Colapso de la alimentación en Venezuela comenzó hace 14 años
Un estudio de investigación de la UCAB revela que desde 2004 el nivel de consumo no se ha podido recuperar, evidenciándose una caída brusca en 2012 y 2013. Resalta que entre 2013 a 2017 los precios de los rubros alimenticios aumentaron 5,7 veces
En la última década se ha observado un cambio profundo en el consumo de los venezolanos generado por una serie de indicadores, como el alza desmedido de los precios, la caída en la capacidad de compra debido a la inflación y a la restricción en la oferta de bienes.
Entre esos cambios es evidente la caída en la demanda de alimentos a pesar de que buena parte de los ingresos se destinan a estos rubros. Un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) revela que el colapso en la demanda en el país comenzó hace 14 años, lo que conlleva a un largo período de deterioro en la capacidad adquisitiva de los consumidores y a un cambio obligado de sus patrones de consumo.
Para la investigación se tomaron en cuenta 60 productos que forman parte de la denominada “canasta básica”, agrupados en 18 rubros alimenticios. El objetivo se centró en el comportamiento de los rubros desde 1999 hasta 2017 con relación a la oferta, el grado de dependencia de las importaciones, el ingreso real de los hogares, la evolución de los precios en términos nominales y la estructura de los precios de los rubros básicos más significativos.
La poca oferta de bienes se recrudeció por la menor importación producto de la baja de los ingresos de divisas en el país, lo cual también ha hecho que rubros como la leche y sus derivados, el café, la sal, las carnes y los cereales se hayan contraído notablemente en su consumo tanto en cantidades (kilos per cápita) como totales.
«En el comportamiento general del consumo se pueden identificar tres períodos: Entre 2004 hasta 2007 caracterizado por la caída y posterior estabilización del nivel de consumo; el segundo, desde 2007 hasta 2012 de aumento sostenido en el consumo, y finalmente, el subperíodo que va desde 2012 hasta la actualidad, de desplome del consumo», resalta el estudio Evolución del consumo de alimentos en Venezuela, publicado por Luis Zambrano Sequín y Santiago Sosa.
Venezuela pasa por un proceso hiperinflacionario que se inició en octubre de 2017 al mostrar tasas de incrementos de precios de más de 100% mensual, para cerrar en julio con una variación anualizada de 82.766%. En un entorno donde la escasez generalizada de bienes se mantiene.
La investigación recalca que las carnes, leche y derivados, las hortalizas y grasas visibles siguieron un comportamiento ligeramente diferente al del consumo en general. Las carnes, leche y derivados no presentan el período de caída inicial, mientras que las grasas y hortalizas muestran un nivel de consumo bastante más estable hasta el 2012, cuando comienza el colapso general en el consumo de alimentos.
«Otro aspecto que es importante destacar es que, en casi la mitad de los productos, el máximo histórico se ubica al comienzo del período. Es decir, el consumo de alimentos se mantuvo siempre por debajo del nivel del 2004»
Y es que hace 14 años se ejecutó el referendo revocatorio contra el entonces presidente Hugo Chávez, para lo cual el líder del PSUV se preparó al utilizar todas las armas financieras que le permitieran incrementar el gasto público gracias a los altos precios del petróleo. No es casual que los registros también muestren aumentos considerables en hacia el año 2012, la última campaña presidencial de Hugo Chávez.
En el grupo de los cereales -por su parte- el consumo de harina de maíz y pasta alimenticia nunca volvieron a alcanzar los niveles del 2004. Mientras que el atún enlatado presenta un aumento sostenido en su consumo a lo largo del período. En cambio, la demanda de sardina enlatada y el pescado fresco cae inicialmente y tampoco vuelve a recuperar los niveles de 2004.
«En el caso del pescado fresco su comportamiento refleja el patrón caída-estabilización-caída, mientras que el de la sardina enlatada es caída-aumento-caída. Es decir, a pesar de ser del mismo grupo los tres productos se comportaron de forma muy distinta, en contraste con el de las raíces y tubérculos, donde los productos que lo integran evolucionaron de manera más homogénea».
