Construir puentes en vez de muros, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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«Divide y reinarás»
Julio César
En una sociedad tan agitada, tan convulsionada en perenne anamorfosis urge construir puentes firmes y sólidos por donde puedan pasar con total seguridad las generaciones que vendrán después de nosotros.
La tarea es constituirse en arquitectos de la viabilidad, donde se edifiquen obras de gran relieve que perduren en el tiempo. No puentes frágiles que puedan derrumbarse con facilidad. Menos aun muros que puedan obstaculizar el paso al progreso y la evolución de la sociedad.
Cada ciudadano debe generar un proceso de autorregulación para hacer frente al avasallamiento mediático, político y de crisis de valores tan generalizada, donde se mezclan tristeza, ansiedad, ideas negativas, además de reacciones de desesperanza y resignación que pueden inducir a las personas a creer que no hay salida ni posibilidad de entendimiento. Hay que evitar a toda costa ese estado emocional que puede llevar a la mayoría de la sociedad a un nivel de parálisis y bloqueo de toda idea liberadora del individuo.
El que estemos divididos solo le puede interesar a quien se considere nuestro enemigo. Nosotros, los venezolanos debemos propiciar la unidad o sufrir una corona externa.
El llamado es a las dos tendencias políticas que pululan en nuestro país, quienes en su afán de poder invisibilizan la oportunidad del reencuentro sano y sincero entre todos los conciudadanos, ya basta de diálogos vacíos de las cúpulas, sin ningún fruto, es hora de señalar caminos y otear horizontes. No se puede permitir que una realidad externa genere en el hombre una concepción que lo lleve a creer convencidamente que no se puede hacer nada, que todo está perdido.
El psicólogo social McLellan señala que, actualmente, la primera motivación del venezolano es el poder. Ese referente es el que nos ha llevado al actual atolladero, a la sima donde nos encontramos en estos momentos. El poder se ha convertido para el individuo en un valor por sí mismo, lo ha hecho inherente a su modo de vida y esto lo que ha traído como consecuencia es ese desenfrenado egoísmo personal que no permite abrir espacio a la esperanza, al verdadero reencuentro.
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No podemos continuar en la siembra religiosa de la intolerancia, que es sembrada a manos llenas por ambos grupos políticos, sumergidos en el radicalismo, con un liderazgo político erróneo y poco asertivo. Entonces, los buenos ciudadanos tenemos que sumar fuerzas para erradicar a esos líderes miopes tanto de un lado como del otro y los buenos venezolanos identificar y promover lo mejor de cada individuo y construir, edificar y multiplicar los valores positivos.
Construir puentes no es fácil, pero tampoco imposible, es cuestión de voluntad, sinceridad y escucha objetiva. Para ello debemos fijar nuestras propias prioridades y respetar estos parámetros, por cuanto tiempo sea necesario, sin violar nuestros propios principios.
Quienes hacen la construcción de puentes desean y buscan, en su más profunda convicción, dar, cuantas veces sea necesario, lo máximo, ese extra que marcará la gran diferencia.
Los albañiles de buena lid siempre buscan salidas, la acción abandonar nunca está presente en su actuar, se exigen cada día más, sin caer en lo absurdo, más bien convirtiendo la insistencia en una constante, como el respirar.
Una persona constructora de puentes debe ser altamente decidida, terca en empeñarse en cumplir lo que busca y ambiciosa de una mejor realidad.
La superación de la anarquía es trascendental para la convivencia ciudadana, así como para la paz social.
Decídete a construir puentes en vez de muros.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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