Criptografía local, por Marcial Fonseca

Agradecido a mi hijo Absalón Fonseca por la ilustración.
Su vida hasta ahora había sido la mar de anodina; los días eran solo eso, días; y ni por los nombres los diferenciaba. A él, llamado Sobaco Ilustrado por sus íntimos porque siempre andaba con un libro bajo la axila izquierda y que, además, debía ser culto por ser comunista, el partido le había asignado el tutelaje de tres capitanes de los futuros conspiradores; es de mencionar que ninguno de estos sabía de la existencia de los otros dos.
La situación cambió cuando uno de los alzados llegó a la presidencia, Sobaco Ilustrado fue enviado a Cuba para ciertos cursos especiales, y a su regreso lo encargaron del departamento para la protección de la mensajería manejada por la Casa Militar; todos lo consideraban ya un experto; y de hecho, era muy aficionado a la criptografía.
Asumió sus labores. A sus subalternos les explicó que lo primero era entender la importancia de lo que les estaban encomendando; y por lo tanto, él mismo prepararía un curso introductorio de mensajería en clave.
Y lo hizo. Como el humor intelectual era de inteligentes, el taller empezaba hablando de conocidas anécdotas, algunas atribuidas a personas famosas; a veces, la misma historia se diferenciaba en los protagonistas como aquella de un conocido intelectual conseguido por la esposa con las manos en la masa, o en la mucama. La cónyuge, para quien el castellano era su segunda lengua, exclamó, Andrrésss, stoy sorrprendiida, No, no, no, replicó el esposo, el sorprendido soy yo, tú estás estupefacta o anonadada o perpleja o patitiesa.
O la de Guzmán Blanco. En unas de sus acostumbradas caminatas por una calles de La Pastora se tropieza con un enemigo político de profesión periodística, y le grita, Yo no le doy paso a estúpidos, Yo sí, señor presidente, pase usted, pase usted; replicó el fablistán.
Y para cerrar, su preferida. El profesor de Castellano, pasando asistencia, menciona un alumno, alguien contesta que está enfermo, que tiene diabetes; el docente replica, Esa es una enfermedad muy grave, pero nunca esdrújula.
El siguiente módulo del curso lo dedicó al uso de las palabras o frases para crear contraseñas que exigieran del usuario un manejo más inteligente del mensaje. Les pedía a los asistentes que marcaran cuáles eran las palabras erróneas, si las hubiere, en los siguiente pares: intensión/intención, pretencioso/pretensioso, baca/vaca, cause/cauce, cierra/sierra, huevos/uebos, infectar/infestar, injerir/ingerir, taza/tasa.
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Llegó el examen final, una sola pregunta: «Escribir cinco palabras, con alternancia de las cinco vocales siempre en la misma sílaba, que contengan la letra española por antonomasia, la eñe (Ñ); y que sean castizas. Ejemplos que cumplen las condiciones primera y tercera: carro, cerro, cirro, corro, curro; cama, cema, cima, coma, cuma; barra, berra, birra, borra, burra; papa, pepa pipa, popa, pupa; tana, tena, tina, tona, tuna. No se aceptan respuestas impúdicas”.
Solo uno contestó, su respuesta fue: caño, ceño, ciño, coño, cuño. Y reprobó por violar la regla por partida doble con las dos últimas palabras ya que en nuestro idioma hay solo dos palabras obscenas, y una de ellas es coño; la otra, carajo.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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