Ciudad e innovación tecnológica, por Marco Negrón
Como se ha dicho en otras ocasiones en esta misma columna, el siglo XXI está llamado a incorporar innovaciones extraordinarias tanto en las sociedades urbanas como en la estructura y dinámica de las ciudades, el ambiente físico que las aloja.
La primera y más evidente de ellas es que hoy y por primera vez en la historia de la humanidad la población urbana ha pasado a ser mayoritaria: del 30% que era en 1950 alcanzó el 54% en 2014, estimándose que en 2050 llegue al 66%; en América Latina y el Caribe ya es del 80% y en Venezuela supera el 90%. Como lo demuestran los estudios del economista Max Roser (v. nuestra columna del 6/3), por detrás de esos datos están cambios cualitativos verdaderamente revolucionarios, como es que entre 1950 y nuestros días, aunque la población mundial se duplicó, la que se encuentra en condición de extrema pobreza se redujo del 60,1 al 14,7% y la mortalidad infantil del 18,5 (en 1960) al 4,39%, mientras que la población viviendo en democracia aumentó del 31,41 al 52,97%.
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Durante las últimas dos décadas el vertiginoso desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y más recientemente el de la Inteligencia Artificial y el Aprendizaje Automatizado están introduciendo notables cambios en el funcionamiento y gestión de las ciudades heredadas del siglo XX.
Entonces la bestia negra de los urbanistas era la incontenible expansión del automóvil privado, una voluminosa y pesada máquina que permanece estacionada el 95% del tiempo pero que, en la medida en que tiende a generar una creciente congestión, atenta contra sus propias virtudes además de contribuir decisivamente a la producción de gases de efecto invernadero, la principal causa del calentamiento global que amenaza hoy a la humanidad. El impacto favorable del desarrollo de sistemas de transporte público masivo cada vez más limpios, eficientes y capilares se está viendo reforzado por la evolución, durante los últimos diez años, de los automóviles eléctricos y los automóviles compartidos, estos no ya de la forma que conocemos de vecinos solidarios que se dirigen a un mismo destino sino de autos de alquiler localizables y contratables electrónicamente, a través de aplicaciones del teléfono inteligente, manejados por el interesado que los puede dejar en el sitio que mejor le parezca; para 2020 se estima que habrá 15 millones de usuarios de este servicio solamente en Europa.
El paso siguiente sería llegar a prestarlo con vehículos totalmente autónomos, que no requieren de dirección humana, un paso más difícil porque además de la adaptación tecnológica de las ciudades se requerirá de la adaptación legal. Según los especialistas esto será posible para sectores enteros de algunas ciudades para el 2030 y se cree que en las grandes ciudades su pleno desarrollo podría reducir en un 80% el número de automóviles hoy en circulación
Aunque sin duda muy importante, este es sin embargo apenas un aspecto de los poderosos cambios que las nuevas tecnologías están impulsando en las ciudades. Pero la llamada brecha tecnológica hace que ese impacto sea diferenciado, que unas ciudades sean capaces de incorporarlas más rápida y extensamente que otras, lo que sin embargo no depende únicamente de que unas sean más ricas que las otras: como en lo fundamental las ciudades siguen siendo un hecho político, más importante todavía parecen ser la modernidad, apertura intelectual y creatividad de sus clases dirigentes.