Crecimiento económico con desigualdad no es viable en un país «cada vez más segmentado»
Mientras la economía crece solo en sectores específicos que no tienen tracción productiva, la desigualdad empieza a exacerbar diferencias culturales que podrían crear burbujas sociales que sigan incrementando las divisiones. La juventud se desvincula del ámbito político y Venezuela se prepara para un terreno en el que no exista una generación de relevo que tome el testigo. Entre tanto, el Gobierno apuntala crear un sistema desigual para mantenerse en el poder
Los resultados de la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida (Encovi) de 2022 dejaron en evidencia el conflicto que padece Venezuela como país que experimenta un leve, pero desordenado, rebote económico que beneficia solo a algunos.
El estudio elaborado por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (IIES-UCAB) demostró que el crecimiento de la economía exacerba las desigualdades. La brecha entre los grupos más adinerados y la porción menos pudiente se amplía cada vez más.
Los datos son muy claros. Venezuela se perfila como el país más desigual del mundo. Pese a que mejoraron los ingresos en promedio, la mayor parte de estos ingresos son acaparados por la porción de la sociedad más adinerada.
Encovi dividió a la población en 10 grupos según sus ingresos. Encontró que, en el primer decil (10% más pobre), el ingreso medio era de apenas $7,9 mensuales. La diferencia con el segundo decil no es tan alta, pues en este piso se reporta una remuneración mensual de $19,1. Los siguientes deciles presentan diferencias que no exceden los 30 dólares. Sin embargo, al llegar al último decil, la situación es diferente.
Los últimos tres deciles son los que más ingresos tienen y presentan más diferencias entre ellos. El 8vo gana $108,7 mensuales, el noveno 169,1 años y el décimo da un salto a $553,2 mensuales. Esto representa un aumento de 227% frente al quintil anterior. El 10% de la población con mejores ingresos deja muy atrás al grupo inmediatamente anterior.
Un estudio de la consultora Anova presentaba cifras similares sobre el comportamiento de la economía en 2021. De acuerdo con sus resultados, a pesar de que el ingreso per cápita creció para el 80% de la población, cuando se ajusta este progreso al comportamiento de la economía, solo un 10% de la población mejoró realmente sus condiciones. Los otros nueve deciles no mejoraron a la par del promedio que mejoró la economía.
«La curva de incidencia relativa del crecimiento de los ingresos per cápita muestra que, entre 2020 y 2021, solo el decil 10 de la distribución del ingreso, es decir, el 10% más rico de la población, mejoró su posición relativa con respecto al promedio de la economía», resalta el informe.
Lo que indican estos números es que la desigualdad en el país crece junto con el proceso de liberalización de la economía que ha implementado el chavismo al darle mayores libertades a la empresa privada para ganar protagonismo y recuperar espacios en la actividad económica nacional.
La narrativa de la recuperación económica del país, el «milagro económico» que ha celebrado Nicolás Maduro, se explica gracias a la reactivación de ciertos sectores que pueden dinamizar la economía temporalmente, pero que no articulan al sector productivo que garantiza un crecimiento sostenido.
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Como consecuencia de este «boom comercial» experimentado por Venezuela en los últimos dos años, hay más flujo de dinero e intercambio de bienes y servicios, pero la producción sigue muy mermada. Una economía que no genera riquezas, no puede distribuirla. Por lo tanto, mejoran sus condiciones únicamente quienes tienen acceso a estas actividades económicas y a estos sectores concretos que se reactivaron.
El economista y cofundador de Anova, Omar Zambrano, resaltó que este panorama no cambiará hasta que no se reactiven otros sectores de la economía. La desigualdad se mantendrá porque solo algunas áreas están generando dinero.
«La desigualdad está aumentando. La recuperación económica que se está observando está muy limitada a ciertos sectores de la economía, básicamente comercio y servicios en las zonas urbanas, en grandes ciudades. Todo aquel que se ha podido integrar a esa dinámica, está un poco mejor, pero quien no se puede insertar, se queda atrás», explicó.
