Chispiao, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
Twitter: @Gvillasmil99
«He combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe».
2 Timoteo, 4:7
Han pasado más de 40 años desde que lo conocí, siendo él compañero de estudios de mis hermanas en la escuela de Sociología de la UCAB. Era un muchacho de cabello claro y rostro rubicundo en el que destacaban las incontables efélides que fueron fundamento del apodo que siempre le distinguió y que algún ocurrente amigo atribuyera a una accidental salpicadura de crema de chocolate. Así se forjó el que sería su «nombre de guerra» durante los años universitarios, el mismo con el que José Luis López Noriega recorrería a Venezuela entera en campaña por la restauración de la democracia que una vez fuimos.
Hombre de densa formación, conversar con «Chispiao» imponía la necesidad de tener siempre a mano la libreta de apuntes. Curiosamente, muchas veces me tocó ir a encontrarlo, no en su cubículo profesoral, sino en alguna improvisada cancha de básquetbol, lanzando balones «de tiro libre» con quien estuviera, a veces algún estudiante o colega profesor y muchas otras, en Petare, con los muchachos de los barrios. A “Chispiao” había que oírlo citar de memoria, entre «dribles» y cestas «líquidas», a Maurice Duverger, a Alain Touraine y a todo ese olimpo de pensadores franceses cuya obra conoció al dedillo. «Esta vaina, mi pana», me dijo una vez evocando las páginas de Los partidos políticos de Duverger (1951), en medio de los avatares de la construcción de la organización en la que entonces militábamos, «es una tarea civilizatoria».
Porque José Luis, además de intelectual sólido, fue un político tenaz y un talentosísimo constructor de consensos. Dimes y diretes aparte, hay que decir que a sus virtudes de organizador y a su fuste de luchador de calle se debió lo que por años pareció imposible y que desde entonces nunca nadie más ha vuelto a lograr: derrotar al chavismo en las zonas populares de Petare.
La cacería de brujas posterior a 2016 llevó a José Luis al exilio en Colombia. Nunca fue más cierta aquella expresión atribuida a Manuel Vicente Romero García según la cual, Venezuela es una mala madre que con saña trata a los hijos que más la quieren. Aquello fue duro, lo supe siempre. En la larga historia de los destierros venezolanos de todos los tiempos no faltan los «exilios dorados», como el de quienes ahora mismo bulevardean por Brickell, van de compras al Centro Comercial Andino de Bogotá o corren maratones y convocan ruedas de prensa en Madrid.
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Como abundan también los exilios duros, los implacables. El suyo lo fue. Pero la lucha por la propia supervivencia jamás menoscabó el compromiso de José Luis con la causa de la libertad venezolana a la que se dio por entero. La vida no quiso que regresara de su destierro bogotano y fue allá, un 4 de junio, hace dos años, donde le entregó el alma a Dios aquel hombre «tallado a mano» y de honestidad a toda prueba a quien conté como un hermano más alrededor de la mesa de la casa paterna.
Hoy lloro desde aquí al viejo y buen amigo, compañero de tantas luchas por la Venezuela que mil veces soñamos y que no fue. Evocando su memoria vierto, sin sentir vergüenza alguna por ello, lágrimas de varón conmovido por el recuerdo de un venezolano íntegro cuya valía aprecié lo mismo en el aula universitaria que en el despacho público y el debate de calle, escenarios todos en los que nuestro “Chispiao” se prodigó como lo que siempre fue: un académico solvente, un “duro” en las materias de gobierno y un político de bien.
Como también bendigo aquellas inolvidables tardes de reunión en casa, una de las cuales – ¡hace tantos años! – entre los cuatro tomos de la Anatomía Humana de Testut y Latarjet, «Chispiao» me dejó un poemario de José Emilio Pacheco: «pana», me dijo, «cuando puedas, no dejes de leerte esto».
¡En el cielo de los mártires de la libertad venezolana estés, caro amigo! Como San Pablo, digo que también supiste combatir el buen combate y correr hacia la meta manteniendo intacta la fe. Que el Buen Dios te recompense por tus luchas y tus desvelos por la Venezuela a la que amaste y entregaste todo. Absolutamente todo.
Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.
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