Cogobiernos, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Los cogobiernos vienen de muy atrás. Que son eternos, no. No son eternos. Pero sí, a veces, necesarios. Pensemos en algo que sucedió hace más de dos mil años, El Rapto de las Sabinas (hacia la mitad del siglo VIII AC). Según Tito Livio eso se debió a que los romanos tenían pocas mujeres y querían tener grandes familias para llegar a ser un estado más poderoso. Aunque Ovidio más tarde dijera que eso era mentira. Que los romanos fueron empujados solamente por sus necesidades carnales.
Cierto es que invitaron a los sabinos a una tremenda fiesta en Roma. Los sabinos fueron, tomaron, comieron y brindaron y a una señal de Rómulo, quien se levantó, dobló su manto y lo arrojó, y en un click del momento, los romanos se apoderaron de treinta mujeres. Una sola de ellas era una mujer casada, Hersilia, pero esto no fue impedimento para que se convirtiera en la esposa de Rómulo el fundador de Roma.
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Los sabinos quisieron emprender una guerra, para limpiar el honor perdido y vengarse pero ella, Hersilia, habló con Rómulo, su actual esposo y el rey de los sabinos, Tito Tacio. Se convino en un cogobierno que duró hasta la muerte de este último. Sin la actitud conciliadora de Hersilia esto no hubiera sido posible. En cuanto a un posible cogobierno entre el marido sabino y el romano, no sabemos. Es ciencia cierta que a los historiadores, aunque chismosos, les interesa menos lo personal que lo público.
En cuanto a la ficción hay varios libros que tratan de un personaje bueno y uno malo dentro de una misma persona, si eso se puede llamar cogobierno quién sabe. Cierto es que en un libro excelente sobre el tema, The Strange case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, del escritor británico Robert Louis Stevenson, publicado por primera vez en el 1886 se trata de la dualidad del bien y el mal en una misma persona. Se empezó vendiendo por un chelín en el Reino Unido y en un dólar en los Estados Unidos. Después de una crítica favorable en The Times el 25 de Enero de 1886, empezó a tener mucho éxito.
Y en ese reino que se encuentra entre la realidad y la ficción, pasan también cosas muy extrañas. Contaba la famosa soprano Renata Scotto que es noticia porque murió hace poco, para ser más precisos, el 16 de agosto de este año, a la tierna edad de 89 años, que convivió la mayor parte de su vida con el espíritu de María Malibrán, excelente soprano española, quien, según ella, había reencarnado en su persona.
Las cosas se dieron así. En Edimburgo el 3 de setiembre de 1957 cuando la Scotto tenía solo 23 años, la Callas debía cantar la Sonámbula de Vincenzo Bellini. Pero la Callas se sentía cansada y llamaron a la Scotto para hacer su suplencia. Lo hizo tan bien que tuvo 12 llamadas en solitario. Ella sintió que eso era obra del destino, opinión que fue reforzada por la misma Malibrán aunque ella hubiese muerto en el 1836, más de 100 años antes.
En un libro escrito por la Scotto, ella cuenta que se encontró al final de la década de los 50 en una sesión espiritista y se manifestó la cantante preferida de Vincenzo Bellini, María Malibrán, quien le rogó que cantara a menudo la Sonámbula y la Norma para complacerla. También le dijo que se sentía triste por haberse muerto tan joven y ver así truncada su carrera que era una de las más exitosas de la historia del bel canto. Al terminar la sesión, alguien le pidió a la médium que firmara un papel y la firma era igualita a la de María Malibrán. Mucho más tarde la Scotto compró una carta original de la soprano. Así ella misma pudo comprobar la autenticidad de la firma.
Y uno no puede dejar de preguntarse si aquella noche del 1957 en Edimburgo el espíritu de la Malibrán se adueñó de la Scotto en un caso de posible reencarnación, ¿cómo quedaron después? ¿una o dos personas? ¿Una o dos almas?
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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