Conexiones entre cooperativismo y resiliencia, por Nelson Freitez
Twitter: @nefreitez
En tiempos como los actuales, de emergencia humanitaria compleja y colapso de instituciones y servicios públicos, se generan múltiples obstáculos y adversidades para que la población pueda garantizar su trabajo, alimentación, salud e incluso la vida.
En el actual contexto venezolano se han desmantelado los sistemas públicos de protección y seguridad social, resquebrajado las capacidades de instituciones y empresas proveedoras de bienes y servicios y se ha producido un severo proceso de desintegración de tejidos sociales, expresado en las emigraciones masivas de la población y la fractura de familias, vecindarios y comunidades enteras.
El Estado, en tal contexto, se evidencia incapacitado para garantizar la mínima producción de servicios que resguarden la salud y la vida de la población y, además bloquea las condiciones para que la iniciativa de distintos grupos de la población pueda generarlos. Por el contrario, el proyecto de poder dominante ha venido desmantelando capacidades institucionales existentes y continúa trastocando iniciativas de la población para generar bienes y servicios que les permitan satisfacer necesidades.
Frente a este creciente desamparo diversos grupos de la población han repotenciado sus organizaciones y esfuerzos o emprendido iniciativas para procurarse apoyos y generar servicios que les permitan atravesar este ya largo desierto por el que hoy transcurre la vida de nuestra población. Entre tales organizaciones sociales se encuentran las cooperativas en diversos campos de vida social y económica del país, algunas con largas trayectorias desde los años 60 y 70 del siglo pasado y otras de más reciente factura, se han convertido en espacios valiosos de solidaridad organizada con el que cuentan familias, trabajadores y vecindarios.
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En su seno, dada su naturaleza de organización de doble propósito-asociación y empresa-, sus integrantes no solo intercambian recursos y ofrecen bienes o servicios a sus comunidades sino que comparten respaldos solidarios frente a contingencias, auxilios ante las urgencias y esfuerzos requeridos para acceder a penosos servicios de agua, gas o electricidad.
Esos espacios sociales cooperativos en esta Venezuela adquieren una significación trascendente porque, así como en los tiempos fundacionales del cooperativismo en Europa cuando el Estado no generaba bienes y servicios y la población trabajadora sobrevivía en el más absoluto desamparo, hoy en Venezuela también la desprotección social es total, sin seguridad social ni pensiones, con salarios y centros de salud precarizados. Ante ello, el cooperativismo constituye una práctica sustentada en la acción autónoma de quienes la asumen, basadas en recursos propios, experiencias y cultura, que potencia sus capacidades en la medida en la que fortalecen sus relaciones sociales basadas en la cooperación enfrentando en conjunto necesidades y adversidades. Las cooperativas de salud lo demuestran.
Es tan profunda esta crisis que ha generado lo que algunos especialistas denominan «daño antropológico», significando a personas, familias y vecindarios que ante la carencia total de oportunidades y medios para enfrentar necesidades y cambiar la situación que les agobia, pierden sus esperanzas y se sumen en un estado total de frustración y anulación de sus proyectos de vida. Ante esa desesperanza, la organización y la acción cooperativa se revaloriza como una práctica social desde la cual se puede impulsar iniciativas de rehabilitación, restablecimiento y regeneración de tejidos sociales afectados por los efectos perversos de esta emergencia humanitaria compleja.
El cooperativismo puede promover y fortalecer la resiliencia, ya que es una acción colectiva que incentiva el apoyo mutuo y la responsabilidad social, la autodeterminación de personas, familias y vecindarios y posibilita unir, multiplicar y distribuir equitativamente recursos para satisfacer colectivamente necesidades.
En una sociedad plena de insolidaridad, empobrecimiento y fractura social, los vínculos que se articulan en las prácticas cooperativas pueden indudablemente contribuir a fortalecer y expandir nuestra resistencia y resiliencia ante el abismo que nos circunda.
Nelson Freitez Amaro es cooperativista. Sociólogo y Doctor en Estudios del Desarrollo (Cendes-UCV).
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