Construir la oposición que el país necesita, Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Muchos estarán de acuerdo conmigo cuando afirmo que se tiene democracia solo si hay una oposición fluida, activa, capacitada, honesta, inteligente y valiente. Pareciera que ser de oposición fuese una tarea tanto o más exigente que la de ser gobierno…además que con menos recompensas.
Por fluida se quiere decir que tenga una verdadera democracia interna, donde los valores humanos toman posición de acuerdo a su positivo desempeño, lo que algunos llaman meritocracia. La perdida de la «fluidez» se concreta con la formación de castas.
Además, activa porque debe estar en permanente y positiva actividad, nunca detener el contacto con la población ni separase de ella, más allá de ser época electoral o no.
Capacitada es un muy importante punto. Hay que educar e instruir a los propios y, en lo posible, a toda la sociedad. Los factores del gobierno mantienen una permanente capacitación de su gente, que, si bien adolece de acartonada y unidimensional —repitiendo catecismos sin matices, reduciendo el albedrío de las personas a fórmulas rígidas—, la oposición debería capacitar a sus partidarios apelando a la diversidad de fuentes, al enriquecimiento y a la profundidad del pensamiento.
Honestidad es algo que no se puede decretar, lamentablemente. Pero sí se puede ser estricto con la ética interna. Es terrible que casi nadie valore la política como una actividad decente, pero tal actitud, justamente es la que permite que muchas personas sin valores se acerquen a la política en la presunción de que es parcela para la falta de ética sin consecuencias. El considerar deshonesta a la política es el mayor respaldo para que sea así.
Inteligente, que no se refiere a destrezas abstractas o puntaje del IQ. Inteligencia vista como lo contrario a la obcecación, a la repetición de conductas sin evaluación ni enmienda. Más bien a la apertura a lo positivo, al establecimiento de metas a largo plazo para desplazar el «inmediatismo». Y valiente, un término peligroso por confundirse con arrojado, sin pensar previamente. Valiente es dar la cara con franqueza defendiendo los propios ideales incluso cuando no son bien vistos. Valiente no se refiere a armas o agresiones sino a autoestima y serenidad.
En Venezuela, con democracia o dictadura, siempre ha habido oposición, aunque a veces automática, sin discernimiento.
En el siglo XIX los federales decían que se definían así solo por contrariar al otro bando. Si unos dicen blanco los otros dicen negro. Es un juego infantil y suicida. La oposición debe construir país desde su esquina, no destruir. Jamás debe jugar a ser antipaís. Oposición es un sector de la nación con diferentes ideas y enfoques, también con diferente equipo humano, pero nunca es contrario al país, ni se alegra por el sufrimiento de la población (menos aun sabiendo que luego le pedirá su apoyo a ese mismo pueblo).
Ningún gobierno lo puede hacer todo bien, pero actualmente podríamos decir, al contrario: que no lo puede hacer todo mal. Hay excesiva cantidad de cosas mal hechas, y las que parecen que van por buen camino las dejan inconclusas. Aunado a una corrupción hasta los huesos, hasta las bases. Es tanta la problemática, lo dañado, la destrucción material e institucional que lo difícil es decidirse por dónde comenzar a señalar los entuertos para con la participación de la población encontrar soluciones y llevarlas a cabo. Salvar lo que se pueda del país no es colaboracionismo, es amar al país. Ser más sensatos que el gobierno (no es difícil) y apelar al raciocinio constructivo es la vía.
Es inconcebible que con tantas fallas que nos ahogan, haya quienes quieran crear falsos positivos (propios de ambas tendencias políticas), hechos alarmantes y conflictos inexistentes y de poca monta, shows de propaganda que el gobierno desmonta. Desde hace un buen rato en nuestro país, hemos sido testigos de montajes teatrales de baja factura que no construyen prestigio y nos distancian de la reconstrucción del país. La oposición está en el deber de apelar a lo más alto y digno de los venezolanos, asentar una base sólida, seria e inteligente para revertir estos años de atroz retraso. Hay tantos entuertos para señalar, para corregir, que no tiene sentido «inventar» falsos problemas que no le incumben a la población con el fin de hacerse las víctimas.
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En Venezuela nunca he visto que una autoridad haya salido por ofenderle, por decirle palabras indecorosas, creo que al contrario eso los fortalece más. Estas actitudes desgastan y hacen morir la motivación y la esperanza. Construyamos una oposición adulta y confiable, las actividades de tramoyeros hay que dejárselas a otros.
Se dispone de abundante materia prima buena, minada de juventud, pero que requiere formación, no tienen nada que decir, pues no han cultivado su pensamiento en materia política. Es urgente abrir espacio para la formación, si no serán humanos manipulados por un líder y allí renacen las políticas frustradas que no llegan a ningún lado.
Yo soy pueblo.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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