“Como lo que somos o como caballeros”, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
Twitter: @gvillasmil99
La reciente convocatoria por la OPS/PAHO para abordar el tema de la vacuna contra la covid-19 en Venezuela vuelve a reunir a nuevas –y a viejas– caras en torno a otra “mesa” en la que parecen sobreabundar los comensales pero faltar la vianda.
Contar en una reunión pretendidamente ejecutiva a más de una veintena de personas lo hace a uno temer, aquí en mi hospital, si todo esto no habrá de terminar en otro venezolanísimo “pase a comisión” que en nada contribuya con lo único que nos sirve: que llegue la vacuna a Venezuela, que se distribuya y que se aplique de manera transparente.
Los antiguos romanos tenían en la bona fide –la buena fe– a uno de los principios fundamentales del que fuera su más grande aporte a la construcción de Occidente: el derecho. Presumir la probidad de aquel con quien se trata y se acuerda sería natural en el debate público en cualquier sociedad “normal”, pero ciertamente no lo es en la nuestra.
“La buena fe se presume; la mala se demuestra”, suelen alegar en sus argumentaciones los juristas. Mucho me temo que en la Venezuela de la revolución sea todo lo contrario.
Más de 20 años de “tramparencias”, de fraudes y de patadas a la mesa por parte del régimen acabaron por evaporar cualquier traza de credibilidad y confianza en sus voceros, lo mismo dentro que fuera del país. Es la resulta de dos décadas de “medalaganismo” rojo. Estilo de hacer política implantado por un Hugo Chávez que, a la manera del célebre “Ciriaco el Sabroso” de Daniel Santos y del hace muy poco fallecido Johnny Pacheco, siempre quiso imponer su criterio apoyándose en una chequera que finalmente terminó quedándose sin saldo. Lejos quedaron aquellos días, pero viva está la larga estela de desconfianzas que dejaran.
El tiempo de los desplantes del chavismo se acabó, entre otras cosas porque la jaquetonería es un lujo que no está al alcance de “limpios”. Ante la covid-19 no sirven ni las bravuconadas televisadas ni las mandadas al carajo, sino las ejecutorias bien pensadas y conducidas.
Y en esta epidemia todo ello tiene un solo nombre: vacunar a los susceptibles, que al fin y al cabo somos todos. El pasado 11 de febrero, la OPS/PAHO convocó a una –otra– reunión entre expertos y oficiales de un régimen que ahora viene “pidiendo cacao” para ingresar al mecanismo Covax de acceso a la vacuna. Saludamos la convocatoria, pero no podemos ocultar nuestra decepción al no ver salir de allí integrado un equipo de vocación ejecutiva que salga a aplicar la vacuna bajo una dirección confiable y una programación transparente.
Confiablidad y transparencia que en ningún caso podría ofrecer el régimen chavista. No tiene cómo. Bástenos con citar la “perla” que todos escuchamos dos días antes, el pasado 9 de febrero, en el marco de una cadena presidencial:
“Vamos a vacunar a los médicos, al personal sanitario; vamos a vacunar a los sectores más vulnerables, a los maestros y maestras y luego a los integrantes de Somos Venezuela”.
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Se entenderá entonces que no nos sirvan las salutaciones vía Twitter expresadas por el señor Baladelli a la nueva “mesa de actores políticos, técnicos y académicos de Venezuela”; mesa esta que tememos pueda acabar olvidada en la inmensa “mueblería” que el chavismo acumula desde aquella primera de 2002 que de tan triste recordación nos resulta a todos.
Al señor Baladelli, nuevo responsable de la cuestionada OPS/PAHO en Caracas, sugerimos no dejar de atender a la reciente declaración que al respecto ofreciera a los medios el cardenal arzobispo de Caracas, su eminencia Baltazar Porras, quien expresara:
“Me parece irresponsable la forma en que tratan el tema de vacunas…esas 50 mil vacunas de covid-19 no deben ser dadas a quienes ellos decidan”.
No hay confianza en el régimen ni inyección internacional de última hora que la restituya. Confianza que tampoco puede reclamar para sí la OPS/PAHO, que por más de 20 años han estado avalando esto con su anuencia cuando no con su silencio. Lo mismo cabría decir de los organismos del sistema de NN.UU, si bien menos “rayados” que aquel otro, cargan al hombro cuan pesada piedra de amolar con el fardo que les dejara el inefable señor Grohmann antes de ser despedido por el régimen rojo con lágrimas en los ojos y casi que con banderas a media asta al término de su misión.
Venezuela no necesita tanto de otra “mesa” como de un potente equipo de conducción puesto frente a un programa de vacunación que no tiene precedentes en nuestra historia sanitaria. Mesas van y mesas vienen; declaraciones, tuits, de todo. Pero al ansiado equipo por ningún lado lo vemos.
Hace rato que se acabó la presunción de la buena fe en Venezuela. Sus despojos quedaron en el hombrillo tras 20 años de manifestaciones brutalmente reprimidas, de censura a los medios, de violaciones a los derechos humanos, de engañifas y de “marramucias” de toda índole, las mismas que sepultaron a nuestro país en el lugar 176 del ranking de países más corruptos del mundo solo superado por Siria, Sudán del Sur y Somalia.
A partir de ahora, en Venezuela, la buena fe se ha de demostrar de antemano. Porque de la otra, de la mala, tenemos todos suficiente constancia. De manera que ni reuniones con galletitas y café en la sede de OPS/PAHO en La Castellana, fraternos “chateos” con la burocracia internacional o meetings en Washington DC: en Venezuela tenemos que entendernos aquí y en los verdaderos términos de las cosas, por ásperos que sean.
Nuestra tragedia sanitaria no admite más cosméticas. No es a William Ury al que hay que seguir citando sino al mismísimo Maquiavelo. Porque somos, el chavismo —responsable último de este drama— y los venezolanos los que estamos frente a frente con la epidemia en medio.
Aquí ya no hay más espacio para “ecumenismos” políticos. La distancia que nos separa del chavismo hace años que dejó de ser política e ideológica para hacerse ética. Personalmente no tengo amigos en ese campo político-ideológico ni los quiero. Lo único que me interesa de allí es un acuerdo en esta materia del que surja un cronograma de vacunación en el que se definan claramente logística, recursos, tiempos de ejecución, estructuras operativas, responsables de campo e indicadores, además de una veeduría creíble. Sin trampas ni “camuninas”, sin agendas ocultas ni tinglados tras bastidores. Estamos ante una materia que es, literalmente, de vida o muerte.
Hasta donde nos sea posible participaremos en todo esfuerzo por convenir con el régimen en este asunto, aunque sea con el pañuelo puesto en la nariz. De allí que eleve hasta los “camaraditas”, desde mi modesta condición de médico y de ciudadano, el mismo exhorto de don Mario Moreno “Cantinflas” en la célebre escena de la partida de dominó de su película El gendarme desconocido de 1941:
“¡O jugamos como lo que somos o como caballeros!”.
Procuremos que sea del segundo modo.
Venezuela nos lo reclama.
Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.
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