China, coronavirus y críticas a la globalización, por Eloy Torres Román
Hace algún tiempo, quien escribe estas líneas y el Dr. Kenneth Ramírez, desde la sede del Consejo venezolano de relaciones internacionales (Covri) realizamos un curso acerca del impacto de China en las relaciones internacionales del siglo XXI. Nos permitimos, tomar en consideración su realidad histórica, transformación económica y política (o recuperación de su vieja condición imperial) y fundamentalmente, el hecho incontestable, que hoy, gira alrededor de ella: el factor geopolítico.
Hoy, China está en el centro de atención por el tema del coronavirus. Vemos que esta pandemia, traerá consecuencias muy importantes en diversos escenarios.
Se habla de la muerte de la globalización, del neoliberalismo y del surgimiento de la función total del Estado.
Hemos escrito (Mi pasión por la diplomacia y la historia, pág., 95. Editorial Punto, 2019) que hay un enfrentamiento entre dos visiones en las relaciones internacionales: a) la que promueve un mundo libre en mercados, democracia y un empoderamiento del ciudadano y b) la que hace lo propio, pero al revés; es decir una tendencia a retrotraernos a un mundo feudal, en el cual todos estemos encerrados en un castillo a merced de un gobernante, bien sea por: razones ideológicas, por corrupción, terrorismo o delincuencia organizada.
No quisiéramos creer en las “teorías conspirativas”, sin embargo, observamos ciertas tendencias, a nivel mediático, que apuntan a desconocer, justamente, la validez de la esencia del mundo moderno: la libertad. Hoy todos somos prisioneros en nuestras casas. Los mecanismos de la violencia institucional del estado (y otros de carácter delincuencial) están al servicio de grupos minoritarios y prestos a confiscar el espacio libertario del ciudadano.
El mundo y la economía, globalmente hablando, están asentados en reglas, leyes y principios liberales (hoy, neoliberales) de libre circulación de los factores de producción en todo el mercado mundial. Este modelo de desarrollo se fundamenta, conforme a los procesos de internacionalización de los flujos de producción, almacenamiento, mercado y distribución; lo cual genera condiciones para garantizar entre las partes (los países) participantes, unas relaciones de ganar-ganar en igualdad de condiciones.
Una característica de este modelo es el fenómeno de la reubicación empresarial, por el cual grandes empresas, por ejemplo, trasladaron sus centros de producción a países cuya capacidad de capitalización es baja, principalmente por disponer de una fuerza de trabajo barata.
No es mi área, no soy economista; simplemente, en la búsqueda de mayor información, me he topado con que ésta, es la principal explicación a la avalancha de inversiones que el gran capital europeo, estadounidense y japonesa lanzaron sobre China, especialmente después de 1980.
Esto, trajo como como consecuencia, que China se convirtiera en la segunda potencia económica del mundo, obteniendo ese galardón en pleno siglo XXI. Ya Inglaterra lo había ostentado como “La Fábrica del Mundo», durante el siglo XIX; es decir, ella era el gran taller mundo, como la llamó Marx.
En otros contextos hemos comparado el arranque o el milagro chino con el descrito en la novela de Karel Chapeck “La guerra de las salamandras”, en la cual estos animales, que fueron descubiertos por un pescador de perlas y amaestrados para ello, con el tiempo, estudiaron la conducta humana hasta convertirse en los dueños del mundo.
Hoy, China se ha apropiado de la tecnología del mundo occidental y con su enorme inteligencia y capacidad; luego, han sabido amoldarse a las nuevas condiciones y se preparan – según dice Martín Jacques, en su libro “When China rules the world”– a ejercer su presencia en el siglo XXI, como si éste, fuera el suyo.
Basta citar al economista Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía quien sentenció en un discurso, justamente en China en 2011 que: «No hay nadie en el mundo que no tenga algo ‘Made in China’, ya sea una computadora portátil, una camisa o un cepillo de dientes».
Esta crisis del coronavirus ha permitido ampliar esta sentencia de Stiglitz, puesto que la mascarilla para evitar respirar el aire de otros, se ha convertido, de alguna manera en algo que obliga al ser humano a sacrificarse para no disfrutar del placer de socializar.
