Cinco Temas, por Fernando Luis Egaña
[email protected]
María Corina
No pienso que para expresar opiniones positivas sobre María Corina Machado, haya que expresar opiniones negativas sobre buena parte de la oposición política. Esos contrastes tienen su oportunidad, pero no son siempre necesarios. En esta ocasión, el atentado sufrido por María Corina Machado y sus acompañantes, en la gira que hacían por el estado Bolívar, pone de manifiesto, una vez más, la constancia y la valentía de María Corina.
Lo único que no le han hecho a María Corina es matarla. Digo matarla físicamente, porque el asesinato moral continuado es una pretensión obsesiva de la hegemonía y también de muchos «opositores». Pero ella no se ha amilanado ante las agresiones, las persecuciones, los insultos, la violencia de la que ha sido víctima. Dicen que el crimen no paga. También se debería decir que el coraje sí paga. Esperemos que sea así para María Corina.
Nunca colas semejantes
Que recuerde, el día de las mayores colas en Venezuela, fue la fecha comicial del «referendo revocatorio» de 2004, un verdadero tributo a la improvisación, la manipulación y la tracalería de las captas-huellas. Horas de horas para votar, cuando anteriormente el proceso si acaso se demoraba una hora o menos. Pero todo eso quedó pálido en comparación con las colas de los viejitos en los bancos, el pasado viernes. De verdad una situación inhumana.
*Lea también: ¿Desarrollo Sostenible sin investigación y desarrollo?, por Marino J. González R.
Llevé a una señora ya mayor a la agencia de un banco en Chacaíto, a las 6:15 am., y ya en ese entonces había una cola de quizá 200 personas. Y estaba lloviznando. Y faltaban más de dos horas para que el banco abriera sus puertas. No hay derecho. ¿Es que los venezolanos de la tercera edad no merecen ni un ápice de respeto por parte de la hegemonía? Las interminables colas, nunca semejantes, confirman que no.
Neolengua o cloaca
El gran poeta venezolano, Rafael Cadenas, acaba de recordar los peligros de una neolengua de implicaciones totalitarias en relación con la cultura política, lo que incluye, naturalmente, la práctica de las relaciones sociales. La neolengua del poder establecido en Venezuela a lo largo del siglo XXI es siniestra. No sólo rebosa de violencia, de odio, de instigación a delinquir, de mentira, sino que lo hace de una forma brutalmente ofensiva, soez, cruel y, además, destructiva del lenguaje como tal.
¿Qué pasa cuando la neolengua del poder es una cloaca? Pasa lo que ha pasado y pasa en Venezuela. Todo lo cívico, lo democrático, lo republicano, lo tolerante, lo plural, se va desintegrando en una charca de mandonería, de prepotencia, de despotismo de la peor especie. Creo que el gran poeta Cadenas podría estar de acuerdo con estas breves líneas.
El negacionismo rojo
Maduro y los suyos pontifican sobre el país, como si Venezuela no fuera Venezuela sino Dinamarca o Dubai. Un modelo ejemplar en diversas dimensiones. Según ellos, todo lo que están haciendo es una maravilla y el país se encamina hacia un brillante futuro. El panorama no es más radiante porque hay una campaña imperial de descrédito y de acciones malévolas que, sin embargo, se estrellan en contra de la muralla moral de la «revolución bolivarista»…
En principio, todo esto suena a insania. Pero poniendo más atención, hay que darse cuenta de que se trata de una estrategia: el negacionismo. ¿Hay emigración? No. ¿Hay catástrofe humanitaria? No. ¿Hay depredación de los recursos públicos? No. ¿Hay despotismo y desprecio a los derechos humanos? No. Nada de nada que sea malo. ¿El negacionismo funciona? Al menos en el caso que nos ocupa, ha funcionado. ¿Seguirá funcionando? Ojalá que no…
Los grandes medios y las elecciones de Brasil
La cobertura de los grandes medios internacionales, en general, sobre las elecciones brasileñas ha sido tan frívola como escandalosa. Fernando Haddad era el ángel progresista y Jair Bolsonaro el demonio fascista. No creo que las cosas fueran tan simplonas y esquemáticas. El diario El País de Madrid, nada menos, publicó en la víspera electoral un reportaje muy tendencioso en el que señalaba que por Bolsonaro votarían las ciudades blancas y ricas y por Haddad las ciudades negras y pobres… No imagino un prejuicio más racista que éste, sobre un país tan diverso y mestizo como Brasil.
¿Tal caracterización o tales etiquetas cambiarán después de la sólida victoria de Bolsonaro? No lo creo. Al contrario. La arrogancia de los grandes medios continuará y se afincará en lo que sea para afirmar sus posiciones previas. En lo particular tengo muchas reservas sobre el presidente-electo de Brasil, y comprendo a quienes piensan así, pero eso no da derecho a una cobertura informativa parcializada y, repito, tan frívola como escandalosa, por parte muchos medios importantes.