Conmemoración sobre cenizas, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Teatro Teresa Carreño, domingo 5 de marzo. Conmemoración sobre las cenizas de un país. Fecha mortuoria convertida en añoranza de las abultadas y generosas alforjas de otrora, de las que dispuso a su antojo el difunto y de las que disfrutaron a sus anchas varios de los que allí concurrieron cuando fueron cabeza del poder en sus respectivos países.
Elogios, alabanzas y ditirambos al infinito. Unos más reservados en sus apuntes y otros definitivamente desfachatados, como Evo Morales recordando la participación que le hizo Fidel Castro sobre la proyectada realización de cien mil intervenciones quirúrgicas gratis (que no financiarían ninguno de los dos, obvio). Lo dijo todavía sonreído y con el asombro en los ojos.
Pero también se ha podido dar el lujo de mencionar el reparto de cheques, la ejecución a diestra y siniestra de planes populistas, financiar campañas electorales y de control social en Bolivia. No con el dinero de él, claro, sino con el del pueblo venezolano repartido mundialmente por el desenfrenado manirrotismo de un Chávez que se creyó dueño del mundo y de unos recursos petroleros que suponía inagotables.
Fue Morales, en efecto, una sanguijuela eficiente, pero no tan descocado como para destruir la economía de su país, como lo hizo su gran mentor, gran excepción en esto entre sus homólogos que se decían y dicen representantes del socialismo del siglo XXI.
Pareciera que Morales avergonzó hasta a los propios anfitriones, que no se dignaron incluir sus palabras en la reseña del evento hecho por Prensa de Miraflores. Otro tanto se puede decir de la participación del dictador Daniel Ortega, quien centró su intervención en un mensaje directo a Maduro. Una clara advertencia para la preservación de su futuro político, que al final se reduce al objetivo que condiciona todo lo demás: adueñarse para siempre del poder. A costa de lo que sea.
Ortega, sacando fuerzas de su chatarra física y mental, inició su intervención relatando una anécdota histórica de su país, según la cual los Estados Unidos habrían propiciado un encuentro personal entre Anastasio Somoza, el sanguinario tirano a quien el propio Ortega no le ha perdido pisada, y César Augusto Sandino. Tras esa entrevista, Sandino habría sido asesinado.
«Toda negociación con el imperio conduce a una condena de muerte», sentenció en lo que fue una inequívoca advertencia a Maduro, quien desde hace meses ha transitado a trompicones por un acercamiento con el gobierno norteamericano, donde convergen intereses políticos, económicos y sobre todo petroleros.
Tampoco recogió la prensa de palacio la advertencia de Ortega, una de las vedettes, junto con Raúl Castro, Morales y Zelaya, del evento en suelo venezolano, uno de los pocos donde sabe que cuenta con apoyo incondicional y brazos siempre abiertos, mientras recibe el repudio prácticamente universal por las atrocidades que ha perpetrado en Nicaragua arremetiendo con todos los sectores: Iglesia, partidos, ONG y últimamente contra la representación empresarial.
Las palabras de Ortega apuntaron inequívocamente contra el llamado proceso de «diálogo» entre Maduro y la oposición, apadrinado por el gobierno de Estados Unidos, cuyos pretendidos frutos no terminan por aparecer. Por lo pronto, puede estar tranquilo el sátrapa centroamericano. Maduro no da muestras de abrirse a un verdadero proceso de diálogo que implique la democratización de Venezuela, el regreso a la convivencia política, la vigencia del Estado de Derecho y la normal alternancia en el poder.
De hecho, esta semana el régimen se cerró más aún. Jorge Rodríguez, jefe de la AN, colocado en una posición de supremacía moral advierte que «los diálogos no son para perdones» y que quienes convertidos en lacayos y marionetas del imperio cometieron desmanes «deben pagar por sus crímenes». De ese lado no ha habido pecados pero ni veniales. Así que cero sanción y devolución de los bienes y recursos bloqueados.
Lo dice el vocero de un proyecto para el cual el crimen más grave que se puede cometer es disputarle el poder. Por las buenas o por las malas. Y para ello, por lo visto, siguen dispuestos a reinar sobre un mantel de cenizas, el mismo en el que han convertido al país y donde reunieron al club de depredadores de los recursos venezolanos y de las libertades en sus respectivos países.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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