Cooperativismo y cambio climático (II), por Oscar Bastidas-Delgado
Twitter: @oscarbastidas25
Por la vía de los hechos la presencia de cooperativas en el panorama energético es realidad de vieja data. Desde finales del siglo XIX y principios del siguiente, en numerosos países y con el objetivo de dotar de electricidad a núcleos rurales aislados que no estaban entre las prioridades de los gobiernos, se constituyeron cooperativas generadoras de electricidad mediante métodos tradicionales principalmente en países europeos (Riutort Isern 2015), y otros países como Canadá y USA (El Periódico s/f)
En los Estados Unidos hay 864 cooperativas de distribución que suministran el 10 por ciento del total de kilovatios/hora del país y que atienden al 12 por ciento de los consumidores de energía, 42 millones de personas, principalmente residentes de zonas rurales comprando energía eléctrica a precios mayoristas y la suministran directamente a los consumidores. Allí poseen y mantienen el 42 % de las líneas de distribución eléctrica del país, que cubren el 75 % del territorio nacional. (OIT y ACI Ob. Cit.: p.11). También hay 66 cooperativas de generación y transmisión formadas para agrupar capacidad de compra de electricidad al por mayor con interesantes economías de escalas. (University of Wisconsin 2013).
En Bangladesh, con asistencia del movimiento cooperativo eléctrico estadounidense, una Junta de Electrificación Rural creó más de 70 cooperativas eléctricas rurales instalando más de 219.000 kilómetros de líneas de distribución conectando 47.650 aldeas con 30 millones de personas a la red, incluyendo 170.000 estaciones de bombeo para riego (OIT 2013).
En el Reino Unido, entre 2008 y 2012 se inscribieron más de 30 cooperativas de energía renovable, entre ellas cooperativas de energía solar en Londres y Bristol. En Alemania las 430 constituidas entre 2006 y 2011 y 158 de las 250 cooperativas creadas en el 2011 y trabajan con energías renovables y se crearon nuevas cooperativas de energía. (Bilek 2012 citado por OIT y ACI: p.11)
Aunque el gas no está contemplado como una energía renovable por ser energía fósil que contribuye al cambio climático, existen cooperativas en distribuidoras de gas doméstico en bombonas de gas licuado como la venezolana Gas Falcón de la Central Cooperativa de Falcón (Cecofal) de la Península de Paraguaná, iniciada en 1982, que ocupa el 39% del mercado distribuyendo al 50 % de las familias a precios inferiores en un 20% al de los otros competidores entre ellos la gobernación del Estado. Sus unidades de transporte están dotadas con sistemas de gas a fin de disminuir la contaminación por no uso de la gasolina.
En el sector de las cooperativas distribuidoras de gas se encuentra la alemana Greenpeace que vende gas natural desde el 2011 y es muy criticada por los ambientalistas. Fundada en 1999 para abastecer electricidad de energías renovables, empezó a comercializar gas natural con el propósito de atraer consumidores que usaban ese combustible fósil mediante un producto, proWindGas, añadiéndoles un recargo en su factura para invertir en tecnología e investigación hacia la producción de hidrógeno verde; proWindGas sería sustituido paulatinamente por hidrógeno verde y biogás de manera de influir en la transición energética (Rodríguez 2021). Esta cooperativa cuenta con 170.000 clientes a los que proporciona electricidad de energías renovables y 30.000 de su producto de gas.
La crisis de los 70 que visibilizó la dependencia petrolera de los países industrializados y estudios demostrativos de insostenibilidad ambiental de un modelo responsable del cambio climático, motivaron la puesta en escena de cooperativas de energías renovables sin ánimo de lucro, las obtenidas a partir de fuentes naturales supuestamente inagotables bien por que posean una gran cantidad de energía o por regenerarse por medios naturales como la eólica, la geotérmica, la hidroeléctrica, la mareomotriz, la solar, la undimotriz, la biomasa y los biocarburantes.
Estas cooperativas generan o compran la energía renovable, y la distribuye a través de la red eléctrica luego de acordado el precio entre los asociados. Son de dos tipos: las de energía eólica, y las de energía solar, y van desde aquellas que reúnen a miles de asociados y clientes, pasando por casos de comunidades de vecinos e islas enteras como la danesa Samso, hasta pequeños colectivos.
Quienes deseen asociarse a una de estas cooperativas deben pagar una cuota anual de aproximadamente 100 euros. Las primeras cooperativas de este tipo fueron las danesas y las alemanas expandiéndose luego de los 90 a otros países y continentes. Existen más de 3.000 cooperativas de energías renovables, fundamentalmente en Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Suecia, Reino Unido, Francia y el norte de Italia; en Canadá y USA cubren cerca del 50 % de sus territorios.
Tiene menor presencia en España, el sur de Italia y en los países que formaron parte de la órbita soviética; Nicaragua y Argentina también han incursionado en este ámbito, solo en la Provincia de Buenos Aires existen 34 cooperativas de electricidad. En Europa tiene presencia la Federación de Cooperativas de Energías Renovables (REScoop) con 1250 asociadas. Interesantes los detalles de estas experiencias:
Oscar Bastidas es cooperativista, consultor y facilitador en Emprendimiento Asociativo y Microempresas.
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