Colaboracionismo y dictadura (1), por Rafael Uzcátegui
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En los últimos días ha trascendido una discusión, orbitada en torno al llamado Foro Cívico, sobre cuál debería ser la actitud frente a la instauración de un gobierno de facto. Como esto pretende ocurrir el próximo 10 de enero, no es de extrañar que estas disputas postergadas, de las cuales se habían hecho alusiones previamente de manera metafórica e indirecta, ocupe el interés de la conversación pública en los actuales momentos.
Empero, no es un debate estrictamente nuevo. Ya en la anterior dictadura, la que inició en 1948 y se consolidó con la designación del militar Marcos Pérez Jiménez como presidente, diciembre de 1952, las fuerzas políticas también discutieron sobre qué hacer frente a un régimen autoritario. Por un lado Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) asumieron una estrategia insurreccional y de lucha desde la clandestinidad, dado que sus organizaciones habían sido ilegalizadas. Del otro, la Unión Republicana Democrática (URD) y Copei, quienes continuaron haciendo vida política de manera abierta, desde mecanismos pacíficos.
Hay poca investigación disponible que describa con detalle las estrategias y polémicas de las diferentes organizaciones, de aquel entonces, sobre cómo abordar la situación. Si las redes sociales hubieran existido, hoy tendríamos el registro de un intercambio, intenso y duro, entre Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, quienes representaban posiciones divergentes.
Aunque las organizaciones democráticas en el país tenían una corta vida, diferentes temáticas ya los habían enfrentado, incluso a puños, en las calles de Caracas. Un ejemplo fue la Guerra Civil en España que, aunque lejana, se vivía con intensidad por las emergentes organizaciones partidarias. De un lado los partidarios del bando nacional y franquista, girando alrededor de Copei y de figuras como el propio Caldera o Arturo Uslar Pietri. En la acera contraria, los entusiastas del bando republicano, con AD y el PCV a la cabeza.
Aunque los limitados textos que hablan sobre la vida orgánica de nuestros partidos, en el lapso de 1948 a 1958, sugieran que hubo una trayectoria lineal hasta la conformación de la Junta Patriótica, en 1957, lo cierto es que hubo matices y posiciones encontradas. En el texto «A cincuenta años del plebiscito del 15 de diciembre de 1957», de José Alberto Olivar Pérez, se dejan en evidencia los grises de las estrategias.
Citemos: «Durante el curso de la dictadura el partido Copei logró mantenerse en la legalidad pero en actitud pasiva sin representar mayor peligro para el régimen. Incluso, algunos de sus militantes habían aceptado convalidar la farsa eleccionaria de 1952, incorporándose como diputados en la Asamblea Constituyente de 1953 y en cargos gubernamentales de menor jerarquía. No obstante, la dirigencia de este partido asumió una estrategia de bajo perfil, sin comprometerse con acciones insurreccionales».
En otro texto, «Partido Socialcristiano Copei: aportes y legado a la política venezolana del siglo XX», Eduardo Valero Castro escribe: «Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Copei nunca abrazó la violencia como forma de lucha política, todo lo contrario, a la actitud que tuvo Acción Democrática y el Partido Comunista. Esta actitud de resistencia cívica y pacífica fue muy criticada en su momento, ya que fue catalogada como blandengue». Para escándalo de quienes afirman que la controversia es un «ataque», el intercambio tuitero entre Caldera y Betancourt hubiera sido para coger palco.
Según Olivar, en 1954 comunistas y adecos crearon el «Frente Nacional de la Resistencia», sin la presencia de los socialcristianos. Hasta 1957 este investigador habla que un «consenso de élites» daba sustento al gobierno militar.
Ese año el empresario venezolano Armando Carriles afirmaba que en el país existía «un ambiente tranquilo, de orden y respeto»: «En Venezuela no existen trabas (…) sino que hay múltiples oportunidades con una población apta y laboriosa, aumentada de continuo por una corriente inmigratoria, un régimen legal amplio, que concede al capital extranjero las mismas garantías que al nacional y no tiene un solo precedente de expropiación o confiscación, un sistema impositivo leve y un ambiente tranquilo, de orden y de respeto».
El 1 de mayo de 1957 la iglesia da un paso al frente y se difunde una Carta Pastoral, suscrita por monseñor Arias Rafael Blanco, a propósito del Día del Trabajador, en la que en tono litúrgico se refutan los supuestos avances de las políticas gubernamentales: «La Iglesia no solo tiene el derecho, sino que tiene la gravísima obligación de hacer oír su voz para que todos, patronos y obreros, Gobierno y pueblo, sean orientados por los principios eternos del Evangelio», aseguraba. Ese año, según la Constitución vigente, tocaba hacer elecciones. El único líder de proyección nacional dentro del país era Rafael Caldera, cuya candidatura unitaria de todos los factores democráticos podía derrotar al autoritarismo en las urnas.
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Sin embargo, si esta representaba una «candidatura potable» fue truncada en agosto de 1957, cuando se ordenó su detención. Pérez Jiménez suspendería finalmente la convocatoria a elecciones, ordenando la realización de un plebiscito para decidir si continuaba o no al frente del gobierno. Dos meses antes se había fundado la «Junta Patriótica Venezolana» a la que sí se incorporaría finalmente Copei, dejando atrás –por ineficaz- su política de no confrontación con las autoridades.
Luego del fraudulento plebiscito, en donde aquel dictador recibió el 86% de los votos, Olivar apunta: «los diferentes sectores que sustentaron el régimen dictatorial asumieron posiciones distantes cada uno por su lado, esperando ver si el Gobierno podía ser capaz de seguir manteniendo la «paz política y social» de los últimos años». Afortunadamente, para nuestra historia democrática, se impuso la desobediencia y la agitación.
Rafael Uzcátegui es sociólogo y codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (Gapac) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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