China: ¿victoria pírrica?, por Félix Arellano
Las miradas están puestas, por diversas razones, en el gigante asiático. Por una parte, observando el aparente éxito en el manejo de la crisis del covid-19, para algunos, el ganador de la guerra; empero, no todo es optimismo y muchos lo acusan de ser el responsable de la pandemia. En las versiones más radicales, entre las que destaca el twitter del Presidente Donald Trump, estiman que se trata de un virus creado en laboratorio o liberado por error. En todo caso, reina un ambiente de profundo cuestionamiento, comparable con la crítica mundial que generó las masacres de Tiananmen.
En estos momentos no existe claridad sobre el origen del brote, pero las primeras alertas provinieron de la ciudad China de Wuhan. Sorprende la coincidencia que esa ciudad sea la sede de un Instituto de Virología, un superlaboratorio en la investigación de virus.
Por otra parte, tampoco la Organización Mundial de la Salud (OMS), tiene la capacidad para aclarar la situación y, los juegos geopolíticos dentro de la organización, la están debilitando sensiblemente.
En este contexto de opacidad, el mundo se impacta ante la capacidad del gobierno chino de controlar el foco del brote, que se expande por el mundo, pero pareciera, según el discurso oficial chino, que no afecta su inmenso territorio continental. Frente al mundo la situación se presenta como superada y la narrativa se complementa, con la imagen de un país trabajando a toda máquina, para apoyar a muchos países, en especial a los países en desarrollo, ante las graves consecuencias de la pandemia.
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El apoyo solidario ha sido calificado como “la diplomacia de las mascarillas”, postura que se inscribe en la línea del “soft power”, y una activa y pragmática política de cooperación. En plena pandemia, el partido comunista chino trasmite una visión de fortaleza, cohesión y absoluto control.
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Resulta admirable, como el país más poblado del planeta logró superar las hambrunas del comunismo de Mao Zedong y, bajo la visión estratégica de Deng Xiaoping y su capitalismo comunista, ha logrado llegar a la cúspide del poder mundial.
En su hábil estrategia de expansión, China se fue transformando en la fábrica del mundo, epicentro de muchas cadenas globales de valor.
La llamada cuarta revolución industrial, basada en las altas tecnología, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, tiene a China como un entusiasta promotor. Desde que logra su incorporación en la Organización Mundial del Comercio, luego de una larga y compleja negociación, el partido comunista chino ha privilegiado la generación de confianza para la atracción de inversiones.
Conviene destacar que al asumir Xi Jinping el poder y, en particular, luego del absoluto respaldo en el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista (octubre 2017), decide abandonar el bajo perfil del viejo líder, he inicia una abierta y ambiciosa estrategia de expansión mundial, que tiene como una de sus mejores expresiones la llamada ruta de la seda.
El sistemático y admirable esfuerzo de generación de confianza desarrollado por China en las últimas décadas, se encuentra en riesgo. Los conflictos con los críticos están creciendo. Decíamos que entre las posturas radicales destaca el Presidente Trump, pero su estilo siempre genera desconfianza y, en estos momentos, de cálculos electorales, atacar a China puede ser una tabla de salvación. China ha reaccionado en los mismos términos, pero como ambas partes se necesitan ya están retomando el diálogo.
Ahora bien, el cuestionamiento a China proviene de muy diversas fuentes y con posturas tan duras, como la que ha asumido el gobierno de Japón, que decidió financiar la salida de las empresas japonesas del territorio chino. La fábrica del mundo se debilita. La gran mayoría de los gobiernos de la Unión Europea exigen respuestas y algunos reclaman indemnización. En las posturas radicales debemos sumar, las declaraciones del Ministro de Educación del gobierno de Brasil y de Eduardo Bolsonaro, hijo del Presidente, acusando al gobierno chino de la pandemia.
En este contexto de tensión, impacta la reacción de China, que ha amenazado con sanciones comerciales al gobierno de Australia, por solicitar una investigación sobre los orígenes de la pandemia. Otra señal que sorprende proviene del África, continente privilegiado de la expansión china, donde varios gobiernos acusan a las autoridades chinas de discriminación contra la población africana residente en China, en el marco de los protocolos para enfrentar al covid-19.
Pero también encontramos serios cuestionamientos de la sociedad civil, que cada día logra mayor protagonismo a escala mundial y, en ese contexto, cabe destacar que se está promoviendo un novedoso proyecto de demanda judicial colectiva, es el caso de “Berman Law Group, que suma 14 mil demandantes de 46 países” o la ONG de Israel Shurat Hadin Law Center. Algunos incluso analizan la posibilidad de presentar el tema ante organizaciones internacionales, como la Corte Internacional de Justicia (CIJ)
El partido comunista chino se presenta como el gran ganador en la guerra contra el coronavirus, pero es una victoria cargada de derrotas; está perdiendo en confianza y credibilidad.
La poderosa China que impactaba en el Foro de Davos, se debilita, y varios países ya están iniciando acciones para ocupar los espacios, todo sigue girando en Asia y, la India, es uno de los grandes interesados, lo que exige de nuestra atenta observación.