Cortina de humo, por Teodoro Petkoff
¿Cómo explicar el comportamiento de Chávez en relación con Colombia? ¿Tiene alguna lógica esta conducta aparentemente irracional? Si. Tiene la lógica ilógica de quien aspira a desviar la atención de los problemas internos del país, que siente cada día más indomesticables, mediante la creación de una crisis internacional que provoque la «unión sagrada» en torno suyo, frente a un supuesto enemigo externo. Habida cuenta de que el presidente sabe perfectamente que toda su cháchara sobre una invasión proveniente del » imperio» no la toma en serio nadie -ni siquiera él mismo-, calcula, sin embargo, que una tensión de alto voltaje con el país vecino podría devolverle parte de una popularidad que se está derritiendo como hielo bajo el sol.
Después de la liberación de Clara Rojas y C o n s u e l o González no había razones para las posteriores declaraciones de Chávez. Al contrario, los puntos que había ganado internacionalmente con el «desagravio» de las Farc hacia él, le habrían permitido mantener su rol de mediador, sino oficialmente al menos oficiosamente. Pero, eso habría significado un mejoramiento casi instantáneo de las relaciones entre ambos gobiernos, lastimadas por los impertinentes ataques de nuestro presidente hacia el colombiano. Mas, no es eso lo que lo que quería Chávez. Quiere una crisis que opere como la cortina de humo que cree necesario tender sobre los asuntos internos.
Esta consciente de que, después del 2D, entre los votantes que lo han seguido fielmente durante años, existe ahora sobre su persona una visión más crítica, más escéptica en cuanto a sus propósitos y, sobre todo, menos incondicional.
Todos los días recibe los informes de sus encuestas y sus focus groups. Sabe que lenta pero perceptiblemente va en caída libre y sin piso. No se trata, por ahora, de un colapso pero intuye que, si no detiene esa rodada a tiempo, esta se hará imparable. Más aún, sabe de los movimientos tectónicos que está provocando entre su propia gente, civil y militar, la certidumbre de que su mandato tiene fecha de vencimiento. Como tantos otros gobernantes desbordados por problemas internos, piensa que el «nacionalismo» podría ser su mejor refugio.
Sin embargo, como ya le sucede tan a menudo, nuevamente se equivoca.
Subestima a sus propios compatriotas. Creciente número de sus partidarios están dispuestos a acompañarlo hasta la puerta del cementerio pero no a enterrarse con él. Sin embargo, decían los antiguos que los dioses ciegan a quien quieren perder. Parece el caso de Chacumbele: él mismito se está matando. Lo malo es que en ese empeño está causando peligrosos daños colaterales.