Cinco Temas: Tiempo de definiciones, por Fernando Luis Egaña
Lo peor que puede pasar es que no pase nada , es decir, que Venezuela continúe cayendo por el despeñadero. Que pase algo significa, entonces, que se abra la oportunidad de un cambio político de fondo. Condiciones para ello hay de sobra. Voluntad en la mayoría de la población, también. Pero falta el tema de la disposición del llamado liderazgo de oposición, que debería sentirse obligado a presentar una alternativa a la catástrofe que destruye a la nación. En ese respecto la situación es opaca, para decir lo menos. Una disposición comprometida, no se aprecia sino con contadas y honrosas excepciones.
En la medida que no se haga, efectivamente, nada o que se simule hacer algo, lo que es lo mismo, la situación a futuro será cada vez más complicada y las eventuales salidas serán más traumáticas.
No hay que quedarse sentado esperando a ver si ocurren acontecimientos, hay que luchar para hacerlos realidad.
Un país normal
«No somos suizos», se dijo hace añales, pero eso es una cosa y otra el desastre venezolano, que nos ubica en los más precarios estándares subsaharianos. Un país normal es uno sin hiper-inflación y sin aguda escasez. Un país normal es uno donde los servicios públicos funcionen con relativa estabilidad. Un país normal es uno donde el ingreso salarial alcance para cubrir las necesidades más básicas. Un país normal es uno donde la gente no se refugie en sus viviendas al atardecer. Un país normal es uno donde la mayoría de la población prefiera no emigrar.
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Un país normal, por tanto, es cualquier otro distinto a Venezuela. Hay otros países que tampoco son normales en el sentido de la profundidad de la crisis que les agobia. Por lo general son países azotados por guerras, pandemias y catástrofes naturales. Pero no creo que haya un país tan demolido como Venezuela, siendo un país petrolero en la más prolongada y caudalosa bonanza petrolera de la historia. No se pide mucho cuando se pide que Venezuela sea un país normal.
Maduro y el 2019
El señor Maduro desea que el 2019 sea un «año grande para Venezuela». Lo mejor que podría hacer en ese sentido, es irse. Me refiero a irse del poder. Permitir que comience una nueva etapa en el país; que pueda iniciarse la reconstrucción integral de nuestra patria.
No creo que Maduro tenga eso en mente cuando proclama la grandeza del año 2019… Pero sería lo único que podría hacer grande o bueno al año que pronto comienza. Que haya un cambio político de fondo que, desde luego, comienza por la salida de Maduro.
China: dos manos
El presidente de la República Popular China, Xi Jinping, dice que la «mano visible» del Partido Comunista es la causa de la prosperidad y poderío económico de su vasto país. Algunos economistas de Occidente le replican que está equivocado, porque ha sido la «mano invisible» del mercado la verdadera razón del portentoso proceso de transformación económica de la China continental. Como las dos posiciones al ser contradictorias no pueden ser, a la vez, enteramente verdaderas, hay que concluir que cada una tiene una parte de verdad.
Una flexible combinación de estado y mercado, en un contexto histórico determinado, es lo que puede explicar la proyección económica global de China y los logros alcanzados en la modernización económica interna. Acaso en contra de su íntima voluntad, Mao, al final de su vida, inició el camino para la alianza con el capitalismo internacional y para la apertura china. La perseverancia en el complejo camino que se fue abriendo y cruzando, ha hecho el resto.
No es una mano exclusiva y excluyente, sino dos grandes manos, la estatal y la privada, las que han convertido a China en la otra superpotencia económica
Incertidumbre
Se «tambalean» los mercados financieros y en especial cae el índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York, el marcador principal de esos mercados. En la «mass-media» financiera son incontables los argumentos explicativos y los pretendidamente predictivos. Sé muy poco de estas materias –si acaso, pero pienso que la incertidumbre es un factor esencial en este fenómeno que vas más allá de las llamadas realidades objetivas de la economía real.
Y la gran fuente de incertidumbre es el señor Trump, cada vez impredecible. No tanto, por cierto, en los denominados «fundamentales» de la política propiamente económica, sino en sus actuaciones propiamente políticas, en lo interno y externo. La incertidumbre y los mercados financieros, en general, nunca se avienen.