Con su música a otra parte, por Carlos M. Montenegro
A estas alturas del año 2018 la presencia de gente proveniente de Venezuela en la capital de Argentina es inocultable. En cafeterías, bares, comercios, hoteles, tiendas de moda, empresas de alimentación, universidades, establecimientos, galerías de arte, compañías o industrias se puede encontrar emigrantes venezolanos, la mayoría jóvenes, tratando de buscarse la vida en una sociedad que los ha recibido con desigual talante, aunque predomine la acogida cordial.
Sobran motivos para que así sea. El origen de la inmensa mayoría de los ciudadanos argentinos es extranjero y no de muy larga data. Su excelente cultura promedio y avidez por estar al día, no les hará olvidar que ese importante contingente de venezolanos que están llegando, esforzándose por lograr un sitio en un nuevo país, lo hacen en circunstancias muy similares tal vez a las de sus padres y abuelos cuando llegaron desde mediado el siglo XIX en vapores repletos, la mayoría procedentes de Europa, escapando del hambre, la miseria, las guerras y de los gobiernos totalitarios, que les negaban el trabajo, el sustento y hasta la vida. Por tanto, los motivos que hayan llevado a esos nuevos recién llegados hasta su país no debieran serles ajenos.
Por otro lado, a mediados de los 80 del pasado siglo pude comprobar personalmente una verdadera corriente de agradecimiento y amistad de los argentinos hacia los venezolanos, debido a que Venezuela y Perú fueron prácticamente los únicos países de la región que dieron la cara por Argentina en todas las instancias internacionales especialmente cuando la mayoría de los firmantes del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) saltaron la talanquera y se pusieron del lado británico a raíz del infortunado evento de las Malvinas.
El 31 de agosto pasado una nota del diario Clarín decía: “a la Argentina están llegando unos cuatrocientos venezolanos por día, en su mayoría jóvenes, luego de emprender con escasos dólares una larga travesía desde su tierra. Durante los dos primeros meses de 2018 ingresaron al país 21.444 ciudadanos de ese país, a un promedio de 363 por día. Según la Dirección Nacional de Migraciones, desde 2016 las radicaciones aumentaron un 142 por ciento, de 12.859 a 31.167. La mayoría posee formación profesional”.
Según la misma nota, llama la atención la cantidad de jóvenes músicos venezolanos tocando sus instrumentos en las estaciones de ferrocarril, en los pasillos del metro, o en plazas públicas. Hasta ahí no es nada raro, pues desde los años sesenta era normal ver a músicos callejeros cantando sus canciones acompañándose casi siempre con sus guitarras. Fue como un subgénero de la música rock y pop urbana, pero lo llamativo es que no se trata de músicos callejeros improvisados al uso, sino de profesionales interpretando piezas de Mozart, Chopin, Bach y hasta del mismo Piazzolla. El hecho de su extraordinaria calidad interpretativa siendo tan jóvenes no es debido a ningún milagro, simplemente son una pequeña parte del más grande proyecto musical de la historia, creado en Venezuela y que ha dado formación musical durante casi medio siglo a millón y medio de niños venezolanos, en su mayoría de sectores de bajos recursos.
Se trata de una iniciativa creada por José Antonio Abreu Anselmi (1939-2018), un educador, músico, pianista, compositor y director de orquesta, economista y ex ministro de Cultura venezolano, fundador en 1974 del Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles, Infantiles y Pre-Infantiles de Venezuela, popularmente conocido como “El Sistema”, y en 1979 con esos alumnos fundó la hoy reputada Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional de Venezuela. Hoy El Sistema es una red de orquestas y coros infantiles y juveniles que ha utilizando la música a lo largo y ancho del territorio nacional, como la vía primordial para el progreso social e intelectual.
