China y La Transición Política en Venezuela, por Luis Cermeno
Vivimos tiempos cruciales y llenos de incertidumbre para el futuro de Venezuela. Estamos en el medio no de una pugna política de carácter doméstico sino del choque geopolítico entre las potencias económicas y militares más poderosas del planeta. Por un lado las potencias occidentales lideradas por EEUU y las democracias en Latinoamérica y Europa abogan por una transición de gobierno bajo la figura de Juan Guaidó como Presidente Interino de Venezuela y el posterior llamado a elecciones. Por el otro lado están China y Rusia.
Este último tiene objetivos más geopolíticos dado que ya posee vastas reservas energéticas. Sus vínculos con Venezuela han involucrado relativamente modestas inversiones y préstamos, así como la venta de equipos militares. Recientemente algunos proveedores Rusos de PDVSA, como Lukoil, congelaron las contrataciones con esta empresa por temor a sanciones por parte de EEUU que les impediría comercializar con este u otros mercados de occidente.
Prescindir de PDVSA es evidencia de la poca importancia relativa que tiene Venezuela frente a los costos de no operar en otros mercados más relevantes. Queda el elemento de interés geopolítico ya que cuenta con un gobierno aliado sentado en las reservas más grandes del mundo y de crucial importancia para su principal adversario, los EEUU, en términos de cercanía geográfica.
Sin embargo, este último elemento pone en ventaja militar a los EEUU. Aunque el lenguaje de Rusia ha sido férreo frente a la transición en Venezuela, realmente fuera del lenguaje y de la obstrucción de los consensos a través de su poder de veto en el consejo de seguridad de las Naciones Unidas entre otros, Rusia tiene poca incidencia práctica por la naturaleza de su vinculación con Venezuela y porque Rusia no es ni será una potencia económica y política al nivel de su par, China.
La relación con China es más compleja. China concentra el 40% de los préstamos otorgados a Latinoamérica en los últimos 10 años que suman unos 62.000 millones de dólares de los cuales hoy aún se adeudan un poco más de 20.000 millones. Estos préstamos en su gran mayoría fueron producto de la estrecha vinculación política e ideológica durante la era Chávez, el entorno favorable del mercado petrolero durante su mandato y las grandes reservas petroleras que representó un colateral de importante ante los mercado financieros internacionales.
Sin embargo, Maduro desde los inicios de su mandato no ha gozado de la mirada complaciente del gobierno Chino. Durante su fallida gestión caracterizada por el caos económico producido no solo por la caída del precio petrolero sino por sus destructivas e incoherentes políticas económicas, que aunque no eran distintas a las de su predecesor Hugo Chávez, ya no contaba con el colchón financiero para sostener apoyo político, empresas públicas improductivas y la destrucción del sector privado.
A partir de entonces China cerró el grifo del financiamiento para Maduro, otorgándole en 2016 apenas 2.2 mil millones de dólares en préstamo para el sector petrolero, y ninguno en 2017 y 2018. Aunque en septiembre del año pasado Maduro mismo se dirigió a China a elogiar y apresurarse a hacer anuncios de nuevos préstamos, no movió la fibra necesaria para lograr oxigenación. Esta semana, la agencia Router informó que PetroChina “planea sacar a Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) de un proyecto de refinería de petróleo y petroquímica de 10.000 millones de dólares en el sur de China” producto del pobre desempeño de la estatal petrolera Venezolana.
Por otro lado, El GlobalTimes, medio de comunicación estatal Chino en inglés recientemente hizo eco de los comentarios de un académico Chino quien manifestó “ la cooperación con Venezuela no está basado en apoyar a cierto régimen. Los cambios en la política doméstica no afectará la relaciones económicas bilaterales”. Esto hay que leerlo con cierto detenimiento dado los niveles de control que se ejercen sobre las comunicaciones en China.
He sido de la posición que los dirigentes Venezolanos involucrados en la transición política deben mirar las posturas oficiales desde una perspectiva cultural e incluso histórica. La política exterior China se caracteriza por su absoluto pragmatismo, una alta prioridad a las relaciones de Estado, el lenguaje conciliador, la no intervención en los asuntos internos de cada país y las relaciones comerciales, no verlo desde esta perspectiva implica aventurarse a una fricción innecesaria y la pérdida de oportunidades de abrir canales de comunicación y alianzas.
China oficialmente ha llamado al diálogo, a la no intervención y al reconocimiento de Maduro pero realmente en la práctica ha cortado sus relaciones comerciales y sus operaciones de financiamiento a niveles mínimos históricos desde los inicios de la era Chávez
Algunos autores argumentan sobre la trampa de la deuda China que le otorga a este ventajas geopolíticas y económicas en una relación de dependencia ante la inminente incapacidad del país de responder sus pagos. Lo cierto es que esta visión no considera que China también pierde en esta relación condenada al fracaso. Venezuela no ha sido capaz de cumplir sus compromisos de envío de crudo poniendo en riesgo la seguridad energética de China. La caída en la producción también genera escasez de oferta e incremento en los precios que encarece la importación de crudo de este país.
Concuerdo con la posición del Presidente Interino, Juan Guaidó, en lo que respecta a China cuando dice que este país está en el mejor interés de procurar relaciones con un gobierno solvente, que invite a la inversión extranjera a través del estado de derecho, la institucionalidad y la promoción de la actividad productiva que generen el entorno económico necesario para el cumplimiento de acuerdos comerciales.
Guaidó afirmó en entrevista a CNN en Español algo en lo que concuerdo: “Si hay alguien que precisamente quiere un cambio en Venezuela no tengo duda son algunos de esos países (refiriéndose a China y Rusia)”.
Las transiciones son procesos que históricamente no generan reacciones inmediatas en China, son procesos que requieren diálogo y mesura. China eventualmente apoyó la transición de la dictadura en Zimbabue frente a la incapacidad del gobierno de responder positivamente ante el colapso económico. Por otro lado, las relaciones con Latinoamérica han engranado positivamente con las transiciones políticas hacia gobiernos de derecha, con la clara excepción de Bolsonaro.
Guaidó ha dicho que las inversiones extranjeras, incluyendo las Chinas y Rusas serán necesarias para la reconstrucción del país.
Éstas serán necesarias, así como lo será analizar y sincerar los compromisos adquiridos para explicar al país cómo y dónde se invirtieron 60.000 millones de dólares y cómo se honrarán los mismos.
Sobre este trabajo se debe repensar y relanzar las relaciones encontrando el balance necesario que requiere la industria petrolera entre nuestro principal cliente, EEUU, y las necesarias inversiones que requiere la industria donde China puede jugar un rol a favor como músculo financiero e incluso un potencial mercado para nuestra producción no petrolera.