Esta insostenibilidad en el crecimiento económico se evidencia también en la Encovi, pues en los últimos años el ingreso ha perdido peso dentro del grupo de causas que causan pobreza. Vivienda, educación y servicios, en contraste, ganaron importancia en esta tajada.
Si la economía sigue creciendo sin realmente producir, y este crecimiento en el ámbito comercial no es acompañado por una mejora en la prestación de servicios públicos, en la educación y en el acceso a la vivienda, la mejora económica alcanzará techo más temprano que tarde.
«Se necesitan políticas públicas. Mientras eso no ocurra, vamos a llegar a un valle en el cual no se seguirá recuperando la pobreza únicamente por el crecimiento económico», razonaba Luis Pedro España, investigador del IIES, mientras presentaba los resultados de la encuesta.
Aumenta el ingreso, pero también los precios
Al comparar los resultados de este año con la Encovi anterior, se aprecia una diferencia monumental en los ingresos. Crecieron, hasta mayo de 2022, un 921% en el sector público, al subir de $12,3 a $113,3; un 387% para los empleados privados que vieron una variación de $38,7 a $149,8; y un 456% para los trabajadores por cuenta propia, que percibían $32,8 y ahora $142,3.
Lo primero a tener en cuenta es que, pese al incremento, se mantienen como los salarios más bajos de la región. Colombia es el segundo país del continente con sueldo mínimo más bajo, solo superado por Venezuela, y la remuneración es de $227, más del doble del sueldo promedio que reciben los trabajadores públicos según Encovi.
Sumado a los salarios mejorados pero insuficientes, se añade como problema la pérdida de poder de compra gracias a la inflación, que ya no solo se remite a bolívares, sino también a dólares.
La variación de precios en dólares es una realidad y dejó al venezolano sin activo refugio al cual recurrir para que su dinero no pierda valor.
Según datos de Ecoanalítica, entre enero y octubre de este año los precios en dólares han variado hasta un 50%. Esto quiere decir que una compra por el valor de $100 en diciembre de 2021, ahora costaría $150 adquiriendo los mismos productos.
Al aire #AgendaEconómica de @ecoanalitica con Asdrúbal Oliveros @aroliveros: en Venezuela entre 47% y 50% es la inflación en dólares en 2022 mientras que la subida de los salarios es muy lenta https://t.co/ZaqN6lt2Oh
— ROMAN LOZINSKI (@RLOZINSKI) November 16, 2022
Para mayo de 2021, fecha en la que el equipo de Encovi terminó de recabar sus datos para el estudio anterior, el desnutrido salario promedio del sector privado ($38,7) alcanzaba para adquirir solo un 13% de la Canasta Alimentaria estimada en $297 por el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF). Un año más tarde, la canasta se encareció $85 hasta alcanzar los $382 y el salario del sector privado promediado por Encovi 2022 ($149,8) puede comprar un 39,2% de la canasta.
Como resultado, una familia de cuatro miembros con salarios promedios del sector privado requieren que al menos tres integrantes trabajen para poder llevar la comida completa a la mesa.
El ingreso mejoró, pero las dificultades para subsistir en Venezuela permanecen. Al sumar gastos adicionales como vivienda, servicios, recreación y una larga lista de elementos fundamentales para la vida diaria, es evidente que el dinero no alcanza.
Juventud, la principal víctima
Han transcurrido 23 años de gobierno chavista. Una generación entera ha vivido únicamente durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, mientras que una cuarta parte de sus vidas ha estado acompañada por una contracción económica del 80%, escasez, controles de precio y, en resumidas cuentas, crisis económica, social y humanitaria.
Este panorama para la juventud ha desatado distorsiones en un contexto de desigualdad, que han tenido impacto en el tejido social venezolano, fenómeno que ha sido estudiado por el Observatorio de Juventudes Venezuela (Objuve).
De acuerdo con Verónica Chópite, investigadora de Objuve, la desigualdad ha exacerbado las diferencias culturales que «siempre han estado allí», manifestándose en expresiones de racismo y clasismo.
