¡CNE ya!, por Teodoro Petkoff
Ya fue firmado el Acuerdo. Las obtusas reticencias de ciertos integrantes de la Coordinadora, en particular las de Fedecamaras, y las de algunos de los inmancables “analistas” y “anclas” de TV, por esperadas, no constituyeron ninguna sorpresa. Pero ello no alteró el sentido general del evento, que constituyó un logro del sentido común y del realismo político de ambas partes –y también de la tenacidad y la paciencia de César Gaviria.
Una vez firmado hay que tener clara una cosa: el Acuerdo no es una solución por sí mismo. Lo que iba a dar ya lo dio: colocar al pie de un mismo texto las rubricas de Gobierno y oposición. No es más que un marco político, una plataforma política. No es allí donde está expresada la que sería una “hoja de ruta” hacia la solución democrática, pacífica y electoral de la crisis. Esa “Hoja de Ruta” debe ser diseñada ahora. La importancia del documento deriva de que salva y remacha la presencia internacional en el desenvolvimiento del proceso que debe llevarnos al referéndum revocatorio. Este país puede contar con que los ojos de la OEA y del Grupo de Países Amigos no se van a apartar de nosotros. Ya eso justifica el paso dado. Fue un éxito político para el país. Debería ser el inicio, para la oposición, de una dinámica del éxito. Esa dinámica tiene ahora un item prioritario: la elección del CNE. Sin CNE no hay RR. Obvio. Las demoras en su designación son demoras para el RR. Obvio también. A nadie conviene más la rápida designación del organismo electoral que a la oposición. El gobierno no tiene apuro. Pero quien convoca es el CNE. Y sin CNE no hay convocatoria.
Faltan apenas dos meses y medio para que se cumpla la mitad del periodo presidencial. No hay, pues, tiempo que perder. Designar los quince rectores del cuerpo es cuestión de sentido práctico y de pragmatismo. No hay que magnificar los obstáculos ni exagerar las perversiones posibles.
En un organismo donde estén representados los dos grandes bloques políticos en que está dividido el país es imposible un fraude masivo. Así como en el antiguo Consejo Supremo Electoral AD y Copei se vigilaban mutuamente y más allá de irregularidades locales o regionales, era imposible alterar los grandes números de una elección, de igual modo en un CNE con presencia de ambos lados, es muy difícil jugar camunina. A menos que la oposición esté idiotizada y, créanlo, en materia electoral, eso es muy difícil imaginarlo en veteranos de nueve campañas electorales nacionales e incontables campañas municipales y estadales de 1958 a esta parte. Menos aún es posible un quiquirigüiqui si los mecanismos de vigilancia internacional son activados –como sin duda lo serán.
De allí que el famoso “quinto miembro” del CNE debe ser asumido pragmáticamente. Con tal que sea una persona seria, en el fondo no importa hacia dónde se incline su corazoncito. Ahora, a quien interesa no dejarse empantanar en la búsqueda de un “quinto” químicamente puro o, lo que sería aún más absurdo, sesgado hacia la oposicíón, es a esta. Con un pueblo movilizado y atento, no hay quinto malo.