También es notable la caída en el consumo por persona de la leche líquida, sobre todo para los años más recientes, es más fuerte que la de la leche en polvo. Mientras que el azúcar y el café, bienes considerados complementarios entre sí, muestran como es de esperar un comportamiento simétrico caracterizado por el patrón que es más común en el período: caída-aumento-caída.
«De los datos presentados, es evidente que entre 2012 y 2013 se inicia la caída brusca en el consumo de alimentos, aunque la tendencia a la reducción en muchos casos venía desde mucho tiempo atrás», indica el estudio
En este punto, resalta los casos del arroz y el pan de trigo cuyos consumos han caído en los años recientes. «En el caso del pan, el consumo per cápita hoy es aproximadamente la mitad de lo que sería recomendable».
Igual suerte ha tenido el consumo de frutas como la lechosa, el de pescado, pollo, carne de res y sardina, que se han acercado progresivamente a los mínimos recomendados.
«La leche en polvo, la margarina, el cambur, la pasta alimenticia, las caraotas y el azúcar desde mucho antes del comienzo de la más reciente crisis ya mostraban niveles inferiores al promedio histórico. A partir del 2012, los déficits en el consumo de estos alimentos se han incrementado notablemente, especialmente en los últimos tres años cuando la debacle en los precios petroleros ha profundizado la caída en el ingreso real de los consumidores».
El sector agroindustrial ha sido uno de los más golpeados por la conducción económica del gobierno chavista en la última década, caracterizada por la política de controles de precio y de cambio, la expropiación de tierras y estatización de muchos canales de almacenamiento, distribución y venta; así como de la disminución de insumos y materia prima para la producción.
En el último año se ha generado un alza en el consumo de algunos rubros, quizás asociado a la regulación de precios y a su distribución a través del programa de alimentación CLAP.
El impacto de la inflación
Sin duda alguna que en la caída del consumo ha influido la baja del poder adquisitivo producto de la alta inflación. El estudio de la UCAB resalta que al comparar la evolución del Costo de la Canasta Alimentaria en la que se incluyen 16 productos con el Índice de Precios del Consumidor (IPC) estimado por el Banco Central de Venezuela (BCV), se observa que a partir del 2005 el costo de la canasta compuesta sólo por alimentos aumenta a una velocidad mayor que la tasa de inflación promedio de todos los bienes y servicios que integran la canasta de consumo.
Esta divergencia se profundiza mucho más a partir del 2014, en un contexto donde la tasa de inflación se acelera considerablemente. «Esto es importante ya que, a medida que la situación económica ha ido empeorando, el gasto del consumidor promedio se ha ido concentrando en los rubros alimenticios».
Los cálculos presentados en el estudio resaltan que entre 2015 y 2016 el ingreso real por hogar, deflactado por inflación, cayó 40%; mientras que del 2016 al 2017 en 80%.
«Con el tránsito de la economía a una situación hiperinflacionaria, naturalmente el incremento del valor de la canasta, y por consiguiente el deterioro del ingreso real de los consumidores, se espera que sea mucho mayor ya que difícilmente la variación del ingreso nominal podrá compensar el incremento en el precio de los alimentos»
El aumento de los precios de manera nominal ha sido significativo en los últimos años, es por ello que el Gobierno en un intento por disminuir el malestar en la población que no puede acceder a los alimentos, decidió llevar a cabo una reconversión monetaria para eliminar cinco ceros al bolívar, apenas 10 años después de la anterior cuando se quitaron tres ceros a la moneda.
Durante el período estudiado (1999-2017) los precios de los alimentos ha sido en todos los casos superior al experimentado por el IPC. «Son de destacar los casos de los cereales, los huevos, las hortalizas y las leguminosas cuyos precios nominales han variado, en forma acumulada, más de 10 veces la variación que ha experimentado el Índice de Precios al Consumidor (que además de los alimentos, incluye otro conjunto de bienes y servicios)».
Sin embargo, hay que observar el notable contraste que se pone en evidencia cuando se divide el lapso considerado en dos períodos: 1999-2012 y 2013-2017. El primero de inflación crónica elevada y el segundo que incluye el tránsito de la economía hacia una situación hiperinflacionaria.
