El coco de Gustavo Petro y Andrés López Obrador, por Ariadna García
Los venezolanos nos hemos vuelto como esos evangélicos incómodos que van predicando un apocalipsis cercano, nuestro apocalipsis tiene nombre y apellido el “Socialismo del Siglo XXI” que comenzó Hugo Chávez y que ahora ejecuta su sucesor Nicolás Maduro. Nuestra tragedia es arrojada a cualquiera que se nos cruce por delante, exhalamos sin parar las devastaciones de la revolución chavista, sus consecuencias y sus heridas, vamos poniéndonos como ejemplo del horror, no nos importa si nuestro interlocutor desea o no desea escucharnos.
Durante las elecciones presidenciales en Colombia, Iván Duque usó nuestro drama para sembrar miedo entre los colombianos, los pendones propagandísticos que cubrieron algunas calles decían “no quiero vivir como venezolano”, mientras de este lado se alertaba sobre lo peligroso que sería la llegada de Gustavo Petro al poder, “un exguerrillero”, “chavista”, “comunista” que “volvería trizas” el vecino país.
Ahora vuelve el coco pero con otro protagonista: Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México, este último sí logró llegar a la Presidencia y con una amplia mayoría. No falta leer los millones de comentarios, las comparaciones, el regaño a los mexicanos, los calificativos, “qué hicieron”, “qué brutos”, “no aprenden”, “¿no nos ven?”, “quédense con su comunismo”, “no pensaba emigrar para allá”, la lista es enorme así que mejor la detenemos allí.
Bien, no solo es agotador y recalcitrante lo anterior, sino que además es osado pensar que los venezolanos podemos darle lecciones de todo a otras naciones cuando todavía no hemos podido ponernos de acuerdo entre nosotros para finalmente hacerle frente al Socialismo del Siglo XXI que carcome todo a su paso y que cada día hunde un poco más nuestra dignidad.
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Cada país vive sus procesos, cada uno aprende de sus propios horrores, no hace falta que nos despepitemos a enumerar los de nosotros. Al igual que un individuo una nación no aprende con cabeza ajena. Respeto a mis hermanos latinoamericanos y en cada elección deseo que voten con la cabeza y no con el corazón, deseo que sus países se levanten, que dejen atrás la corrupción, la violencia y que se conviertan en naciones prósperas donde la libertad, el respeto a los derechos y la democracia sean su bien más preciado.
Sobre Petro ya no me interesa debatir, pero sobre López Obrador sí diré una cosa: no reconozco a ningún individuo que afirma lo siguiente “Fidel fue un gigante, un gigante a la misma altura de Mandela”. No puedo sentir afinidad con alguien que ve a Fidel Castro como un “gigante”, “humanista” y defensor de la libertad, cuando fue este quien sumió a su población por más de 60 años en una dictadura que cada día se vuelve más pesada para los cubanos.
México viene de periodos marcados por la violencia y la corrupción, hoy ambos monstruos los amenazan con más fuerza, no puedo juzgar su elección, tampoco la de los colombianos, solo puedo desearles lo mejor, porque al final de todo, las devastaciones del comunismo no son tan necesarias contarlas, se reflejan hasta en nuestros huesos.
“Ganó la izquierda”, “ganó la derecha”, creo que no hay derecha buena, izquierda mala o viceversa. Al igual que en la vida en la política no hay una receta, al final todos hallan la forma de robar, de engañar, de someter. “Allá viene el coco” y el coco está en todos lados, está entre nosotros, crece en esos niños arrastrados por las desigualdades y la falta de oportunidades en nuestra región, el coco amenaza la democracia porque seguimos sin matar al coco