Con coraje, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Coraje. Esa es la palabra que define a empresarios, industriales y comerciantes que trabajan en Venezuela. Coraje como sinónimo de valor, de impetuosa decisión y esfuerzo, de apasionamiento y valentía, de perseverancia y paciencia con la que se acomete el oficio ejercido ante un conjunto de adversidades.
No estoy hablando de superhéroes, porque no me gusta endilgarle calificativos a hombres y mujeres que se dedican a producir productos, bienes o servicios para obtener una ganancia.
Pero sí me refiero a hombres y mujeres que, en esta Venezuela tan convulsa, han tenido que sacar lo mejor de sí para seguir de pie y no morir en el intento. Como dicen los coachs ontológicos, «reinventarse», salir de la zona de confort, revisarse, transformarse, desarrollarse, optimizar los procesos y tomar riesgos para fluir con la crisis.
Es una cuestión de sobrevivencia, mas no de entrega.
Y aunque en el país se han ido levantando muchos de los controles perversos que durante años fueron impuestos y llevaron a terribles niveles de escasez y desabastecimiento de alimentos y medicamentos, no se han aprobado políticas reales destinadas a impulsar la producción nacional y diversificar la economía, más allá del petróleo. Potenciar la agricultura, por ejemplo, para que se convierta en verdadero pilar de desarrollo del país.
En los tres últimos años, capitales de procedencia desconocida han sido invertidos en un país azotado por la pobreza. En el área metropolitana de Caracas, especialmente, vemos edificios inteligentes, restaurantes y hoteles cinco estrellas, bodegones, tiendas por departamento, supermercados y casinos, y productos suntuarios que han sido importados de manera desmedida, que reactivaron débilmente la economía para el disfrute de unos pocos, muy pocos.
Sin embargo, muchas empresas formales levantadas con esfuerzo, dedicación y algunas con gran tradición familiar, han tenido que sacar pecho para surfear la ola en las dos últimas décadas.
Devaluación e inflación
Ahora, en apenas dos semanas, el tipo de cambio en el mercado paralelo se ha depreciado 25%. Ya nadie confía en nuestra moneda de curso legal, el bolívar. Y los bolívares que aún circulan sólo buscan comprar dólares para respaldarse.
Por ignorancia –o con premeditación–, el gobierno sigue sin diseñar políticas monetarias, fiscales ni cambiarias serias, que le hagan frente a este desastre que ellos mismos causaron.
Muchos de ustedes saben que soy empresaria y que, como yo, miles estamos viendo cómo afrontamos este monstruo inflacionario acompañado de devaluación, pero además la voracidad fiscal de un gobierno que nos tiene agobiados.
Sé de muchos pequeños comerciantes que tiraron la toalla ante la imposibilidad de pagar impuestos nacionales y municipales; o las tarifas exorbitantes de servicios básicos que no reciben; e incluso ante el impedimento de enfrentar reposiciones de inventarios con esta subida del dólar.
Algunos, lamentablemente, me informan que se mantendrán activos hasta diciembre y no reabrirán puertas en enero.
Estamos frente a un gobierno que lejos de aupar al sector privado, lo empuja al abismo para que se vaya por el despeñadero. Ante este desastre, otros más optan por migrar a la informalidad. Y la economía informal no aporta riquezas a la nación. Así de simple. Por supuesto, también atenta contra la poca estabilidad laboral, contra el crecimiento de los emprendedores y contra las empresas que siguen luchando para mantenerse abiertas.
El gobierno persiste en su error. Medidas espasmódicas no darán óptimos resultados.
No quieren aumentar los salarios para mantener a freno la inflación, después de controlar la hiperinflación que ellos mismos causaron en 2017 con el desmedido incremento del gasto público; prefieren incrementar la cantidad y porcentaje de tributos mas no la base imponible –verbigracia, el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras y la próxima Ley de Armonización Tributaria–; y persisten en inyectar dólares al mercado –en detrimento de las reservas internacionales– para mantener a raya la divisa norteamericana, que además está infravalorada.
Así, inflación y devaluación van de la mano en una carrera desbocada, mientras se sigue apostando a la economía de puertos.
¿Qué hacer? Aumenten la capacidad productiva; y a corto y mediano plazo podrán comenzar a ver resultados. No le sigan dando la espalda al sector empresarial e industrial del país, a los pequeños y medianos emprendedores, a quienes pueden generar empleos de calidad.
Noviembre está a punto de terminar y nos preocupan nuestros números. Los ingresos han sido inferiores a lo que normalmente estimamos para este mes del año.
En definitiva, en Venezuela no es fácil ser empresario. Hay que tener coraje para ello. A diario enfrentamos tantos obstáculos para garantizar que bienes y servicios de calidad lleguen a los venezolanos. Pero sobre nuestras cabezas pende la guillotina de un Estado que, viéndose privado de los millonarios ingresos por concepto de petróleo, está dispuesto a acabar con quienes aún proveen recursos al fisco.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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