¡Constituyente ya!, por Eduardo López Sandoval
La ley del estatuto que rige la transición a la democracia, que así se llama, dice así: “Se trata de una iniciativa normativa de la Asamblea Nacional que aspira a preservar la Constitución de 1999 como pacto de convivencia para la vida cívica de los venezolanos.”
Los serios intentos de este nuevo parlamento, completo diferente a los presididos por Ramos, Borges y el otro sujeto, y hasta contrario, en tanto este nuevo Presidente se atrevió a resolver, –o por lo menos lo intenta–, el problema de la permanencia del Interfecto en Miraflores y su manera comunista de entender la política, causa fundamental de los males que sufre el país. Contrario a las tres anteriores gestiones, porque fueron tres años perdidos, lanzados por el barranco de la demagogia y la corrupta tolerancia. La Asamblea Nacional, con mayoría opositora, fue por tres años exitosa en su objeto: que el gobierno permaneciera.
Hoy, con los mismos votos, bajo el mando de Juan Guaidó, hace un serio intento por cumplir la promesa y el Acuerdo surgido de las elecciones parlamentarias de 2015. Se aprecia
Este esfuerzo vale estas palabras para Guaidó y quienes los acompañan en esta hermosa aventura democrática.
El estatuto que rige la transición a la democracia dice preservar la Constitución de 1999 como pacto de convivencia para la vida cívica de los venezolanos… ¡Pija padre que lo piso! ¡Barajo!
Damos el beneficio de la duda, que estas son las corrientes palabras que denotan las intenciones de respetar el Estado de Derecho, dice que el nuevo gobierno se diferencia, –y se acepta–, del Poseso Bolivariano Revolucionario del Siglo XXI, que atropella varias veces por minuto en la mañana de todos los días a la Constitución. Dentro de alguna neurona de quienes dirigen el nuevo gobierno debe estar el germen de la idea que la Constitución del 99 debe ser cambiada. Por cualquier vía que permita la propia Constitución, Enmienda, Reforma o una nueva Constitución, ésta debe ser cambiada en fundamentales aspectos. Señalaremos sólo dos que serán explayados en sucesivas entregas.
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Nos referimos a algunos caracteres que regañan la inteligencia democrática moderna y que estuvieron signados por la presencia circunstancial pero dominante de un líder descaminado, Chávez. Es así que es un perentorio deber corregir, uno, eso de ser bolivariano. Bolivariano no es ni será nunca el gentilicio que ha de distinguir a los nacidos en esta tierra; bolivarianos son los adeptos a una posición política, que es por demás errática, torpe, tosca y chambona,…. Bolivariano no es el gentilicio que nos distingue. No. Yo por ejemplo, nací en la Calle 8 de la ciudad de Calabozo, capital del Municipio Miranda del estado Guárico, que ocupa el centro geográfico de la República Bolivariana de Venezuela, y no soy bolivariano.
Dos, la otra perentoria corrección a la Constitución del 99 se refiere a un error que heredamos de la colonia y reafirmamos en las veintipico de constituciones que nos hemos gastado. Este mal es la centralización.
La centralización del total del poder en un hombre es carácter común de los regímenes totalitarios, monárquicos, autocráticos, fascistas, comunistas, nazistas, racistas, y socialistas del siglo xxi. En Venezuela con la Constitución del 99 ocurrió la más sangrienta violación a un venezolano, ocurrió que sin dejarse de llamar Federal al Estado, de un plumazo, –más bien de un fusilazo–, eliminaron el fundamento de la existencia en el Poder Legislativo de los Estados Federales, fulminaron a los Senadores. La Cámara del Senado que era formada por dos Senadores por cada Estado fue asesinada.
¡Constituyente ya!
Es el escenario para confeccionar un nuevo pacto democrático…