Cinco días para reparos, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
En 1818, después de cinco años de feroz “guerra a muerte”, Bolívar y el general Morillo, jefe de las fuerzas expedicionarias españolas, se encontraron en el pequeño pueblo trujillano de Santa Ana para negociar lo que de allí en adelante se conoció como la “Regularización de la Guerra”, es decir someterla a los principios elementales de compasión que aun dentro del horror de toda contienda armada, tratan de hacerla menos cruel e inhumana. Bolívar no “negoció” la lucha por la independencia sino cómo colocarla dentro de cauces de mayor civilización. Seguramente que no faltaron entonces los inevitables tragabalas que clamaron, rasgándose las vestiduras, algo así como que “la independencia no se negocia”. Hablaban para la galería, creyendo que con eso podrían erosionar el ya indiscutible liderazgo del Libertador.
Pompeyo Márquez, en su lúcida y corajuda intervención de ayer, dijo algo capital: todo conflicto, por duro que sea, lleva implícita la posibilidad de una negociación. En algún momento, los adversarios deben sentarse a discutir opciones distintas a seguirse matando.
Americanos y vietnamitas, en medio de la guerra, negociaron durante 18 meses, en París, la manera de poner fin al conflicto. En El Salvador, después de años de guerra, los adversarios se sentaron ante una mesa para negociar el fin de ella y las condiciones para la reconciliación nacional. Ni siquiera palestinos e israelíes rompen los contactos a pesar de la lucha armada que los enfrenta. En fin, sólo los amateurs de la política (o los provocadores) pueden escandalizarse cuando se habla de negociación.
En nuestro país, donde la violencia está a flor de piel y podría derivar hacia formas de alta intensidad, pero existe, al mismo tiempo, la posibilidad constitucional de dar cauce pacífico y democrático a la confrontación, cuestionar los contactos y conversaciones entre el CNE y la CD dirigidos a salvar la posibilidad del RR, constituye una verdadera babiecada.
Esas conversaciones no están negociando firmas sino precisamente la posibilidad de hacerlas valer. Es cómo hacer viable, factible, el proceso de reparos. Cómo lograr las garantías necesarias para que los reparos no sean una forma de burlar la voluntad ciudadana sino el remate apropiado de este largo proceso del RR. Discutir los detalles, que es donde se esconde el diablo, es lo conducente, para impedir emboscadas “sobrevenidas”. Precisamente, uno de los “detalles” (que no es tal) es el que tiene que ver con el lapso para los reparos.
Se anunció un periodo de dos días. Eso no sólo haría imposible físicamente la realización de los reparos por parte de más de un millón de personas sino que violaría las propias normas del CNE. En estas se habla claramente de cinco días para los reparos.
El Artículo 31, del Capítulo V, titulado “De los reparos”, de las “Normas para regular los procesos de referendos revocatorios”, no admite interpretaciones caprichosas:
Normas para regular los procesos de referendos revocatorios, Capítulo V, “De los reparos”, Artículo 31: “En el plazo de cinco días continuos siguientes a la publicación (de los resultados del proceso de validación) el elector firmante que fuere rechazado podrá acudir personalmente ante el CNE, a los fines de subsanar cualquier error material en que haya incurrido la administración electoral durante la verificación de sus datos.”
En esta materia no hay sino que aplicar la norma, que es absolutamente mandatoria.
Otros aspectos, relativos a la organización misma de los puestos de reparo, desde luego que deben ser discutidos y acordados, para conveniencia de la pulcritud del proceso.