Condiciones de victoria, Simón García
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Santayana, en su estudio sobre el filósofo y poeta romano Lucrecio, define a la inteligencia como «la presteza para ver las cosas como son». Al parecer la mayoría del país necesita anteojos porque no mira aquello que ven los dirigentes políticos para hacer lo que hacen.
Comparto mi resumen de lo que alcanzo a observar en el escenario:
- El proyecto ideológico y el modelo económico del gobierno hace aguas. La situación social y política del país exige cambios.
- El gobierno está en posición retrógrada. No puede revertir, antes de las elecciones, el desastre que le ocasiona al país.
- En ciertos sectores el descontento popular se está convirtiendo en movilización para exigir reivindicaciones básicas. La primera de ellas es el derecho a la existencia.
- Entre la protesta social y la oposición partidista no hay interconexión. Muy claramente el carácter de las luchas no formula un conflicto de poder. El abandono de la estrategia insurreccional favorece una amplia participación, incluida la de los maestros chavistas y dificulta la ofensiva represiva contra quienes exigen tener un salario.
- El gobierno no puede satisfacer medianamente las demandas de la población. Sus propuestas salariales estarán por debajo del valor que tuvieron durante la democracia en Venezuela y del que existe en los países más inviables de América. Sin control de la inflación no hay salario que valga.
- El gobierno con todo el peso que da el control hegemónico del Estado no es electoralmente competitivo.
- La oposición debe jugar con las cartas de la democracia, pero sabiendo que ella está restringida y que la casa es la que impone y cambia las reglas.
- La conquista de condiciones electorales democráticas solo es posible por la presión internacional y la formulación de una oferta de transición del poder aceptable para los actores e instituciones del régimen.
*Lea también: El asunto democrático como sospecha, Luis Ernesto Aparicio M.
Un repaso de las cosas como son, indica que una victoria electoral no está a la vuelta de la esquina para la oposición. La guerra de todos contra todos y la obsesión de aumentar la polarización interna y el fanatismo de parcela impide un acuerdo plural entre partidos, casi todos con menos del 2% de respaldo, que es condición necesaria para ganar.
La falta de sentido común entre los dirigentes de los partidos se está convirtiendo en falta de sentido país. Muy pocos están haciendo lo que exige una política que debe concentrarse en su aspecto electoral y en la generación activa de cultura democrática. Después de más de dos decenios de régimen autoritario deberíamos saber que los demócratas no nacen.
Ante este escenario, el método para escoger al candidato de la oposición no puede ser el pretexto para crear un conflicto insalvable entre primarias o consenso. Los altos dirigentes opositores tienen la oportunidad de conducir un triunfo y hay que obligarlos a que se unan para hacerlo.
A los ciudadanos, el último refugio para preservar la democracia, les corresponde impedir que durante el 2023 cada partido de la fraccionada y diversa oposición coja su pala para abrirle la tumba a otros polos. Un nuevo error opositor, cometido deliberadamente, implicaría una derrota de las condiciones de victoria. Un fracaso imperdonable.
Si no aparecen señales de unión entre los partidos hay que prepararse, desde la sociedad civil y los independientes, para no ceder. La inteligencia de los ciudadanos puede respaldar a un candidato a lo Fuenteovejuna. Si hay determinación colectiva, la desesperanza puede cohesionar una opción de triunfo. Resignarse es perder.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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