En el primer período (1999-2012), aunque los precios de los alimentos acumularon una variación promedio superior a la del IPC, la desviación promedio de 1,6 veces fue sustancialmente menor que la experimentada en el segundo período (2013-2017) cuando los precios se elevaron 5,7 veces.
«Al deflactar los precios nominales por la inflación, se pone en evidencia el fuerte incremento en los precios reales que ha afectado a los alimentos en las últimas dos décadas, fenómeno clave para entender la importante merma en el nivel de vida de los habitantes en Venezuela. La tasa de variación promedio de los precios reales para todo el período (1999-2017) fue de 668,9%, buena parte de la cual se ha producido en los últimos 5 años (565,6%)».
En los primeros 14 años del lapso considerado (1999-2012), los precios reales de los alimentos se incrementaron en casi 61% (una cifra ya considerable). Mientras que el pescado fresco, las frutas, las hortalizas y los tubérculos registraron un alza acumulada superior al 100%.
«Esta situación cambió radicalmente en el subperíodo más reciente. En este caso todos los productos vieron incrementarse significativamente sus precios reales, llegando en algunos casos a magnitudes cercanas o superiores al 1.000%, especialmente en cereales, embutidos y leguminosas».
Recuperar el consumo
Los investigadores de la UCAB consideran que recuperar los niveles de consumo exigirá, sin duda, un importante incremento sostenido en los niveles de ingreso y, con seguridad en la producción interna e importaciones. En los últimos años se ha observado una amplia dependencia de las compras externas tanto de materias prima como de productos terminados lo que ha acabado con los incentivos para producir en el país.
De acuerdo al estudio hay bienes que registran una muy elevada dependencia de las importaciones en más de 40%, incluyendo los casos más extremos como: El atún, la leche en polvo, la caraota y las arvejas; así como la harina de trigo para el pan, el maíz, la cebolla, el aceite vegetal y el café.
«Destacan los casos de la carne porcina, el pollo, el atún en conserva, el café y el arroz, rubros que han visto incrementar los volúmenes importados de manera sustancial en estos últimos 20 años»
Pero sustituir las importaciones con producción local es un trabajo arduo que requerirá tiempo y financiamiento. No obstante, los educadores universitarios llevaron a cabo un ejercicio de simulación para mostrar cuánto se debe producir para bajar esa dependencia de las compras externas, si el objetivo fuese sustituir plenamente las importaciones que se registraron, en promedio, en el último quinquenio para el cual se dispone de información (2014-2010) y bajo el supuesto de que tal sustitución fuese técnica y económicamente factible.
«A partir de este ejercicio, en el caso de los cereales no es sorprendente el esfuerzo que tendría que realizarse para sustituir las importaciones de trigo y avena, rubros que como bien se sabe son difíciles de producir en el país dadas las restricciones climáticas. En el caso del maíz y el arroz, aunque no todas las variedades pueden ser sustituidas, las posibilidades de expandir la producción internas son más factibles».
En este sentido, resalta que el aumento de la producción de maíz y arroz debería ser de 106,3% y 33,5%; respectivamente, además de 333,6% en la siembra de caraotas, 310,8% del aceite de soya, 7,1% de la grasa porcina, 9,4% de la remolacha, 22.3% de la uva, 15,2% de la carne de bovino y 19,7% de la carne de pollo, 0,9% en la producción de huevos, 6,7% del atún fresco, 121,6% de la leche en polvo y 32,2% del cacao, entre otros.
Los economistas concluyen que como consecuencia de los choques macroeconómicos externos e internos, estos últimos más asociados a las decisiones de política económica, la estructura de precios relativos de los alimentos, con respecto al resto de los bienes y servicios asociados al consumo final y entre los propios alimentos, ha sido modificada en forma considerable alterando de manera permanente no sólo los niveles de consumo sino su estructura.
«Las implicaciones de estos cambios estructurales todavía son difíciles de predecir con la información disponible, pero, sin duda, van a afectar el desempeño del sector agroalimentario venezolano en el mediano y largo plazo».