Comercio electrónico, por Sergio Arancibia
Una amiga mía que se casó recientemente encargó su traje de novia a una empresa china, que mediante catálogos electrónicos, ofrecía diferentes modalidades de esa mercancía para usuarias de todo el mundo. Para acceder a ello había que enviar las medidas exactas –tomadas de acuerdo a ciertos patrones claramente establecidos– y hacer el pago por medio de tarjeta de crédito o por transferencia bancarias de fácil acceso en la región americana. El traje llegó en perfectas condiciones y absolutamente dentro de los plazos establecidos. Además, se le podía hacer seguimiento al paquete correspondiente en su recorrido a lo largo del planeta. Si los chinos pueden hacer ese tipo de exportación electrónica, se pone que relieve que ello es posible y puede realizarse en forma masiva y habitual por cualquier exportador del mundo…. siempre y cuando se den las condiciones normativas, organizacionales e infraestructurales necesarias.
En primer lugar, para vender por vía electrónica a nivel internacional, se necesita tener páginas web suficientemente amigables y atrayentes, que puedan ser consultadas por cualquier usuario potencial del planeta Tierra y tener conectividad las 24 horas del día.
También se necesita un grado de apertura financiera internacional que permita a las empresas exportadoras tener cuentas en dólares en bancos de diferentes regiones del mundo, que sean accesibles por parte de los consumidores, y desde los cuales se puedan hacer transferencias a la casa matriz cuando se estime conveniente. También se necesita poder cobrarse por la vía de debitar tarjetas de crédito o de débito de validez internacional.
Si la empresa exportadora necesita repuestos o insumos importados, lo cual es lo más usual, se necesita, desde luego, poder realizar los pagos vía transferencia desde los bancos locales a los bancos de destino, o el uso de tarjetas de crédito o de débito, lo cual requiere, a su vez, de una cierta apertura de la cuenta de capitales.
Otro requisito importante es contar con empresas de transporte internacional que se encarguen de mover y entregar las mercancías a lo largo del planeta. Ese tipo de empresas se han desarrollado bastante, exhiben elevados niveles de eficiencia, y no es difícil contar con ellas, siempre y cuando se les deje establecerse y funcionar en un determinado país. Obviamente esas empresas, siendo empresas extranjeras, requieren remesar periódicamente a sus casas matrices, las ganancias que obtengan en las economías locales.
Otro aspecto importante es la normativa aduanera. Si cada caja con mercancía destinada al extranjero debe ser abierta en aduana y registrada minuciosamente, lo más probable es que el sistema sufra grandes retrasos y grandes pérdidas económicas y de competitividad. Eso se puede solucionar si al momento del envío en la empresa de courrier la caja genera una guía que va en forma inmediata y electrónica al servicio de aduanas, el cual aprueba o rechaza ese envío, en un lapso de 24 horas. Con ello la caja llega a puerto con esa decisión ya tomada sobre ella, y el servicio tributario se reserva el derecho a abrir en forma aleatoria un porcentaje pequeño de cajas.
Si las normas cambiarias del país exigen liquidar en las ventanillas oficiales los dólares recibidos, la información generada en la empresa receptora de las cajas, que viaja electrónicamente en cosa de segundos al órgano tributario, puede proporcionar toda la información que se necesite. Si los envíos menores a ciertos valores quedan exentos de la liquidación obligatoria y/o de ciertos pagos aduaneros, tanto mejor.
El comercio electrónico puede que no sustituya en forma absoluta al comercio convencional, pero ha venido ganando espacio en forma creciente y lo seguirá haciendo en el futuro cercano. Los países que quieran potenciar sus exportaciones –sobre todo las de manufacturas y las destinadas directamente al consumidor final– tienen que prepararse para ello. Llegar de último nunca es buena cosa