Coraza, por Laure Nicotra

Una parchita, o dos o tres, de forma absolutamente perfecta, de color amarillo limón; de sabor paradisíaco. Los sabores cuando provienen de una mata directo al paladar resultan riquísimos.
A veces quiero perder la noción de los días. Son tan rápidos y confusos, pero también hay una magia que me encanta. Esa pérdida de las cosas, casi permanente; a veces pongo un vaso, los lentes y luego no sé dónde los dejé. Luego de horas cuando hay luz, aparecen.
Y es que en medio de la oscuridad uno se pierde. Me doy trastazos o a veces me quedo quieta donde antes estuvo el fresco.
Estos días son para el recuerdo, para la memoria. Ver a Martina en videos, en fotos, comiendo caraotas y pasta de la forma que ahora recomiendan, embarrada toda y solo con sus manitas es de las mejores cosas de la vida. No me la estoy perdiendo, aún en la distancia, la estoy disfrutando. La veo crecer de lejos y eso me conforta. Cada detalle de la muchachita es una fiesta. Cada gesto suyo me acerca más de lo que la distancia supone. Aquí están mis amores, en mis pensamientos, en mis sueños, en mis horas. Así la llevo, en mi mundo, rodeada de mis corotos. Camino de un salita a otra, aquí, en estas cuatro paredes y un porche, pensando que esto pasará, que sobreviviré y podré ir donde me esperan. Pienso que esta locura general que invade nuestro mundo exterior debe terminar. Todas las pesadillas juntas se acomodaron para que nuestra capacidad de resistencia y de aguante se ponga a prueba.
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Ya casi 5 meses, casi medio año entre la paranoia y la responsabilidad de protegerme. Si se tiene lo básico, todo irá bien. Falta mucho para alcanzar la libertad. A nosotros nos espera un mundo mejor. No será justo que esto sea eterno. Porque entre una carencia y un despropósito pasamos los días. De verdad somos héroes anónimos, supervivientes de una hecatombe, de una destrucción enorme de todo lo que antes disponíamos.
Fueron destruyendo todo, paso a paso, bien pensado. Nos hicieron dependientes de un estado maligno, corrupto, incapaz. Aunque nos resistimos a reconocer, eso lo cargamos y nos envuelve en el pesar.
Nos aniquilaron el futuro, ahora solo el presente impredecible nos atrapa. Pero busco por mis rincones mi memoria, mi historia, mis viajes y los lugares que traje convertidos en miniaturas. Eso me recuerda los tiempos bonitos y llenos de libertad.
No han podido robarme mis pensamientos, mis alegrías. No. Aquí estoy, esperando la luna bonita. Ella se asoma casi cada noche y como si supiera en qué lado está, siempre volteo y me mira. La miro. Enamorada de ella siempre. De su luz imponente y rodeada de luceros que despejan mi alma. Es que las cosas pequeñas son las que valen. Por eso la parchita está en este relato, junto a la belleza que mis sentidos pueden ofrecer. Junto a los pulsos de la vida, junto al amor por los míos. Junto a los amigos que cuento con los dedos. Eso es suficiente para seguir soñando, es suficiente para que mi fuerza y mi razón queden aquí en mis letras, como una coraza inmensa que me protege.
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