Condominios y conciencia ciudadana, por Tony Rivera Chávez
Autor: Tony Rivera Chávez | [email protected]
El mejor laboratorio para analizar la situación del auto-estima del venezolano está en mucho en ese núcleo donde habita y convive con ese anti-ciudadano convertido por obra y gracia de la ausencia de la norma necesaria para que sus espíritus no muestren comportamientos nada acordes con una sociedad moderna donde se premie la honestidad. Toda la armadura legal de los condominios fue transferida desde otros lugares con conciencia y formación ciudadana lo cual no aplico para una razón de ser de disciplina y orden.
El condominio nuestro es una suerte de ilegalidad bajo sentimientos colectivos y familiaridad donde impera la impunidad y se acelera la tendencia de lo peor del hombre lo cual no es una verdad absoluta pero se presenta. Ahora bien: ¿Que es la conciencia ciudadana? Es un agregado de valores acumulados desde la infancia, la educación, la familia, la religión, las amistades, la información externa (cine, radio, prensa, TV, etc.), los deberes, la honestidad y otros. Así digamos para ponderar el asunto que no basta recibir clases de honor para ser honorables.
La vida práctica es el criterio de la verdad. Los militares son un ejemplo de ello cuando en el mando absoluto totalitario son marginales a todos estos aprendizajes porque la realidad de sus anti-valores los llevan a una actuación dentro de un patrón salvaje apegado a la fuerza armada y no a las leyes (elaboradas por civiles) y la razón.
Igual ocurre en ciertos condominios cuando concurren equilibrios peligrosos entre los morosos, corruptos, violentos, salvajes y otro sector casi siempre mayoritario de gente de bien pero transformado en minoría porque desde esta escogencia cuando no hay leyes el honesto se hace minoría para pasarla mejor.
Desde este contexto a los ciudadanos de bien no se les hace nada feliz la convivencia cuando deben tolerar a su lado a esta «clase» que nos demuestran a cada momento el ¿Porqué? el País se encuentra sumergido en una impotencia total ante los abusos, la ilegalidad y los crímenes. El condominio es base de operaciones de las familias y núcleo esencial de la formación de sus hijos razón por la cual es de importancia vital la confrontación de estos hábitos y costumbres pero no desde el chisme y la descalificación a ultranza sino con principios éticos y morales.
Así desde la hojarasca de rumores y en el tumulto irracional muchas veces caemos en la difamación porque no existe un organismo o actividad para obtener la verdad cuando se trata de cuestionar la honestidad de algún miembro en funciones de coordinación en las juntas de condominios. Alguien puso en la Ley o en algún manual a las auditorias como mecanismo para finiquitar las cuentas pero este mecanismo además de oneroso es de dudosa aplicación y más bien podría ser peor el remedio que la enfermedad.
Si en el ayer las condiciones de las Instituciones permitieron este cultivo del sin valor ciudadano las cosas se han agravado cuando la marginalidad y la obediencia se conjugaron para desde el Poder Político Económico agudizar la crisis de los espíritus y principios para empujar aún más hacia el barranco a los hombres de bien. Hoy día los condominios callan por miedo al vecino corrupto que afrentan nuestras necesidades desde el bachaqueo, la chapa policial, el carnet del partido o el arma para hacernos convidados de piedra a la hora de pensar en una vida mejor. Son estos ejemplares los que establecen Normas y Procedimientos dentro de los edificios o instalaciones y como lo fácil de sus Ingresos le permite hasta repartir propinas entre vigilantes y conserjes se produce la farsa de ser denominados como Don, Señor o Doctores o cualquier título distinguido que eleven el ego del mal viviente y golpee la humildad del modesto trabajador. Mientras estos comportamientos no sean execrados de las comunidades ¡jamás! podremos no solo convivir con tranquilidad y progreso sino que estaremos criando hijos en ese proceder presente en la vida de los venezolanos que con la aceptación desde la hipocresía y el cinismo nos ha llevado a permitir la «esclavitud» de las ideas bajo la resignación y el ¿Qué le vamos hacer? Así los usuarios de las colas de la amargura crecen y crecen como una muestra que se le rinde culto a la corrupción y el abuso por la necesidad y el hambre cotidiana.
Lejos están otros pueblos donde por menos asaltan el cielo buscando libertad cuando los tratan de aplastar los malhechores. Sin conciencia ciudadana no hay democracia y mucho menos libertad.
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