Con la inflación hemos topado, por Teodoro Petkoff
Nicolás Maduro ha dicho que desde 1999 hasta hoy los dos gobiernos, el suyo y el de Chávez, han aumentado 28 veces el salario mínimo. Lo dijo con el énfasis de quien se jacta de una gran hazaña. Tal vez no percibió que está hablando, en realidad, de un gran fracaso.
El fracaso de una política económica que no ha logrado abatir la inflación y ante la cual se ha limitado a promover una carrera entre ella y los salarios, los cuales, tal como lo revelan las 28 alzas, siempre van a la zaga de aquella. De hecho, en estas circunstancias, en ausencia de un ajuste estabilizador, cada incremento en los salarios añade más gasolina a la candela inflacionaria. Cada alza salarial se la traga golosamente la inflación.
¿O es que el gobierno piensa que la inflación se combate con más inflación? Hay experiencias en otros países de América Latina, y también en el nuestro, de exitosas políticas antiinflacionarias, en las cuales los incrementos salariales forman parte de un paquete.
Sí, de un paquete, de un conjunto de políticas. Por lo pronto podrían pedirle una manito a Evo Morales, a Dilma Rousseff, a Michelle Bachelet, y no digo a Cristina Kirchner ni a Pepe Mujica porque a ellos pareciera que el papagayo está comenzando a enredárseles.
Todos estos países, además de Perú, pasaron por hiperinflaciones, o sea, alzas en los precios de varios miles porcentuales al año, y sin embargo, con sensatas líneas de conducta económica, que, por cierto, son de mero sentido común, lograron llevarla a tierra. La constante subida en los precios castiga, ha sido dicho miles de veces, con feroz implacabilidad, precisamente a los más pobres, a los más vulnerables, a quienes poseen menores capacidades para defenderse. No deja de ser una cruel paradoja que hayan sido gobiernos llamados «progresistas», supuestamente volcados a la atención de los sectores más humildes, los que han provocado las peores crisis inflacionarias en el continente. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.