CNE: El último clavo, por Gregorio Salazar

X: @goyosalazar
De nuevo a elecciones el próximo 27 de julio. Qué bien, no podíamos esperar menos. Y qué «casualidad»: justo un día antes de que se cumpla un año de la aplastante derrota oficialista del 28-J y a escasas dos semanas de la más alta abstención electoral de nuestra historia, el CNE convoca aparatosamente para la elección de alcaldes y concejales.
Cuando se trata de lo electoral, la «revolución» no da puntada sin dedal ni para lo micromolecular. Ni la escogencia de la fecha de los comicios se libra del interesado cálculo partidista. De modo que el mismo día –28 de julio– que la oposición celebrará el avasallante triunfo –todavía sin resultados oficiales– de Edmundo González Urrutia sobre la ventajistamente poderosa maquinaria electoral chavista, la cúpula gobernante armará su aquelarre por haberse hecho el día anterior con la mayoría de los 335 alcaldes y los 2.471 concejales.
Todo sigue a pedir de boca entre el régimen y el domesticado aparato electoral que debería responder a los venezolanos y no a una parcialidad minoritaria y usurpadora. Así, pues, tampoco conoceremos los resultados del 25-M ni se sabrán a ciencia cierta los del 27 de junio. Y eso no porque haya que escamotear una «victoria» a rivales que no se presentarán al terreno, sino porque resultará imprescindible ocultar la realidad numérica del rechazo de los electores que se plasmará en una abstención pasmosa y vergonzante para el sistema.
A la ya conocida carga de distorsiones, flagrantes violaciones a la ley y abusos de poder que condujeron a minar gradualmente la fe en el voto y luego a la destrucción operativa del sistema electoral, ahora se sumó una modalidad según la cual, vistas las denuncias y los ejercicios numéricos, los porcentajes de votación no cuadran con las adjudicaciones parlamentarias.
Varias habrían sido distribuidas a dedo para garantizar una representación mínima de los sectores distintos al oficialismo que decidieron participar en los comicios para la AN que, otro desmán, asumirá dentro de 7 meses.
Tal vez nadie tenga la información a mano para demostrarlo milimétricamente. Pero dicho empíricamente, nadie me va a convencer que, por ejemplo, Timoteo Zambrano le ganaría una elección en este país a Jesús «Chúo» Torrealba para el más mínimo cargo por el cual ambos compitieran. Por trayectoria, respetabilidad y reconocimiento nacional el resultado sería obvio. Pero hemos llegado al estado en que el primero ya ni se ocupa de hacer campaña electoral. Y el segundo, pese a su trayectoria, esfuerzos colectivos, visibilidad y movilización quedó fuera.
Algunos análisis post electorales hechos por quienes desde sectores de la oposición llamaron a votar el 25-M ponen énfasis en las falencias de ese lado para explicar la indiferencia de la gente ante la cita comicial. Y se señala como responsabilidad propiamente de la dirigencia, la falta de unidad, la falta de un plan, la falta de un proyecto político y la falta de una simbología, virtudes y ventajas que, así lo señalan, felizmente sí se encuentran en el cercado oficialista.
No se entiende por cuál razón se hace omisión del peso de dos aspectos cruciales determinantes de la abstención por encima de todo precedente: el colapso institucional del CNE, comenzando por el absoluto irrespeto al sufragio como fundamento de la soberanía popular y por tanto de la República misma y, en segundo lugar, la convicción de la inmensa mayoría de los venezolanos de que eso es exactamente así. Convencimiento que fue potenciado por el llamado de María Corina Machado.
Trágicamente, veremos la nueva gran engullida en pos del nada disimulado objetivo de copar todos los espacios del poder en Venezuela por tiempo indefinido. No importa que al propio PSUV le resulte difícil completar sus propios representantes en las mesas, como ocurrió el 25 de mayo. El combo de acólitos en la seccional peseuvista del CNE resolverá cualquier coyuntura.
La adjudicación a dedo de diputados a conveniencia oficialista y, para colmo, anunciada por el presidente de la AN viene a ser el último clavo en el ataúd de lo que proclamaron hasta el cansancio como «el mejor sistema electoral del mundo». Ese es el muerto, ese es el cadáver que contiene.
*Lea también: El 25 de mayo, el país habló, por Gonzalo González
De perogrullo: No habrá regreso de los ciudadanos a las urnas de votación y por tanto una salida electoral, pacífica y constitucional a esta profunda crisis nacional mientras no se restablezca la confianza en el órgano electoral, un reseteo completo de su integración y funcionamiento, lo cual sólo podrá ser posible en el marco de una recomposición del juego entre los actores nacionales. De otra forma seguiremos en calidad de rehenes de una fuerza de ocupación que secuestra el Estado de Derecho y obstruye toda posibilidad de reencuentro de los venezolanos con las libertades y la prosperidad.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo