Colombia: la paz en la encrucijada
La posibilidad de que el proceso de paz alcanzado con las FARC fracase es hoy mucho más cercana que hace unos meses, no solo por el paso guerrerista dado por algunos de los insurgentes sino por lo retrasos experimentados en la implementación de las medidas previstas para el post conflicto
Autor: Txomin Las Heras Leizaola
Colombia despertó este jueves 29 de agosto absorta por el anuncio hecho por el guerrillero Luciano Marín Arango, mejor conocido como Iván Márquez, de que reanudaría la lucha armada que por más de 50 años llevaron adelante las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la cual finalizó tras la firma de los acuerdos de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos en noviembre de 2016.
No deja de ser paradójico que Márquez, quien encabezó la delegación del grupo armado en las largas negociaciones de paz que tuvieron lugar en Oslo y La Habana, sea quien a través de un vídeo difundido a través de las redes sociales hiciese el dramático anuncio, acompañado del también guerrillero Seuxis Pausías Hernández Solarte, alias Jesús Santrich y otros comandantes que desde un primer momento renegaron del acuerdo de paz y volvieron a la clandestinidad.
El anuncio hecho por la disidencia de las FARC es el último acto de un complicado y zigzagueante proceso de paz que si bien se firmó con gran alborozo y respaldo internacional a finales de 2016, ha mantenido enfrentada a la sociedad y a las fuerzas políticas colombianas. La primera señal de alarma fue la victoria de los partidarios del No en el plebiscito convocado para ratificar o rechazar los acuerdos, evento que el entonces presidente Santos logró revertir introduciendo algunos cambios.
La victoria de los partidarios de no refrendar el acuerdo demostró la existencia de un importante sector de la sociedad colombiana contrario a pasar la página, al menos en los términos planteados por el gobierno de Santos, y la fortaleza de un sector político, especialmente representado por los seguidores del ex presidente Álvaro Uribe, partidarios se seguir aplicando la mano dura contra los insurgentes.
No en balde el actual presidente de Colombia, Iván Duque –pupilo de Uribe- ganó las elecciones presidenciales de junio de 2018, montado en la ola del triunfo en el plebiscito. La llegada del Centro Democrático al poder supuso un nuevo paso en el cuestionamiento al proceso de paz pues en su propuesta programática resaltaba la necesidad de realizar reformas a los acuerdos de paz.
De hecho, desde la oposición, especialmente desde los sectores de izquierda aunque no únicamente, se ha acusado al actual gobierno de ralentizar y ponerle palos a la rueda al proceso de implementación de los acuerdos.
El otro evento que hizo saltar todas las alarmas fue la detención en abril de 2018 del propio comandante Jesús Santrich, acusado de participar en una trama para exportar cocaína a Estados Unidos, lo que hizo que Washington solicitara su extradición. Finalmente, el guerrillero fue liberado por falta de pruebas, pero tanto él como Márquez desaparecieron de la vida pública hasta ahora cuando anunciaron su intención de retomar las armas.
Este movimiento de los disidentes de la antigua FARC refuerza sin duda alguna los argumentos esgrimidos en particular por el ex presidente Uribe para adelantar importantes cambios en el acuerdo suscrito por su sucesor en la Presidencia de la República, quien considera que las actuaciones de la guerrilla más antigua de América Latina han sido escondidas bajo un manto de impunidad.
Los defensores del acuerdo niegan esta afirmación e indican que los mecanismos de justicia especial previstos en el acuerdo garantizan que el conocimiento de lo ocurrido durante el largo conflicto como una forma de compensación para las víctimas. Las próximas elecciones locales y regionales en Colombia, previstas para el mes de octubre, serán una buena ocasión para corroborar si el partido del presidente Iván Duque –y su jefe político, Álvaro Uribe- logran capitalizar el anuncio de los comandantes guerrilleros.
Es importante destacar que, al menos hasta ahora, Márquez y Santrich representan a una clara minoría de la guerrilla de las FARC. Este grupo armado se convirtió en un partido político, bajo el liderazgo del antiguo comandante Rodrigo Londoño Echeverri, conocido por sus nombres de guerra Timoteo Jiménez y Timochenco, quien desde la firma de la paz ha mantenido una clara apuesta por continuar el proceso con todas sus consecuencias, más allá de sus denuncias por los retrasos y obstáculos que se han presentado para la reinserción de los combatientes y demás aspectos contenidos en los acuerdos.
Timochenco también tendrá que lidiar con un problema adicional derivado del hecho que el nuevo partido político que se creó a partir de las FARC conservó sus siglas aunque cambiando su significado –ahora se llama Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC)- mientras que los disidentes de la guerrilla continúan llamando a su agrupación FARC-Ejército del Pueblo, algo que no luce conveniente para sus propósitos de reincorporarse plenamente a la vida civil.
En su arenga transmitida por YouTube, Márquez adelantó su intención de coordinar acciones con el otro gran grupo guerrillero que aún hace vida en Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Esta posibilidad ha despertado grandes preocupaciones pues las fuerzas de seguridad colombianas habían recuperado el control de importantes zonas del país que ahora podrían volver a convertirse en zonas vedadas para la población civil y el progreso económico. Las relaciones que estos grupos puedan llegar a tener con el narcotráfico –un tema endémico en el país- sube las cotas de alarma.
La vuelta de las disidencias de las FARC a las armas tiene un componente internacional muy peligroso, especialmente en el marco de las ya delicadas relaciones entre Colombia y Venezuela. Ya el presidente Duque ha hecho públicas sus sospechas de que el régimen de Nicolás Maduro – a quien acusa de dar cobijo a sus líderes, así como a los del ELN- está detrás de este movimiento guerrillero, lo que sin duda enrarecerá aún más el explosivo clima entre ambas naciones.
La sociedad de Colombia se enfrenta en esta coyuntura a un momento decisivo de su trágica historia de violencia. La posibilidad de que el proceso de paz alcanzado con las FARC fracase es hoy mucho más cercana que hace unos meses, no solo por el paso guerrerista dado por algunos de los insurgentes sino por lo retrasos experimentados en la implementación de las medidas previstas para el post conflicto. La madurez y unidad de las fuerzas políticas en esta coyuntura para sacar adelante el acuerdo será fundamental para mantener los logros tan difícilmente alcanzados para acallar los fusiles.