Complejidades de la polarización política, por Félix Arellano
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La dinámica política de la región está experimentando un proceso de fragmentación polarizada, pero la polarización, producto de la creciente participación de grupos populistas y radicales, está alcanzando mayores niveles de complejidad; inicialmente se presenta bajo el tradicional esquema del enfrentamiento entre derecha e izquierda, pero avanza a expresiones novedosas y más destructivas, pues está en juego el funcionamiento y existencia de la democracia y de los valores liberales que constituyen su fundamento.
Podríamos quedar cortos de perspectiva, si limitamos la observación de la polarización exclusivamente al enfrentamiento entre derecha e izquierda, que está planteado en la mayoría de los casos, pues en la medida que los sectores populistas y radicales, gracias a las bondades de la democracia, logran el poder, para ufanarse de su legitimidad de origen, van orientando sus estrategias al desmantelamiento de las instituciones democráticas, en particular, las libertades y los derechos humanos.
En este nuevo nivel de complejidad, la polarización se presenta entre los defensores de la democracia competitiva y los promotores del autoritarismo, que va asumiendo diversas tonalidades, definidas como: autoritarismo competitivo, autoritarismo hegemónico o democracia iliberal.
Los radicalismos, no obstante sus diversas expresiones, presentan importantes coincidencias, entre otras, aprovechan las oportunidades que ofrecen las democracias; luego, desarrollan narrativas manipuladoras, con muchos elementos comunes: como el nacionalismo, la supremacía de la soberanía nacional sobre el orden internacional, la xenofobia, la exclusión y discriminación de los que piensan diferente.
Otra importante coincidencia tiene que ver con en el manejo de los instrumentos de penetración y control social, ya que las diferentes versiones del autoritarismo privilegian el uso de las nuevas tecnologías de las comunicaciones y, en particular, de las redes sociales, para llegar a la población y estimular confusión, malestar e inestabilidad en el sistema. Adicionalmente los populismos y radicalismos, de cualquier color, coinciden en el rechazo a controles, límites y sanciones; todos ellos elementos funcionales fundamentales para la democracia.
En el uso de la manipulación tecnológica a gran escala, cuenta con un respaldo activo de los actores de la geopolítica del autoritarismo, en particular de Rusia, China, Irán y Corea del Norte. Los laboratorios de comunicaciones de los grandes centros de poder del autoritarismo trabajan sin descanso en el desarrollo de la llamada guerra hibrida, caracterizada, entre otros, por la generación de falsas noticias, desinformación e inestabilidad para erosionar las instituciones liberales, aprovechando sus bondades.
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Pero también mantienen los clásicos esquemas de apoyo a los grupos que generan inestabilidad, violencia social cercana al vandalismo; que luego, en sus falsos discursos, presentan como la legitima protesta social. Promover confusión para generar descontento e inestabilidad. Ahora bien, las prácticas de manipulación del descontento social, encuentran en nuestra región condiciones favorables, por los graves problemas estructurales que arrastran la mayoría de nuestros países, que se han exacerbado con los perversos efectos sociales de la pandemia del covid-19.
Los populistas y radicales de forma directa o subliminal promueven la tesis de las bondades del autoritarismo para generar crecimiento económico y estabilidad política. Al respecto, sobredimensionan casos como el desarrollo económico de la China comunista y, más recientemente de Vietnam, sin reconocer que ha sido posible cuando sus partidos comunistas superaron el grave error de satanizar el mercado.
Entre las manipulaciones del autoritarismo también destaca la estrategia de promocionar el eufemismo de la democracia iliberal de partido único con la farsa de procesos electorales, dinámica puesta en escena por la dictadura cubana desde hace varias décadas. Libreto que están desarrollando fielmente el dúo Ortega-Murillo, en la progresiva destrucción de la institucionalidad democrática en Nicaragua.
Una clara evidencia del importante papel de la geopolítica del autoritarismo en la promoción de los movimientos populistas y radicales en la región, indiferente de su orientación, la hemos podido apreciar recientemente con el papel de Rusia, que ha enviado una delegación de alto nivel, presidida por el General Yuri Borisov Viceprimer Ministro, a fortalecer sus relaciones con gobiernos autoritarios de la región, en pleno desarrollo del conflicto con Ucrania.
Adicionalmente, el Presidente Vladimir Putin recibió en Moscú a Jair Bolsonaro Presidente de Brasil y uno de los representantes del radicalismo conservador. Días antes se reunión con Viktor Orban Primer Ministro de Hungría, uno de los promotores del autoritarismo conservador a escala global, crítico de la integración europea, de la que aprovecha sus beneficios, pero se resiste a cumplir con las obligaciones.
La promoción del autoritarismo se desarrolla con una narrativa simplificadora y, como toda simplificación, desvirtúa la realidad, ocultando aspectos fundamentales, entre otros, la sistemática violación de los derechos humanos y, en el plano económico, el hecho de que el mercado, en última instancia, se mantiene controlado por el autócrata.
Como se ha podido observar brevemente, la intervención de los actores de la geopolítica del autoritarismo es relevante; empero, no debemos caer en otra simplificación, y asumir que los factores externos representan el factor fundamental del deterioro de nuestras instituciones democráticas. Como bien sabemos son diversas las causas de nuestra problemática y, entre ellas destacan: la atomización de los sectores democráticos, los personalismos y la desconexión de los partidos y sus líderes con la grave situación de los sectores más débiles.
Al abordar algunas de las recientes experiencias sobre la complejidad de la polarización en la región, podemos destacar el caso de Bolivia donde, en una primera lectura, el enfrentamiento entre el partido de MAS de Evo Morales y una oposición democrática fragmentada, reproduce el tradicional esquema del enfrentamiento entre la izquierda y la derecha; empero, al realizar una observación más exhaustiva, se puede apreciar que el trabajo de Evo Morales se orientaba a la progresiva destrucción de las instituciones democráticas y las libertades.
En el caso de Perú, el enfrentamiento entre Pedro Castillo de Perú Libre y Keiko Fujimori de Fuerza Popular, en la segunda vuelta de las recientes elecciones presidenciales, también reproduce el clásico y anacrónico enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. Ahora bien, al analizar el programa de gobierno de Perú Libre se observa su objetivo de desmantelar la democracia liberal.
Los desafíos que genera la polarización, en sus diversas manifestaciones, se presentan muy complejos, lo que exige de un enorme esfuerzo de los partidos políticos, la sociedad civil y cada uno de los ciudadanos que valoramos las libertades y los derechos humanos, para trabajar en equipo y poder enfrentar los cantos de sirena de los radicalismos autoritarios, que manipulan con falsos discursos con el único objetivo de perpetuarse en el poder.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.