Cinco Temas, por Fernando Luis Egaña
Teodoro como persona
En estos días, se ha escrito mucho y, por lo general, bien, sobre las muy diversas facetas de Teodoro Petkoff, a lo largo de una vida prolongada y fructífera. Pero pienso que aún faltan apreciaciones sobre su singular carácter, su temperamento, su modestia personal y su vida austera. Estas breves líneas no pueden ser un espacio apropiado para ello. Y sin embargo presento la inquietud a tanta gente que lo conoció y lo respetó, a ver si ese tipo de consideraciones les anima.
Sí, Teodoro era un polemista formidable, hablaba de frente, no se andaba por las ramas, podía ser chocante en sus comentarios, sobre todo si no estaba de buen humor. Todo eso es verdad. Pero también lo es que era un hombre sincero, solidario, esmerado en tratar de ayudar a quienes lo necesitaran, buen amigo. No es una personalidad escindida, ni mucho menos. Todas estas características no son contradictorias sino complementarias. Estoy seguro que muchos aprendimos mucho de Teodoro como persona. Eso hay que darlo a conocer.
¿Y cuándo llegará el caos?
Con frecuencia encuentro a gente preparada profesionalmente que pregunta: ¿y cuándo llegará el caos? Queriendo significar, por supuesto, que cuándo llegará el caos a Venezuela. Pues bien, la respuesta debe ser tajante. El caos ya llegó y hace largo rato. Lo que pasa que no llegó de la noche a la mañana, sino que fue apoderándose de la vida nacional, digamos que poco a poco. Por eso, llegó el tiempo en que el caos era la realidad cotidiana, y muchos no se daban cuenta, y aún algunos no se dan cuenta.
Casi no hay transporte público, todos los servicios públicos están colapsados, la hiperinflación nos tiene en la lona, la criminalidad campea soberana y ni hablar de la corrupción roja, la escasez de cualquier producto básico –comenzando por las medicinas– es rampante. ¿Y entonces? ¿Eso no es el caos? Sí lo es. Esas son algunas de las manifestaciones del caos. La pregunta pertinente no es cuándo llegará el caos, sino cuándo se superará el caos.
Sin gasolina
El mismo día en que Maduro proclamaba –como si fuera una obra suya y además una noticia– que Venezuela tiene una de las mayores reservas certificadas de hidrocarburos en el mundo, en el país se hacían colas interminables para tratar de conseguir gasolina. Casi no hay gasolina en las zonas fronterizas y en las grandes ciudades: Barquisimeto o Valencia, por ejemplo, donde la situación es extrema. En Caracas está racionada por sectores, y las colas son ubicuas.
La versión oficialista de semejante calamidad, es que por culpa de la «guerra económica» se hace difícil importar los repuestos de las gandolas que transportan la gasolina, y que eso explica la escasez… A esto ni siquiera puede aplicarse aquello de que «cuando inventaron las excusas, nadie queda mal». Estamos sin gasolina, porque estamos sin producción interna debido al desastre de las refinerías, y debido, así mismo, que los dólares para importar gasolina, tienen otro destino en el patrimonio de la boliplutocracia. Y claro, hay pocas gandolas operativas. Todo forma parte de la misma tragedia. ¿O no?
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Cualquier día
Cada día tiene sus propios problemas, o lo que es lo mismo: no hay día sin problemas. Muy bien. Así es la vida en todas partes del mundo. Pero en Venezuela eso se lleva al paroxismo. Necesitar un medicamento es ya algo de extrema gravedad. Necesitar una operación, ni hablar. Hacer una diligencia bancaria puede ser un laberinto o una tortura. Contar con el normal funcionamiento del agua corriente, de la electricidad, del teléfono o del Internet, es un imposible. Acceder al transporte público, es harto difícil.
Hacer un mercado básico es un esfuerzo titánico. Obtener un documento público que la ley exige, es un desafío a la razón y a la voluntad. Trabajar con serena dedicación, es una ilusión. Tratar de vivir con al menos una dosis significativa de tranquilidad, una quimera. Cualquier día en la vida de prácticamente cualquier venezolano es un gran esfuerzo de sobrevivencia. Y no hay derecho a que eso sea así.
Mire para acá Comisionada Bachelet
En los dos meses y pico que lleva Michelle Bachelet como Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, ha dado diversas declaraciones sobre violaciones de derechos en América Latina, e incluso ha advertido que estará pendiente de eventuales violaciones a presidentes electos de la región. Pero de Venezuela, hasta ahora, ni pío. La trágica muerte de Fernando Albán en la sede de la policía política de la hegemonía, que suscitó denuncias y condenas por doquier, todavía espera por el parecer de la Comisionada Bachelet.
Venezuela, junto a Cuba y Nicaragua, son los países de América Latina donde más se violentan los derechos humanos. No obstante, quienes tienen el control del poder en esos países, también han tenido o tienen la simpatía política e ideológica de la ex-presidenta chilena.
Ella está en su derecho de profesar las ideas políticas que prefiera, pero eso es una cosa y otra es que esas simpatías condicionen o contaminen su delicada labor en la ONU. En el caso que me ocupa, Venezuela, así ha sido. Espero que eso cambie para bien