¿Cochina ahorcada?, por Teodoro Petkoff
El viernes en la mañana la Sala Constitucional tenía prácticamente listo el CNE. El periodista Eleazar Díaz Rangel, director de Ultimas Noticias, después de mucho pensarlo, había accedido a integrar el órgano electoral. Díaz Rangel cerraba el círculo. Su reconocida seriedad e integridad personal, la firmeza de su carácter y su vida irreprochable, lo hacían, en una coyuntura tan vidriosa como la que vivimos, la garantía de que el CNE no se iba a prestar para ninguna marramucia y que actuaría con estricto apego a la ley. Pero, todavía sin haberse hecho pública su designación, el viernes en la tarde Díaz Rangel fue sometido a una brutal y desconsiderada salva de pesada artillería mediática. El éxito de ésta fue fulminante. En la mañana del sábado, Díaz Rangel declinó. La Sala Constitucional entró en crisis, y hasta ayer en la noche no había logrado encontrar el decisivo quinto rector del CNE. Se dio a sí misma una miniprórroga hasta hoy, y no tendría nada de raro que ésta se prolongue unos días más. La que pudo haber sido una rápida decisión consensual se ha tornado un drama cargado de peligros.
¿A quién conviene el caos? ¿A quién conviene trancar el juego? A ambos extremos.
Por un lado, es el mismo esquema que condujo a la “carmonada” y al “paro indefinido”. Es el insensato juego golpista. Por el otro lado, Chávez, que no quiere RR, no desaprovechó la oportunidad, que nuevamente le colocaron en bandeja de plata, de enturbiar el agua y lanzó un ataque despiadado, amén de chantajista, contra la Sala Constitucional del TSJ. Más aún, el oficialismo intenta colocar hoy al alto tribunal bajo la presión de la amenaza de la reforma de la Ley del TSJ, convocando una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional para llevar a cabo esa discusión. Los extremos se tocan y se retroalimentan mutuamente.
El resultado perseguido por ambos es el de remachar el escepticismo respecto de la realización del RR. Unos y otros piensan que mientras más dudas existan sobre la posibilidad del referendo más se fortalecen las posiciones “duras”. Los que en ambos sectores apuestan al “choque inevitable”, se frotan las manos.
Se trata de posturas, ambas, que no coinciden para nada con el grueso de la opinión pública, que desea soluciones pacíficas. Pero el enorme poder mediático de ambas, su capacidad de copar espacios comunicacionales, puede causar estragos, como de hecho los ha causado en el pasado reciente, y ahora han abierto un peligroso bache en el proceso de designación del CNE.
A propósito de esto, quizás a la oposición le convenga recordar que lo perfecto es enemigo de lo bueno, y que su línea no deben determinarla los francotiradores opináticos.