Cisneros en Fuerte Tiuna, por Teodoro Petkoff
Por qué con Gustavo Cisneros sí y con la Coordinadora Democrática no? Chávez dijo ayer, en «Aló Presidente» que está dispuesto a reunirse hasta con Mandinga si se trata de la paz del país. Magnífico, pero no hace falta tal incursión por el Averno. Diferentes dirigentes de la CD han insistido en la conveniencia de establecer contactos directos con el chavismo, invitando a este a conversar. Obras son amores. Aquí tiene Chávez la oportunidad de demostrar si habló en serio o fue, como otras veces, discurso para la galería. Algunos dirigentes del MVR y sus aliados, han venido rechazando todo contacto con la oposición y el propio vice Rangel aseveró en medio de su filípica contra Human Rights Watch, que «no me reúno con golpistas». Bien, Hugo Chávez, en una jugada que debe haber desconcertado a más de uno de los suyos –y de allí la larga explicación de ayer– se entrevistó durante más de dos horas con alguien que en la retórica del chavismo es etiquetado como el «golpista mayor». Cisneros ha sido literalmente acusado, tanto por el propio Chávez como por otra gente de su tolda, no sólo de haber dirigido el golpe del 11 de abril sino de estar vinculado ahora al caso de los paramilitares y hace muy pocos días fue allanado un local adyacente a Venevisión, donde la Disip aduce haber encontrado un pequeño arsenal. De modo que desde la perspectiva de «el proceso» si Cisneros no es el propio Mandinga, está ahí-ahí. ¿Cogerán línea ahora los dirigentes del chavismo?
Lo cortés no quita lo valiente. Ya la CD ha mostrado su intención de dialogar. ¿Lo hará el chavismo? Se trata, simplemente, de restablecer una de las más importantes costumbres de la política venezolana y de la política en general: esa que obliga a quienes están bravos, precisamente porque lo están, a comunicarse para regularizar la confrontación, para gobernarla, para impedir que se salga de madre y afecte negativamente la vida de todo el país, comenzando por la de quienes no están directamente involucrados en el pleito, pero que, por lo general, pagan los platos rotos.
Después de la reunión con Gustavo Cisneros y de la rotunda declaración del Presidente no puede este esgrimir ninguna excusa para continuar rechazando la reunión cara a cara con los dirigentes de la oposición. La paz del país está amenazada y ese es un motivo más que suficiente para que los contendores establezcan los contactos necesarios a fin de definir reglas de juego que aseguren un desenvolvimiento no traumático del proceso referendario. La inmensa mayoría del país acogería con satisfacción contactos entre gobierno y oposición. Es obvio que la confrontación política se mantendrá pero esos contactos eventualmente permitirían, entre otras cosas, aislar a los energúmenos de lado y lado; a esos sectores minoritarios pero ruidosos, que medran en el conflicto y que con su agresividad retórica y física perturban gravemente la vida de los venezolanos.
¿Será este episodio inesperado y hasta sorprendente un hecho aislado y sin consecuencias o, por el contrario, facilitará la búsqueda de un camino civilizado para la controversia?