de centroizquierda, sería impensable que sus principales figuras, como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet o la familia Frei (de la Democracia Cristiana), se mantuvieran neutrales ante la posibilidad de que una clara candidatura pinochetista llegue a La Moneda. Todos los partidos de centro e izquierda ya se han posicionado a favor de Boric, reforzando la idea de defender la democracia.
La estrategia de Boric también puede verse respaldada por los resultados del plebiscito constitucional: los que apoyaron la Nueva Constitución (80%) frente a los que la rechazaron para mantener la Carta Magna de Pinochet (20%). Aunque el apoyo a la Convención Constitucional está disminuyendo, la mayoría de la población es optimista respecto a la nueva Constitución. ¿Arriesgarán los chilenos todo el proceso constituyente eligiendo a un Presidente que ya ha prometido hacerlo naufragar?
Si Boric logra mostrar a Kast como el candidato que promete volver a lo peor del pasado, y se posiciona como el candidato del Chile del futuro, con una Nueva Constitución y con cambios responsables, lo más probable es que el país andino no repita el destino de Brasil. No cabe duda de que, en gran medida, el destino de la región se jugará en Chile de aquí al 19 de diciembre. Los defensores de la democracia y la justicia tendrán que unir sus fuerzas en torno a la candidatura de Boric y la defensa del proceso constituyente.
Profesor de Ciencia Política en la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (UNIRIO). Postdoctorado en el Instituto de Estudios Avanzados de la Univ. de Santiago de Chile. Vicedirector de Wirapuru, Revista Latinoamericana de Estudios de las Ideas.
Doctor en Sociología por el IESP-UERJ (Brasil), profesor de la Universidad Alberto Hurtado (Chile).
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