Podemos perder nuestra condición señalada por Aristóteles: la de ser un Zoo politikom (animal político) Ésta, es un principio de la naturalidad de la sociedad política. Para el estagirita, era un imperativo que iba más allá de la referencia de la sociabilidad. Si el hombre, no puede ser social, mucho menos puede hacer política. Creemos, esto explica el empeño de unos pocos que buscan minimizar la sociabilidad, como en buena medida, el encierro impuesto por el coronavirus.
*Lea también: La pandemia sacude América Latina, por Marino J. González R.
Observemos los slogans utilizados que pretenden resumir las políticas de «independencia, soberanía, dignidad y seguridad nacional»; es algo específico y natural de los regímenes autoritarios, fundamentalmente los comunistas.
Estos, buscan minimizar su dependencia del exterior y promueven un aislamiento total. Es la expresión de un feudalismo en el siglo XXI. Con estas políticas procuran eliminar cualquier presión política extranjera.
No es casual que también hayan aparecido determinadas fuerzas internas en la Unión europea, proclamando e incluso manifestando por una mayor soberanía. Es algo que resume políticas que buscan colocar el acento sobre un falso patriotismo; esto es, para limitar las inversiones extranjeras y condicionar el acceso a los fondos europeos; todos vestidos con el traje antiglobalizador.
En todo caso, creemos que la supuesta “muerte” del modelo liberal está demasiado lejos. Es verdad, hay problemas de adaptación a los cambios que observa la humanidad; pero, el caso es que los beneficios de este modelo son mucho mayores en perspectiva que las pérdidas que hoy sufre la humanidad, incluso en materia epidemiológica. China lo sabe. Ella, al igual que los EEUU, la Unión europea y en menor medida Rusia están conscientes de los cambios.
Venezuela experimenta una desgracia, no sólo, desde hace 21 años al desconocer la realidad que amenazaba al mundo, hoy estamos sufriendo las consecuencias de haber desconocido la realidad.
Los venezolanos, expertos en todo, irresponsablemente nos acostumbramos a negar la realidad. El petróleo era y hoy, todavía es la causa. Nos creemos ricos de cuna.
El modelo económico que se pretendió cambiar en 1989 con CAP a la cabeza, en mala hora, fue derrotado y con él, la posibilidad de reinventarnos. Todavía vivimos apegados a unas relaciones económicas internacionales en las que somos presentados, sólo, como exportadores de materias primas y punto. Nada de inteligencia ni de inventiva para modificar esa tendencia negativa almacenada en el país y en el hemisferio, gracias al populismo y estatismo creciente.
No somos capaces de producir lo que comemos. Aunque buena parte de ello lo podíamos producir; pero las erradas políticas del “exprópiese” nos trajeron a este infierno bolivariano del socialismo del siglo XXI.
Hoy, todo lo importamos e incluso las mascarillas que deberíamos utilizar para evitar el contagio. Y todavía hay quienes se preguntan si nos equivocamos al escoger la vía populista, estatista y de la anti política. Muchos, todavía se ufanan y se bañan, muy orondos, con el agua tibia del recuerdo por haber participado en la lucha contra el modelo que se pretendió instaurar en 1989. No aprenden. E incluso, se dejan llevar por alguna que otra frase elaborada por el filósofo inglés John Gray, un crítico del liberalismo.
Estos “mochos” seguidores del filósofo inglés, olvidan que las críticas de éste, buscan repotenciar al liberalismo mediante una reconstrucción de sus fundamentos axiológicos.
Gray aboga por un tipo de liberalismo actualizado, no contra el liberalismo en general: es por eso, que esa creencia acerca de su caracterización como antiliberal, es errónea. Su posición es anticonformista, pero no hostil al liberalismo.
Igualmente inapropiada es la creencia acerca de su supuesta postura antiamericana. Gray, es un pensador denso y complejo. No piensa en los términos que utilizan sus seguidores. No se mueve en la superficialidad. Es cierto, mantiene un juicio crítico, no a la sociedad norteamericana y su armazón axiológica. Sino contra sus pensadores superficiales; similares a los que tenemos aquí en Venezuela, quienes se agarran de una frase suya y actúan cual buldóceres impugnando todo lo que se atraviese.
La globalización no ha muerto, el coronavirus la ha revivido, con China como la ductora de ella. Es una pandemia, por lo tanto es global.