Conquista del planeta Editorial de Fernando Rodríguez
Ya sabemos que entre nuestros objetivos mayores como nación, según el plan de gobierno del candidato Chávez, es la de convertirnos en una verdadera Potencia (ya tenemos un avión no tripulado, un satélite y otro en camino), alcanzar muy juntitos con los rusos un mundo multipolar, donde le demos lo suyo al capitalismo (salvo al ruso, supongo) y, en consecuencia, salvemos el planeta de su destrucción, lo cual a decir verdad sería una lástima porque tiene playas muy sabrosas y aquí y allá se preparan unos platillos muy gustosos. Pero lo cierto es que las cosas, al menos por estos días, no parece que van en esa deseable dirección para la patria de Bolívar. Situación a lo mejor pasajera, pero muy real.
Fíjense en el caso sorprendente de la salida del presidente Lugo, inesperada, relancina: express. Sobre ésta no queremos dejar dudas sobre nuestra posición. Es una desgracia. Si alguna duda quedaba sobre la naturaleza democrática del caballero destituido basta para demostrarlo la manera impecable como este abandonó pacíficamente el poder, llamó a la armonía nacional y se puso al servicio de su país por el resto de sus días.
Como todo un Carlos Andrés. A ese gesto hay que agregarle que contaba con un amplio y decisivo apoyo de la comunidad continental, aun de países muy respetables, como el Brasil de la Rousseff o la pacífica Costa Rica, entre muchos. Por si fuera poco le quedaban sólo ocho meses de mandato. Y ciertamente el juicio defenestrador parece formalmente un mecanismo constitucional que hacía muy cuesta arriba la defensa debida.
Por lo demás la actuación de Lugo en un país que fue durante décadas una satrapía oligárquica fue siempre prudente y progresista, se le solía ubicar en esa izquierda sana que es lo que necesita el continente.
Pero para el salvador del planeta fue un golpe muy especial. Resulta que el presidente encargado, desde el viernes hasta las elecciones, es un aguerrido enemigo de nuestro Caudillo que colaboró intensamente con cerrarle la entrada a Mercosur por varios años, no hay enemigo pequeño, y se vanagloriaba de haber impedido el acercamiento de su país a las turbias y empobrecidas aguas del Alba. La rabieta debe ser enorme. Tanta como aquella por el inolvidable, circense y estrafalario, derrocamiento del compañero Zelaya; que por cierto, ¿en que anda metido el fantástico guasón?
Otro detalle menos estrepitoso pero muy revelador de la mengua de nuestra planeada potencia planetaria es la lucha a muerte que lleva el candidato izquierdista López Obrador en México para demostrar que a ese señor Chávez no la ha visto ni en pintura. Cosa muy repetida, hasta en supuestos curruñas como Humala, que han huido despavoridos del fatídico contagio electoral.
Y, por último, y no se dirá que no es bastante para una semana, la exclamativa distancia de la presidenta brasileña del prócer Ahdmadineyad en la cumbre ambiental, con lo cual reitera, como dijo Boccanegra en estos días, su desprecio por lapidadores de mujeres y otros horrores, principismo moral que contrasta con las picardías innobles de su distinguido y por muchas razones notable antecesor. A lo mejor fue por eso que el iraní pasó como una exhalación, casi como una nada, por estas tierras en que es tan bienamado y celebrado.
Asunto complicado, pues, eso de dárselas de peso pesado cuando no se llega ni a pluma, cuando hasta los vecinos del barrio nos miran tan de reojo.
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