Este sistema ha sido modelo en países de Norte, Centro, Suramérica, y Europa, mereciendo reconocimientos internacionales, como el de la UNESCO o el Príncipe de Asturias 2008. El aclamado Gustavo Dudamel, actual director titular de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, comenzó con 4 años a tocar violín en El Sistema y dirección de orquesta con el maestro Abreu.
Omar Zambrano, un pianista alumno contemporáneo de Dudamel y productor audiovisual, durante varios años documentó el trabajo del Sistema mostrando como aquellos niños rescatados de los sectores más vulnerables generaban una verdadera revolución cultural, desde hace tres años vive en Buenos Aires manifiesta sentirse afortunado de que El Sistema naciera en su país. Cuenta, que un día sintió en la estación del “subte” (el metro) de Puyredon, el sonido de un corno francés muy bien interpretado por un joven, Eduard Cortez de 19 años, perteneciente al Sistema, y le preocupó que aquella música se perdiera entre el ruido de trenes y pasajeros; según dice “pensé que había que hacer algo”. Y lo hizo.
Junto a Boris Jerbic, un amigo argentino, se dedicaron a la tarea de congregar a los músicos inmigrantes venezolanos que quisieran trabajar de manera profesional en Argentina, salir de las calles y ofrecerles una forma de vida acorde con su talento.
Casi adolescentes se habían visto en la necesidad de abandonar su país, malherido por la catastrófica política, económica y social de un régimen que les negaba el futuro, dejando atrás barrio, familia, amigos, orquesta y maestros debiendo hacer un curso acelerado de supervivencia en una nueva tierra de la que poco o nada conocían. Afortunadamente muchos se reencontraron aunque no se conocieran, pues a la mayoría los unía el ser ex alumnos del Sistema.
Omar Zambrano y Boris Jerbic emprendieron la ardua tarea. Comenzaron por citar, vía internet, a una convocatoria para reunificar a los músicos venezolanos desperdigados por Argentina; al comienzo parecía una locura, sin embargo uno a uno fueron sumándose músicos, cada uno con historias sobre su largo y complicado proceso para lograr llegar hasta allí.
Abrieron una serie de audiciones para seleccionar a los músicos lo que desembocó, el 22 de Septiembre de 2017, en que aquel grupo de músicos inmigrantes venezolanos se reunieran en las instalaciones del Salón Dorado de la Casa de la Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ese mismo día quedo fundada la orquesta Latin Vox Machine, celebrando su primer ensayo formal bajo la batuta de un personaje muy especial: el Maestro Jooyong Ahn*el reconocido director de orquesta afincado en los Estados Unidos y nativo de Seúl, Corea del Sur, quien se encontraba al parecer en gira por Sudamérica, cuando supo de Latin Vox Machine.
Al conocer a fondo el proyecto no sólo se sumó a la propuesta sino que ofreció todo su conocimiento y colaboración permanente para el proyecto, lo que resultó vital para lograr el objetivo. Actualmente forma parte del equipo junto a Zambrano y Jerbic, productor y administrador, desempeñándose como director emérito de la orquesta que quedó formada por 27 músicos venezolanos (21 varones/8 hembras) completada con 9 invitados argentinos, una mexicana, un colombiano y un surcoreano. Además de la orquesta, sus músicos conforman grupos menores como el Latin Vox Brass, u otros ensambles menores de cuerda con presentaciones y repertorios propios.**.
La música hizo un milagro en Argentina. De la calle a los salones y pueden ayudar a los suyos, qué orgullo.
*Vean por favor a la orquesta Latin Vox Machine en estos dos breves documentos ensayando en Buenos Aires.
Latin Vox Machine – OBERON / 1er ensayo con el Maestro Jooyong Ahn
https://www.youtube.com/watch?v=gvgX1kWHyMg
Latin Vox Machine Concierto N° 20 de Mozart 3er Mov.
https://www.youtube.com/watch?v=136WD0Kl_Uc.
**Conózcalos en este link http://latinvoxmachine.com/sus-integrantes/