Cordonazo revolucionario, por Esperanza Hermida
Twitter: @espehermida
Anualmente, las fechas asociadas al fenómeno meteorológico conocido como el cordonazo de San Francisco, coinciden con la conmemoración de varias gestas revolucionarias en diferentes latitudes. Es el caso de Rusia, en octubre de 1905 y 1917, Venezuela en 1945 y China en 1949. Surge la incógnita: ¿es posible evaluar los cambios producidos por estos acontecimientos? El balance en 2022 parece complejo…
Del proletariado se ha derivado al precariado, una forma de explotación laboral que es brutal. En los países del llamado primer mundo, donde el capitalismo ha logrado concentrar los volúmenes más altos de la historia en riqueza financiera, se mantiene incólume, como en el siglo XIX, la lucha por salarios justos, seguridad social y jornadas laborales de ocho horas. Con menores fortunas bancarias y paradójicamente, con los mayores acervos naturales del planeta, países del tercer mundo continúan padeciendo las secuelas de guerras fratricidas y la expoliación imperialista de sus recursos biológicos y minerales, a todo nivel.
Los rastros de una pandemia aún muy cerca, han puesto en evidencia la debilidad que sigue teniendo la humanidad en temas de salud. Aunque ha aumentado en general la expectativa de vida, su calidad mantiene la tendencia a disminuir, con lo cual la curva de envejecimiento es proporcional al incremento de la pobreza. En estos aspectos, no se vislumbra en lo inmediato una mejora sustancial de las condiciones en que subsiste la mayor parte de la población.
Este sombrío panorama afecta a los países ricos en gas y con reservas petroleras extraordinarias, sean o no miembros de la OPEP. Muchos cuentan con una franja importante de sus habitantes sumidos en una pobreza atroz, al tiempo que otros países se caracterizan por tener una discriminación intolerable hacia las mujeres. Allí, aún en la actualidad, las creencias religiosas, las manifestaciones artísticas y el pensamiento libre, son motivo de persecución. Verbigracia Mahsa Amini, Los girasoles de Van Gogh o Wikileaks.
A la sobreexplotación laboral, se suma la escasez coyuntural de variados productos, principalmente alimentarios, y la consiguiente inflación mundial. A la falta de acceso al agua potable en diferentes regiones del planeta, se agregan los cortes de electricidad, las carencias de un sistema público de salud acorde a las necesidades del pueblo, las limitaciones para contar con un servicio de transporte con calidad y a las dificultades para estudiar. No pasa solo en Venezuela, lamentablemente. Sucede en muchos países y Venezuela no es la excepción.
Millones de personas siguen sometidas a las inclemencias de un clima cambiante debido al impacto del efecto invernadero. La gente que depende económicamente de su trabajo, sufre múltiples privaciones, muy similares a las que tuvo hace 100 años. Con lo cual, los avances científicos y el creciente desarrollo tecnológico en todas las áreas del quehacer humano no guarda relación con la mejoría global de las relaciones laborales, ni con una retribución salarial acorde al esfuerzo de la clase trabajadora.
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La migración de la mano de obra, si bien no es nueva en la historia humana, es cada vez más frecuente. Países sin movilidad, receptores de migrantes, como Venezuela, hoy exportan gente. A pesar de los obstáculos burocráticos y geográficos las mafias del tráfico y la trata sortean las barreras internacionales, tal cual lo hicieron en el pasado las galeras que cruzaron los océanos con millones de esclavos.
La situación mundial de la niñez explotada, las personas mayores abandonadas, la persistente desigualdad laboral de la mujer y el irrespeto a los derechos diverso sexuales, especialmente en el caso de la gente más pobre, a pesar de los avances alcanzados en las declaraciones, pactos, tratados y demás instrumentos, aún es terriblemente dolorosa, injusta y cruel. Por ello, más allá de las estrategias publicitarias de los gobiernos, el carácter de la correlación de fuerzas imperante en 2022 determina que los logros de las revoluciones del siglo XX son relativos.
Para evaluar si las revoluciones políticas del siglo XX y su impacto económico han logrado realmente transformaciones, basta con mirar las listas de la gente más rica del mundo, las asombrosas cuentas bancarias que mueven las finanzas en Wall Street, las de magnates chinos, los principales acaudalados rusos o los boliburgueses venezolanos. Los bloques geopolíticos de poder presentan algunas diferencias respecto a 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, mientras lo sustancial de la división internacional del trabajo se mantiene. En ese contexto, el papel de Venezuela en esa distribución no ha variado.
Nuestro país continúa suministrando petróleo a Estados Unidos, su principal socio comercial, y permite a las diversas potencias imperialistas la explotación indiscriminada de las riquezas minerales y biológicas del territorio nacional. Por ello, postulados básicos de la revolución de 1945, perviven como una meta programática lejana. Hoy, a pesar que está vigente una Constitución que desde 1999 enarboló la democracia participativa y protagónica, el Estado multiétnico y el poder popular, siguen las inundaciones en octubre, se va la luz, y se caen las casas del irreductible 23 de enero cuando llueve. Las protestas laborales marcan la pauta a las movilizaciones de calle en defensa de derechos sociales, mientras las organizaciones sindicales son perseguidas y sus dirigentes sufren encarcelamiento.
Esperanza Hermida es activista de DDHH, clasista, profesora y sociosanitaria
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