Coñatel, por Teodoro Petkoff
El episodio de Globovisión hay que inscribirlo dentro del marco del RR. En la medida en que esta opción aparezca cada vez más cierta vamos a continuar asistiendo a esta clase de procedimientos provocatorios, cuyo propósito no es otro que tratar de sacar de sus casillas a la gente, de exasperarla hasta llevarla a cometer errores. Escudándose en pretextos legales, el gobierno actúa con una desmesura represiva que no guarda proporción alguna con la supuesta violación de la ley que se arguye. Es como matar moscas a cañonazos. Así como en los casos de los campamentos petroleros, en particular el de Los Semerucos, la brutalidad, proverbial de la Guardia Nacional no se puede excusar con la negativa de los residentes a abandonar las viviendas, en el caso de Globovisión, la alegada utilización por parte de la planta televisora de frecuencias no autorizadas tampoco “da” para un procedimiento administrativo tan aparatoso y provocador. La desproporción de los operativos, el rotundo abuso represivo, hablan a las claras de una intencionalidad que va mucho más allá de hacer cumplir la ley -como con incorregible cinismo argumentan los ministros que se encargaron de colocarle una hoja de parra “legal” a la medida.
Aún si fuere cierto que Globovisión incurrió en uso indebido de algunas frecuencias –cosa que aparentemente no pudo ser demostrada– es obvio que en otras condiciones tal cosa se resolvería casi con un telefonazo y con los memorandos del caso. Si se procedió del modo como se hizo es porque la medida tenía poco o nada que ver con las “irregularidades” en que pudiera haber incurrido la planta televisora y sí mucho con el RR.
Cada día que pasa se hace más evidente que la perspectiva de tener que contarse le está quitando el sueño al gobierno y en particular a Hugo Chávez. Al RR llegaremos sorteando esta clase de emboscadas y tal vez algunas peores. Todos los recursos legales o seudo legales van a ser utilizados con desembozado ventajismo para sembrar de minas el camino referendario.
Sin embargo, la propia arbitrariedad de los actos del gobierno pone de bulto lo difícil que le resulta zafarse del RR. Si estuviera seguro de una victoria electoral no estarían pasando cosas de esta naturaleza. De hecho, no por casualidad no tuvieron lugar durante los siete procesos electorales que entre 1999 y 2000 ganó el régimen cómodamente. Entonces, la oposición parecía merecer el remoquete de “escuálida”. El gobierno se sentía sobrado. No veía la necesidad de golpes bajos ni de jugadas relancinas. Ahora es completamente diferente. El piso se le mueve bajo los pies y su comportamiento es típicamente azorado. Es obvio que no las tiene todas consigo y por ello recurre al argumento supremo de la fuerza, mientras su lenguaje se hace cada vez más descompuesto, traicionando un ánimo lleno de intranquilidad. No duermen bien los altos jerarcas. Demasiadas pesadillas pueblan sus noches.
De allí que haya que estar atentos ante lo que no sin razón el Centro Carter considera como el posible inicio de una nueva escalada en el enfrentamieto político, que “sin duda alienta la violencia”. No hay que olvidar que el gobierno no sólo provoca sino que hay gente que juega también a la provocación. En aguas revueltas, ganancia de pescadores.