Comentarios sobre la elección del CNE, por Gonzalo González
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Luego de un retraso no explicado que violó los lapsos prescritos por la legalidad, hay nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) o para ser más exactos, nuevo Directorio. El retraso, se especula, es atribuible a divergencias en el seno del régimen en relación a quienes iban a ser sus representantes, quién de ellos sería el presidente del ente, a la correlación de fuerzas entre el oficialismo y el no chavismo.
Toda la operación de eyectar el anterior directorio y sustituirlo por uno nuevo es cuestionable porque solo obedece a los intereses del oficialismo de tener un CNE resteado a todo evento con el continuismo del régimen.
La viabilidad de esta operación viene dada, no solo por la condición dictatorial de quienes gobiernan sino porque consideran que los costos a pagar son inferiores a las potenciales ganancias. También por el cálculo – no desmentido por los acontecimientos – de que el rechazo a la misma no iba a generar ninguna conmoción capaz de amenazar su materialización y mucho menos la gobernabilidad.
Sin embargo, el resultado pudo haber sido peor. Se especulaba que lo cocinado era una integración de mayoría calificada a favor del oficialismo, un cuatro a uno o un tres a dos en la cual la minoría la integrarían un representante propuesto por los partidos no chavistas con presencia en la an-usurpadora y uno cercano a la Plataforma Unitaria; la segunda integración hubiese sido un cuatro a uno disimulado.
Al final la conformación del nuevo directorio del CNE reproduce el formato anterior a la eyección. Lo cual es un reconocimiento, impuesto por la realidad política, de que la representación legítima de las fuerzas democrática es la de quienes están impulsando la elección de una candidatura unitaria mediante primaria abierta. Hay unos cuantos, usted estimado lector sabe a quienes me refiero, se quedaron «con los crespos hechos».
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Lo anterior no invalida ni disminuye los perjuicios que para la condición libre, justa y democrática del proceso electoral presidencial venidero supone, por ejemplo, que el inhabilitador de candidatos sea quien presida el CNE. Toda la operación de marras está alineada con los objetivos centrales de la estrategia continuista: impedir o dificultar la realización, a tiempo, de la Primaria para complicar la concreción de una candidatura unitaria, e incentivar la abstención ciudadana.
Por otro lado, creo que los nuevos rectores provenientes del mundo democráticos no tienen el nivel político ni técnico de la representación anterior del sector; y la que viene es electoralmente «la madre de todas las batallas». Espero que ese desnivel no conspire contra la calidad de sus desempeños.
Lo ocurrido no puede desviar de la ruta escogida de aprovechar las elecciones presidenciales en función de producir el cambio político ni contribuir al éxito de la estrategia chavista.
Por tanto, hay que pasar página, no darle más vueltas al asunto regodeándose en la ilegalidad de lo ocurrido. Un manejo comunicacional inadecuado del desacuerdo con lo acontecido puede convertirse en un costoso boomerang contra el objetivo estratégico de las fuerzas democráticas de lograr una caudalosa concurrencia ciudadana tanto a la Primaria como a las presidenciales, sobre todo a la última.
Hay que estar preparados para nuevas provocaciones mediante decisiones arbitrarias, ilegales, ventajistas provenientes del CNE. El adelanto de la fecha de las presidenciales reconvertida en mega elección puede ser el más relevante de esos actos. Adelantar los comicios ha sido un Farol habitual de Maduro y Cabello, pero con el cual puede suceder lo mismo de con «ahí viene el lobo».
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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