Conmoción Nobel, por Gregorio Salazar

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La noticia cayó a primera hora de la mañana del jueves provocando una sacudida de ánimo, una suerte de estado de conmoción nacional que no ameritó de decreto. El Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado impactó a Venezuela con repercusiones propias de la ruda y prolongada confrontación interna: júbilo en la oposición, indignación en el oficialismo.
Las repercusiones apenas comienzan, pero desde ya para la oposición venezolana, que asumió a Machado como su líder desde la etapa inmediatamente previa a las primarias del 2023, y la vio construir una victoria electoral aplastante en condiciones desventajosamente insólitas, el Nobel es un reconocimiento justo y merecido del cual, por lo demás, se sienten parte consustancial.
Es más que comprensible que el grueso de la población que con el impulso de Machado votó y eligió abrumadoramente a Edmundo González Urrutia como presidente el 28-J, se identifique con las razones expuestas por la organización del Nobel al premiar a la venezolana «por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr unas transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia». Eso y no otra cosa fue su desempeño electoral, aún injustamente inhabilitada.
Machado ha aunado a través del tiempo carisma y capacidad comunicacional, espíritu de lucha, valentía en abierto desafío a un régimen autoritario y, en estos momentos, resistencia a la persecución política por parte de quienes han acosado y encarcelado no solamente a los integrantes de su incipiente organización política sino también a sus principales aliados de otras toldas.
Desde tempranas horas vino también la respuesta del sector oficial a la decisión de la Academia Noruega de Ciencias y Letras. La ganadora, se dijo a través de Radio Miraflores sin identificar vocero, es una «política extremista», «promotora de las vías violentas para propiciar un cambio de gobierno», creadora de unas brigadas de choque llamados «comanditos», «promotora del bloqueo económico» y «voz activa de una invasión militar».
Es la visión, se entiende, de un elenco cupular que no ha podido demostrar su supuesto triunfo reeleccionista; que en dos días aplastó a sangre y fuego las protestas contra el fraude; que lleva más de un año de persecuciones a dirigentes políticos, periodistas y activistas de derechos humanos; que antes de cualquier bloqueo destruyó la economía y que gradualmente fue resignando la soberanía nacional en manos de un gobierno extranjero, al cual ha entregado no sólo riqueza petrolera a manos llenas, sino participación en sectores estratégicos del orden nacional.
Arremetió, como era de esperarse, el sector oficial contra la Academia noruega, a su juicio empeñada «en restarle prestigio al Premio Nobel de la Paz», y esto no se puede leer sin recordar que bastantes esfuerzos dedicó el gobierno noruego a los diálogos para un proceso de solución pacífica a los conflictos del pueblo venezolano. ¿Fueron burlados o no esas iniciativas en búsqueda de acuerdos?
Es clara la repercusión global que ha tenido el Nobel a Machado, lo que viene a potenciar la visibilización del grave conflicto existencial de los venezolanos. Ojalá también viniera contribuir, con el reforzamiento que recibe su liderazgo, a una resolución en el ámbito de la paz y de respeto a los derechos humanos, aunque no es precisamente el marco en el que se vienen proyectando los acontecimientos ni la vía que estuvo en mente desde los centros del poder nacional desde los albores del proceso revolucionario.
«¡Libertad!» es el grito que acompañó a María Corina Machado a lo largo de su recorrido electoral a lo largo y ancho del país. Un clamor que no ha cesado y que resuena ahora con más fuerza en los oídos cerrados de los detentadores del poder.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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