Chimborazo, por Teodoro Petkoff
La audacia y la irresponsabilidad de este individuo que nos gobierna no tienen límites. Oírlo ayer pontificar en Paraguay, supliendo la ignorancia con una paja loca que terminó por volverse una suerte a «Aló Presidente», producía verdadera pena ajena. Volvió con su cháchara vacía sobre el neoliberalismo y se enredó en una confusa explicación sobre su último caballito de batalla que es lo del “crecimiento endógeno”. Condescendiente, juzgó positivo el esfuerzo de Mercosur, pero lo consideró fallo porque su meta debe ser la “unión política”. Intentó pedagogizar a sus colegas presidentes sobre la necesidad de que entiendan lo que ya él, Super Hugo, tiene claro, y es que lo económico no puede estar por delante de lo político sino al revés. Pareciera creer que no hay política en lo de Mercosur y que se llegó a ese bloque económico no por efecto de una decisión política de los gobiernos sino como producto de un acuerdo de mercaderes. En fin, de este caballero se puede decir lo que alguna vez se dijo de Carlos Andrés Pérez, que le falta un poco de ignorancia.
Este campeón de la integración, que ahora tiene como horizonte a Mercosur, atacó brutalmente a la única experiencia integradora de la cual participa nuestro país, que es la de la Comunidad Andina de Naciones. No formamos parte todavía de Mercosur pero pareciera que se quiere romper con la CAN. Charlatanea sobre la integración pero la que se expresa concretamente en el plano comercial con la CAN, y en particular con Colombia, es torpedeada por su propia práctica económica. Entre la CAN y Mercosur se viene desarrollando una negociación con vistas a establecer una zona de libre comercio. No es necesario desbaratar la CAN para aproximarse al gran bloque suramericano. De hecho, ya desde el gobierno de Caldera comenzó la exploración unilateral de esta perspectiva, que llevó luego a la CAN a asumirla como orientación.
Ahora bien, a Mercosur hay que aproximarse con la misma precaución y prudencia que al ALCA. Así como es asimétrica la relación con Estados Unidos, también lo es con Brasil y Argentina.
Así como el ALCA exige, sine qua non, el diseño de una amplia política compensatoria, como la que la Unión Europea aplica para sus socios económicamente más débiles, al igual que una cuidadosa discusión de producto por producto y rubro económico por rubro económico, la vinculación con Mercosur plantea la misma cautela. Porque resulta que de este forman parte las dos principales economías suramericanas, Brasil y Argentina, respecto de las cuales la nuestra, aparte del petróleo, es realmente enana.
Además de petróleo, nosotros, por ahora, no tenemos mayor cosa que exportar a Brasil y Argentina. Incorporarnos a ese mercado sin las debidas precauciones y la cuidadosa discusión de cada item económico, y sin contar con la red de seguridad de las políticas compensatorias, es exponer nuestro débil aparato productivo industrial y agrícola a la destrucción. Mercosur es una opción válida, desde luego, y apunta hacia una necesidad histórica tan deseable como lo ha sido la Unión Europea:
la de la Unión Suramericana, pero precisamente por ello, no puede ser adelantada a través de una política aventurera y desaprensiva, que no entiende la estrecha interrelación entre la política y la economía.