«Caracas se divide en este y oeste. Un oeste «marginal» y un este «sifrino». Son temas que vuelven a formar parte de la conversación. Nos estamos volviendo un país mucho más segmentado», afirmó durante el foro ‘¿Hacia dónde nos llevará la desigualdad?’, efectuado en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
La socióloga advierte que estas divisiones atentan contra los propios procesos de definición de la identidad y crean una polarización cultural que puede generar «burbujas sociales muy peligrosas» para quienes permanecen en el país.
Encovi muestra también cómo, en los últimos cinco años, la principal masa poblacional que abandona el país es la joven. Los jóvenes de entre 15 y 29 años representaban un 57% de las salidas en 2017 y 2018, un 48% en 2019-20, un 51% en 2021 y finalmente dejaron de ser el porcentaje más alto en 2022, cuando representaron un 42% de los emigrantes.
Esta fuga de jóvenes genera problemas para el futuro económico, y hasta político, del país. Chópite recuerda que para 2013 se mostraban buenas expectativas sobre la base poblacional venezolana, ya que había un «bono demográfico» con una población que en los años venideros se mantendría en edades propicias para el trabajo y la producción. A raíz de la migración, esta ventaja demográfica se perdió.
«La Encovi de 2022 nos dice que ya perdimos el bono demográfico. Venezuela es un país que envejeció. Para recuperar el país, necesitaremos un programa de captación de cerebros y de energía social. También un levantamiento demográfico y repensar las edades y planes de retiro», advirtió.
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La juventud que decidió quedarse en el país o que no pudo migrar vive una realidad, una cotidianidad, que le ha alejado del ámbito político. Jóvenes entrevistados por Objuve manifestaban que no deseaban luchar por el país, sino solo tener una vida normal en la que puedan ser felices.
«A mí lo que me importa es vivir y seguir adelante de todo lo que está pasando. Hemos acumulado demasiadas cosas. Ahí visualizas cuáles son tus prioridades. Si sigues desviviéndote por el país, te das cuenta de que muchas personas murieron en esa lucha y sigue sin parar nada. Ahí te cuestionas muchas cosas», opinó uno de los jóvenes entrevistados por Objuve.
En este sentido, hay una desconexión cada vez más grande de la juventud con la política y el ámbito público. Este fenómeno plantea muchas dudas sobre la generación de relevo que tomará las riendas del liderazgo político en el país.
«Si la desigualdad es un problema político y la juventud se desvincula de la vida pública, ¿en manos de quién queda resolver el problema?», cuestiona Verónica Chópite.
Desigualdad sistemática
Las posibilidades de reducir la desigualdad parecen ser lejanas y dependen obligatoriamente de voluntad política. Sin un Gobierno que defina lineamientos para reducir estas brechas, la sociedad y la economía no podrán hacer mucho por cuenta propia.
No obstante, las intenciones del gobierno chavista no parecen apuntar a reducir estas brechas, sino a ampliarlas, según opina la socióloga Mirla Pérez, profesora titular de la Escuela de Trabajo Social de la UCV.
«La desigualdad no es una falla del sistema, sino que está en su naturaleza y desde allí da sentido a todo el proyecto (chavista)», enfatizó.
La también investigadora del Centro de Investigaciones Populares(Cipopulares) resalta que el objetivo del sistema que ha estructurado el chavismo tiene como finalidad despojar a las personas de su autonomía, convirtiéndolos en individuos indefensos y dependientes, para lo cual la pobreza es un elemento clave.
«La pobreza implica la carencia de bienes y servicios, pero también la ausencia de trabajo y de oportunidades. El sistema ha ido cerrando todas las alternativas que le permiten a la persona ser autónoma. Alguien que no es autónomo está indefenso, a merced de la dominación. Eso es precisamente lo que ellos buscan», insistió.
En el horizonte futuro del país se avizora, entonces, una economía que dejará de crecer, una pobreza que no seguirá disminuyendo y una desigualdad que el Gobierno parece estar impulsando, mientras la juventud no se interesa en ocupar espacios políticos y públicos para generar cambios.